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Alberth Pineda hace feliz a John Brachalli metiéndole toda su larga y enorme pollaza sin condón | Fucker Mate

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A través de la puerta entornada, Alberth Pineda estaba sentado en el borde de la cama, dando besos por el torso a John Brachalli, que permanecía de pie frente a él, completamente desnudo y empalmado, con su polla rozándole el cuerpo. John, con los ojos en blanco de gusto, cogió al chaval con ambas manos colocándolas a cada lado de su cuello y agachó la mirada para ver cómo esa lengua húmeda y caliente salía de su boca y rodeaba sus pezones.

Le cogió de la manita y se lo llevó a la sala de estar. El camino hacia ese lugar, atravesando el pasillo, estuvo cargado de morbo. Los dos desnudos, andando, sonriéndose, besándose, con los rabos duros colgando y cilimbreando entre sus piernas. El de Alberth era larguísimo y daba gusto ver cómo se zarandeaba. John estaba enamorado de él y de su polla. Al ver ese pollón, se lo cogió con la mano y sin decir nada sí hizo una mueca que venía a expresar «menuda pollaza tienes cabrón, la quiero toda entera«, todo esto con un gesto mordiéndose el labio inferior de las ganas que le tenía.

Se agachó delante de él. Se puso de rodillas. En cuanto tuvo ese palo largo y enorme delante de su cara, agarrado con la mano, pajeándolo, mirándolo de cerca, una sonrisa de placer y vicio le salió por inercia. Frotó el glande contra su bigote, lentamente, disfrutándolo, esnifándolo. Abrió la boca y miró hacia arriba para ver la carita de Alberth y su reacción de placer al depositar el cipote sobre su lengua y empezar a chupársela.

Resopló de gusto y se quedó mirando fijamente la mamada. John sí que sabía chuparla pero que muy bien. Se la tragaba como si apenas le costara y eso que era bien larga. Sosteniéndola sobre su mejilla, le comió los huevos sacando la lengua, succionando uno para sacarlo mojadito y luego el otro, mientras el pene duro le rozaba la oreja y toda la cara.

Tras endulzarle la huevera, volvió a comerle la polla sin dejar de mirarle a los ojos. Sólo desvió la mirada para tragarse su verga hasta los cojones. Toda dentro, entrando por su garganta. Los labios pegados a la base. Al sacarla, la enorme pollaza salió durísima y llena de babas, bien contenta. John se levantó y se quedaron un rato haciendo lucha de espadas, golpeando una contra otra. La de Alberth era más larga y le caía por debajo de los noventa grados, mientras que la de John era más gruesa y estaba toda empinada hacia arriba.

La curiosidad de Alberth le llevó a agacharse y comprobar qué se sentía al tener un pito tan duro y tieso como el de John dentro de la boca. Después de pegarle un par de tientos, John se llevó a Alberth a una silla de mimbre que había cerca, le hizo que se sentara y se dedicó a chupársela de nuevo. Alberth se quedó to loco al ver a John tragarse la pija entera. No le cabía en la cabeza cómo un tio podía comerse su pene entero e introducirlo por el interior de su garganta haciéndolo desaparecer como si fuera un truco de magia.

Aprovechó que le estaba comiendo otra vez los huevos para tomar el control de su rabo, pajeárselo y plantarlo encima de su cara para ver lo bien que quedaba. Su carita era preciosa y con su polla larga y bonita encima, estaba más guapo todavía. John se levantó, le dio la espalda, le agarró el pene y lo frotó justo por la zona erógena de la parte baja de la raja de su culo, entre los muslos. Alberth se excitó pensando que el momento de metérsela estaba cerca.

Cuando John ya se estaba sentando encima y el cipote empezaba a entrar por su agujero, Alberth lo cogió y se lo llevó cerca de la pared. Nadie más que él tenía tantas ganas de follárselo, pero ese culo necesitaba que le dieran lo suyo. Se lo comió bien comido y entonces sí, una piernecita por encima de la mesilla para tener el culete bien abierto, Alberth se puso de pie, plantó su pene en el agujero y comenzó a penetrarle sin condón centímetro a centímetro, lentamente, dejando que John se acostumbrara al tamaño de su verga.

