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Malik Delgaty y Roman Todd se pegan una inolvidable follada sin condón entre vaqueros en mitad del desierto | MEN

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Tener una avería en el coche en mitad del desierto era lo peor que le podía pasar a Roman Todd. Mira que cruzando ese paso se le vino a la cabeza que podía pasar, pues pasó. Tras maldecirse y sin saber qué hacer, después del peor momento vino el mejor, cuando alzó la vista hacia la ventana del coche y vio que se acercaba alguien.

Se frotó los ojos como si fuera un espejismo, primero porque le parecía imposible que pudiera haber alguien, y menos andando, en varios kilómetros a la redonda bajo ese sol abrasador y lo segundo porque ese alguien no era cualquiera, era un maromo que estaba buenísimo, algo más joven que él, todo un vaquero de armas tomar, con su sombrero, su camisa de leñador abierta enseñando ese torso musculoso y fornido y unos pantalones negros ajustados que le marcaban un buen paquete a cada paso que daba.

En el cinturón llevaba una hebilla grande con una M. M de Malik Delgaty. Roman bajó del coche y cuando fue a coger el mapa que se había dejado en el asiento para preguntarle qué dirección podía tomar andando hacia la gasolinera más cercana, al inclinarse recibió un buen cachetazo en el trasero. «Cosas que hacemos los vaqueros en esta zona«, se apresuró a decir Malik. Pues qué pena. Por un momento Roman pensó que podía haber algo entre ellos estando los dos de tan buen ver. Roman vestía de blanco con pantalones y camiseta bien ceñidos, dejando claro que estaba potente, además de ser un tio guapísimo de ojos claros al que pocos hombres se podían resistir.

Actuando como si se conociera toda la zona de pe a pa, Malik le dijo a Roman que ya no le hacía falta ver más mapa. Iba a llevarle hasta su camioneta. Al llegar a ella, Malik se quitó la camisa. Roman seguía apartado de él varios metros. No se fiaba de los desconocidos, aunque en esa ocasión más le valía hacerlo si no quería acabar perdido en la nada. Al ver a ese chulazo semi desnudo con esa espalda grande y fuerte de nadador, se le infló la polla. Nada pudo evitar que su rabo le creciera y se le enderezara dibujándole la forma de la polla por la pernera.

Se le infló todavía más cuando incomprensiblemente Malik empezó a desnudarse por completo, bajándose los pantalones, mostrando a Roman su precioso culazo de machote tan redondito. El tio se dio la vuelta y a Roman le recordó a los Full Monty, porque llevaba todavía puesto el sombrero tapando sus partes nobles. Cuando se lo quitó, Roman alucinó con la pedazo polla que tenía el cabrón. Larguísima, gruesa, super empinada. Malik le pasó el sombrero y por instinto lo primero que hizo Roman fue esnifarlo.

Sí, olía a su rabo. Malik sacó otro sombrero y unas botas de la camioneta para prestárselas a Roman. Luego le empotró contra la puerta del copiloto, le agarró del cuello y le besó. Roman sintió que iba a morirse en manos de ese tio. Demasiado placer ya apenas notando el contacto de su cuerpo tan cerca del suyo, sintiendo su aliento, esa mano fuerte, grande y masculina que le cogía por el cuello, la boca acercándose lentamente a la suya para morrearle, como si el tiempo se estuviera deteniendo.

Fue embriagador, ese tio sabía cómo camelarse a un hombre y llevárselo a su terreno. Se preguntó a cuantos más como él perdidos en el desierto habría prestado esas botas y ese sombrero. Roman iba a llevarlo con dignidad y con la cabeza bien alta, por todos ellos. Recordó que todavía ni se habían saludado dándose la mano. Eran tios. Un simple «eh, tú«, servía para comunicarse y entenderse. Ahora, en lugar de darse la mano, se estaban dando las pollas, cruzando pajas.

Mientras Roman se la meneaba suavemente, Malik aprovechó para enseñarle los movimientos de follada de un buen vaquero. Fingió que el hueco de su mano era un culo, se empoderó y simuló que se lo follaba. Roman no pudo menos que morderse el labio inferior. Menudo cuerpazo tenía y qué mirada de tio duro ponía para follar. Le estaba poniendo super cachondo.

Se dedicaron un rato a tocarse los músculos, a comparar cada parte de la anatomía de sus cuerpos. Los dos estaban tremendos y se estaban dando cuenta de que se molaban mucho, por si lo tiesas que tenían las pijas no lo había dejado ya claro. Roman cedió por los dos, dejó resbalar su espalda por la carrocería del coche y se agachó. Se levantó un poco el sombrero por delante y pecó. Enderezó el pollón de Malik hacia su boca y se lo metió dentro.

