A Clark Reid no le gustaban los videojuegos o al menos no eran su mayor pasión. A Kyle Fletcher le molaban, de hecho todas las tardes después del curro acababan los dos en casa de Clark jugando a la consola, pero si le ponían a elegir, prefería que le metieran una buena mamada, cosa que tenía siempre que Clark se le acercaba en el sofá.
Como para no ponérsele dura con la manaza de ese guaperas en la entrepierna, sobándosela con la palma deslizándose hacia arriba y hacia abajo, poniéndole morritos hasta que acababa entre sus piernas tragándose su largo pollón y acariciando sus pelotas. Notó a Clark especialmente distinto esa tarde, como si estuviera más cachondo que de costumbre. Eso se saldó con algo que nunca había hecho hasta ahora.
De repente Kyle se quedó con la boca abierta al ver que Clark se ponía de pie, le daba la espalda y dirigía sus manos a los pantalones para bajárselos y mostrarle ese culazo que tenía. El tio se quedó desnudo de cintura para abajo con el rabo larguísimo y morcillón colgando entre las piernas. Una sentadilla y Kyle se quedó al borde de la corrida cuando Clark se zampó su polla con ese trasero y empezó a saltar.
No sabía si iba a durar mucho, pero Kyle aguantó lo que pudo como un jabato sin apartar la vista de ese hermoso culazo que no paraba de tragar rabo. No pudo verlo porque le tenía de espaldas, pero sí lo sintió, el contínuo roce de la pija de Clark en su muslo, y es que el mamoncete la tenía desviada hacia la izquierda. Todo iba viento en popa hasta que llegó el padre de Clark. Cole Connor acababa de llegar de hacer deporte.
Enseguida Clark agarró una manta que había por ahí y se cubrió con ella. Desgraciadamente no iban a poder seguir follando. Cole se empeñó en que su hijo tenía que dejarse de jueguecitos y hacer las tareas de casa. Los dos se quedaron más calientes que un par de monos, sobre todo Kyle, que tenía ya la nata batida inundándole los cojones.
Por suerte encontró otro divertimento. Era increíble lo que un hombre podía llegar a hacer con una empalmada y las ganas de rematar la jugada. Se coló a gatas en la habitación de Cole. Imaginó que si el hijo estaba buenorro, el padre no sería para menos. Le pilló en el mejor momento, cuando se estaba cambiando en la habitación, bajándose los pantalones cortos de deporte y mostrando la verdadera cara de su culo y entre la spiernas unas buenas bolas y la puntita del cilimbrel.
Arriesgándose a que le echaran de esa casa o a que lo acogieran para siempre, Kyle coló los morros en la raja de ese culazo grande y peludo de machote y sacó la lemgua rozando un calentísimo agujero con la punta. El señor Connor se dio la vuelta sorprendido y entonces Kyle reparó en su voluminosa y gran pollaza, como la había imaginado siempre en un hombretón así.
Todo fue muy rápido. Kyle no se arrepintió de haberlo hecho, porque le había gustado y estaba con ganas de follar. El frontal de sus pantalones ya hablaba por él, formando una buena tienda de campaña. Para su sorpresa, Cole le sonrió y le preguntó si quería culo antes de ponerse sobre la cama a cuatro patas completamente desnudo y mirar hacia atrás dando su bendición para que Kyle lo penetrara.
Se lo hizo sin condón. El culazo del hijo, musculadito y potente, estaba de puta madre, pero es que el del padre no tenía nada que envidiarle, igual de grandote y encima peludete. Le dio por culo cascándole las bolas. Era increíble cómo se retorcía de gusto el papá, con todos esos musculazos bien plantados a cuatro en la camita.
El acuerdo al que llegaron es que si Cole se dejaba follar, Kyle también tendría que abrirse de piernas. A Kyle no le costó hacerlo. Cole era el daddy soñado por cualquier chico de su edad, apuesto, ojazos claros y cuerpazo. También con una buena polla. Kyle se tumbó en la cama, se abrió de piernas y le dejó entrar, mirando a ese pedazo de hombretón de arriba a abajo mientras este le penetraba a placer.
Recursos no le faltaban a Cole. Salió del culo de Kyle, se puso encima de él mirando en dirección contraria y le puso a comer polla mientras él chupaba la suya, los dos acarameladitos haciendo un sesenta y nueve. Bocas calladitas y bien repletas, los gemdos dieron paso al fru fru del roce de los labios contra las pollas duras, a sonidos guturales, de atragantamiento, que nacían de intentar comer más de la cuenta.
Cole le hizo la cucharita a Kyle protegiendo bien al chaval, clavándosela entera, acurrucado a él, besándolo. Vio que Kyle la tenía todavía bien dura, le entraron ganas de polla y se lo cabalgó, pajeándole el rabo con el culo a toda hostia. Kyle sintió como si se cerrara el círculo. Le parecía mentira que unos minutos antes hubiera estaba a punto de culminar con el hijo encima y ahora era el padre el que se encargaba de ello.
Antes de acabar él, lo hizo el señor Connor. Se lo estaba cabalgando cuando empezó a hacerse una paja y se corrió encima del pecho y la barbilla de Kyle. Sucio y con la leche encima, Kyle se agarró la polla y se la zurció con el culazo de Cole justo encima. Sacó lefa y disparó contra las pelotas del daddy, rociándole las nalgas y el agujero con su semen.
Estaba todavía corriéndose cuando Cole le apartó la mano, le cogió el rabo y se lo metió dentro del culo para que lo preñara. Kyle apenas pudo reaccionar. Su leche empezó a resbalar por el tronco del rabo después de que esta abandonara el interior del culo de Cole. El señor Connor siguió saltando y la lefa se despegaba entre las pelotas de Kyle y los pelos del culazo de Cole. Kyle no olvidaría nunca el momento en que su amigo entró en la habitación y les vio de esa manera, su padre con una polla dentro del culo y la raja llena de lefa.