Madre mía, qué pedazo de pollón. John no dejaba de alucinar, de hecho su cara mirando a Alberth hacia atrás, era una muestra de todo lo que sentía. se le quedó mirando fijamente pensando cómo podía ser tan rematadamente guapo y atractivo y tener esa pedazo de pija entre las piernas. Le había resultado tan cómodo comerle el rabo entero con la boca que era acojonante cómo ahora le costaba tanto hacer lo mismo por el ojete. La sensación era como si el rabo le hubiera crecido de un momento a otro.

Pero qué más daba ya pensar en todo aquello. John se dejó llevar y disfrutó de la follada que le estaba metiendo, con toda esa barra cilíndrica penetrando su orificio a pelo, ajustadita como un guante. John ya estaba bien cachondo, pero se puso más perraco todavía cuando Alberth se inclinó hacia él y le comió la oreja. Qué gustazo le daba eso. Se le pusieron las tetillas duras.

Tenía un regalo para Alberth por estar tan bueno. De nuevo le agarró de la manita y se lo llevó al sofá. Le hizo sentarse, se subió al sofá e hizo una sentadilla clavándose en su pene erecto. Se la pajeó con todo el culo. Culito arriba, culito abajo, polla fuera y polla dentro, toda entera bien frotada. A John le duraban poco los tios haciéndoles eso. El que no le preñaba, terminaba por sacarla apresuradamente fuera y le soltaba unos buenos lefazos sobre la espalda y el trasero, pero es que John era lo que quería, que ese chico guapo soltara su semen dentro de él, poder ver su cara cuando se corriera de gusto sin tener el control sobre su polla.

Alberth no sólo batió el record de aguante, es que el tio todavía tenía para dar y regalar y cuando otros se dejaban llevar por ese desmesurado placer, él, al contrario que los demás, cogió a John de las caderas para que saltara más alto y lo abrazó dándole besitos para que continuara con esa práctica tan cerda. Le aguantó todo un asalto, pero de ago estaba seguro, aunque todavía no se había corrido, tenía que tener los huevos llenos.

Se repachingó en la silla de mimbre dejando la espalda sobre el asiento y se abrió de piernas para él. Se lo había ganado. Alberth se las cogió y colocó cada una encima de sus hombros. Así le penetró a fondo y con el culete bien abierto. John apreció el cuerpazo de Alberth. En plena juventud y despertar sexual, era una delicia verle follar. De cuerpo atlético, potente, se le marcaban los triceps y los abdominales en esa postura que estaba empleando para trincárselo, inclinado cuarenta y cinco grados sobre el suelo, casi como si estuviera haciendo flexiones.

En una de las penetraciones, su rabo se salió del culo y se quedó ahí todo duro, larguísimo y meciéndose de lado a lado tímidamente. A John le encantó mirársela. Alargó los brazos y colocó las manos sobre la carita del chaval que era puro amor. Siguieron en la misma postura en el sofá. A John le encantó tenerlo justo encima, poder ver su cara guapa, conectar con su mirada a un palmo de la suya. La leche salió por la polla de John de forma repentina debido a esto. Un flujo de semen potente salió disparado sobre su cuerpo soltando trallazos, dejándole unos buenos lefotes encima.

Al sentir que Alberth le sacaba la polla del culo, John elevó las piernas acercando las rodillas al pecho y Alberth se corrió encima de su culo, de sus muslos, de sus pelotas, lecheando todo a su paso. Engrasó un poco el cipote en su propio semen y se dio el gusto de volverlo a meter por el agujero del culo, con el esperma rebosando de su interior de tan apretado que entraba. Les gustó tanto esa cerdada y John le estaba sonriendo agradeciendo que se lo hiciera, que Alberth recogió con los dedos toda la lefa, la colocó en el ojete y volvió a meterle la estaca, observando cómo un poso de leche recubría el contorno de su polla justo en el punto de penetración del agujero. La sacó, restregó su pene por encima de las bolas y el rabo de John y se inclinó para besarle. Así se quedaron un buen rato, restregando sus pijas y morreándose como dos perracos.

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@ fotos por Oscar Mishima

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