Joder, cómo obligaba ese cabrón a abrirla de par en par de lo gorda y grande que la tenía. Roman tenía una pintaca tremenda, guapo, con un perfil enamoradizo, musculoso, marcando biceps cuando doblaba el codo para coger el rabo por la base, comiéndose un buen pijote. Imposible que le pudiera caber todo eso en la boca, pero Malik lo intentó, le cogió con ambas manos por detrás del cogote y se la folló consiguiendo meterle un buen pepinaco hasta que a Roman se le hincharon las venas del cuello y se le quedó la cara roja al notar cómo el pene traspasaba la frontera de su garganta.

Se limpió las babas de los morros y se la volvió a comer. A comer y a intentar tragar de nuevo. Era grande y estaba deliciosa y además su dueño estaba espectacular, más ahora, con los rayos del sol del ocaso aportando un tono dorado a su cuerpo, convirtiéndolo en un Dios, dibujando las sombras de los abdominales bien marcados en su torso. Se la chupó a conciencia.

Roman supo lo que tocaba ahora. Se levantó, se apoyó contra la parte de atrás de la camioneta arqueando la espalda, separó las piernas y a Malik le faltó tiempo para andar detrás de él, para introducir la minga entre sus piernas acariciándole las pelotas para después subir con ella por la raja de su culo y metérsela sin condón. La primera reacción de Roman al sentir ese pollón reventándole el culo fue gemir, gritar y soltar improperios por la boca, sintiéndose libre de hacerlo, pues no había nadie en kilómetros que le hiciera cohibirse de ello.

Menudo empotrador. Qué cuerpazo, qué culito, qué bien se le daba menear todo en conjunto para meter una excelente follada. Roman no acababa de acostumbrarse al tamaño de su enorme pene. Entraba apretadísimo y ajustado por su agujero, la tenía muy grande y encima el cabrón le arreaba fuerte. Levantó una pierna, pero ni por esas, cada vez que se la volvía a meter a pelo por detrás, se le quedaban los ojos en blanco del puto gusto.

Ya era hora de disfrutar del cuerpazo de ese vaquero a solas y en la intimidad de la parte trasera de la camioneta. Malik se tumbó y Roman se sentó sobre sus piernas clavándose la polla, cabalgándole, disfrutando de las vistas de la agradable cara del chavalote que se lo estaba pasando de vicio, de su fornido cuerpo musculado, de sus fuertes brazos.

A Roman no se le había rebajado la empalmada del rabo ni un solo momento durante todo el viaje. No quería que acabara y tampoco quería olvidarlo, así que se llevó al vaquero a un lugar que recordaría para siempre. Roman se quedó de pie en mitad del camino, mirando hacia las montañas. Separó un poco las piernas, se dio un par de cachetes en el culo e incitó a Malik a darle por detrás así, los dos de pie, como dos salvajes follando en pleno desierto, y no es que lo pareciera, es que era así.

Malik le cogió de los brazos tirando hacia atrás para tener un punto de apoyo y le reventó a pollazos. Dos vaqueros con sus sombreros puestos follando bajo la luz dorada del ocaso que dibujaba las perfectas formas de su anatomía masculina. En mitad de un camino a ninguna parte, solo ellos dos, disfrutando de la libertad. Malik penetrando a ese guaperas, la curva de su espalda con su endiablado y precioso culazo dibujada contra las tonalidades anaranjadas del firmamento.

Inolvidable.

Cómo le gustaba a Malik ayudar a los chicos perdidos, a encontrarse a sí mismos, a encontrar su lugar en el mundo. Ese chulazo todo cachas y con ojos claros había sido como un regalo caído del cielo. Con la polla todavía atosigándole el ano, Roman se agarró la polla y se corrió, mancillando con un rastro de leche blanca la arena bajo sus pies.

Se puso de rodillas por última vez para recibir la leche de ese campeón. Miró hacia arriba y le prestó sus fornidos pectorales para que se corriera sobre ellos. Malik aceptó la invitación con gusto y le soltó un primer lechazo que viajó directo hacia el hombro derecho. El resto lo dejó caer por su pecho y su musculoso y bronceado torso. Roman se levantó y le besó. Malik aprovechó para mirar cómo le había dejado. El primer lefote todavía se mantenía intacto sobre su hombro, blanco y espeso. Se arraron unas amistosas hostias en los brazos, reconociendo lo fuertes que estaban los dos, se pasaron un brazo por el hombro y se quedaron mirando hacia el horizonte, respirando hondo y recuperándose. Malik todavía tenía la polla por todo lo alto, erecta y grande, con un gorro de leche encima del cipote.

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