Irse a casa bien calentito y follarse todo lo que se menea de camino a ella. ¿No era ese uno de los propósitos de los club de estriptis? Denis Vega lo sabía bien, que le gustaba frecuentarlos, deleitarse la vista con chulazos como Gustavo Cruz, luciendo un portentoso culazo y una larga y enorme verga que rebotaba frente a su cara y él sin poder tocarla, sintiendo cómo su polla crecía en la huevera y no poder tocársela según las reglas del local, porque si no, otros como él se la sacarían y aquello se convertiría en una paja grupal en la que llovería leche.
Pero nada le impedía susurrar al oído del estríper cuando este se acercaba, proponerle que quedaran en el mismo lugar cuando las luces se hubieran apagado, cuando se hubiera echado el cierre. Denis cogió la mano de Gustavo y la metió en su bolsillo. Si quería ese fajo de billetes que llevaba encima, más le valdría que acudiese. Gustavo no hubiera aceptado nunca. Estaba acostumbrado. Pero esa mirada latina clavádose en sus ojos, deseándole, lo caliente que estaba ese tio y lo bueno que estaba, la fuerza con la que le agarró del cuello al decírselo, que no fuera la típica pedida de matrimonio, terminaron por convencerle.
Y ahí estaban ahora, con las luces apagadas, apenas iluminados por la luz de la luna llena entrando por las ventanas del local. Denis le pasó de mano en mano el fajo y Gustavo se dedicó a hacer lo que mejor sabía: volver locos a los hombres. Lo mejor es que ahora no había normas, que Denis podía sacarse el rabo por la bragueta y disfrutar de un buen pajote a costa de Gus, que se iba quitando prendas haciendo pole dance en la verja. Aguantar la leche en los huevos cuando Gustavo se bajó los calzones y Denis pudo ver colgando aquella tremenda pieza, un pollón larguísimo, venoso y bien grueso, fue un acto de valentía.
Pudo ver cómo le crecía, cómo la arropaba entre sus manos y hacía con que se las follaba. Cada vez más grande, más larga y más dura. Gustavo se acercó a él y se le sentó encima de las piernas, esta vez sin ropa de por medio, completamente desnudo. Denis pudo sentir la caricia de su caliente y enorme polla asentándose en su vientre, rozándole por encima de la camisa. Por instinto posó las manos en su culazo y empezó a morderle las tetillas, a comerle todo.
Anudó la corbata a la base de ese portentoso rabaco y comió más polla de la que pudo, se dejó comer la suya y se puso a cuatro patas para que ese tio alucinante le diera por culo. Al sentir sus manos agarrándole las nalgas, se le abrió el ojete enterito. Follaron como perros. Denis se puso bocarriba y entonces Gustavo se la metió, agarrándole de los laterales de la camisa blanca, sintiendo cómo su polla se ponía todavía más dura y rabiosa al ver ese torso peludo y musculoso de macho. Qué potencia tenía ese cabrón y qué bueno que estaba. Sin dejar de mirarle de arriba a abajo, Denis se hizo una buena gayola dejándose la leche encima, mientras Gus todavía estaba dentro de él.