Bien juntitos, de pie en la habitación, recién levantados por la mañana, Guillaume Wayne y Peter Sinnerpit no pudieron contener las ganas. Gozar de sus cuerpos desnudos al amanecer era una de las cosas más agradables de la vida. Se estaban besando, dejando que por ahí abajo sus rabos se rozaran. El de Peter estaba como un plátano, morcillón y hacia abajo colgando, el de Guillaume hacia arriba y hacia la izquierda, todo durísimo, aprovechándose de la cadera de Peter.
Un agraciado pollón de veintiún centímetros, un auténtico cilindro larguísimo que acababa en su base con dos pelotas colgando, los dos huevos bien marcados que se le meneaban entre los muslos cuando Peter le pajeaba o a él le daba por follarle la boquita. Tenía el tamaño y el grosor perfecto para que a los tios les diera por intentar tragársela entera, pero la vista les engañaba, porque aunque lo vieran posible, no era tan fácil.
En cuanto Peter asumió la realidad, suplió con creces el hecho de no poder tragársela hasta donde él quería, aunque antes lo intentó con una mamada profunda, quedándose a unos diez centímetros de la gloria. Plantó la mano encima y le hizo una paja de tornillo a la vez que se la chupaba, dando toquecitos en los huevos con el talón de su mano, haciendo que se menearan hacia adelante y atrás, calentitos y ya comenzando a fabricar leche. Tal era su cometido aparte de dar una alegría a la vista de todo hombre.
Tuvo los arrestos de insistir y Guillaume se lo agradeció con un gemido de gusto y acariciándole la cabeza cuando vio a ese valiente volver a intentar tragársela y lo mejor es que esta vez sí le pasó por la garganta. Lo apretadito que se estaba ahí consiguió poner a Guillaume los ojos en blanco.
Hecho un ovillo, cogiéndose los pies con las manos y abierto de piernas, Peter enseñó su precioso culito moreno a Guillaume, que enseguida cayó en la tentación. Le agarró por los muslitos y durante unos segundos miró ese agujero que se abría ante él y sólo para él. Se lo humedeció con la lengua, le metió un dedo, le escupió encima y siguió explorando con sus falanges. Si un dedo ya entraba apretadísimo, no quería ni pensar lo que iba a gozar y sufrir a partes iguales cuando le metiera toda la polla.
La idea se la puso más dura todavía y para rematar a Peter se le ocurrió que la mejor postura para empezar a follar era él ensartándose en su cilindro y cabalgando encima de sus piernas. No, no era una buena idea, pero a Guillaume le atraía tanto la sensación de estar entre la espada y la pared, de tener que lidiar con los sentimientos en su cabecita, cuando tienes ganas de correrte pero debes aguantar para seguir disfrutando de la follada, que aceptó el reto encantado.
Joder, pues no era sólo que parecía que el agujero era apretado, es que lo era y mucho más de lo que pensaba. Los dos no pararon de gemir de gusto a cada centímetro que la polla se iba hundiendo dentro del agujero sin condón. Una vez dentro, se hicieron el uno al otro y Peter empezó a culearle el pollón. Guillaume se emborrachó de placer, cogió las nalgas con las manos y ayudo a impulsar ese pandero como si fuera un balón a la vez que se recreaba la vista con ese cuerpecito moreno que tenía saltando encima de él.
El cuerpazo de Peter era simplemente alucinante. Definido, musculadito, con los pectorales bien marcados, sus brazos destacando cada curva que se dibujaba en sus biceps y los hombros. Y esa boquita abierta de labios gruesos, disfrutando de un buen rabo. A Guillaume se lo puso aún más difícil cuando se inclinó y juntaron frente con frente. Notar encima la respiración agitada del tio a que se estaba follando a pelo, conectar con la mirada, era una de las cosas que más cachondo ponía a Guillaume.
Peter siguió cabalgando, esta vez dándole la espalda, para que Guillaume pudiera ver cómo su culazo se la tragaba entera. De ahí, pasó a estar a cuatro patas sobre la cama y Guillaume dándole por culo, ejerciendo de maestro de ceremonias, de macho empotrador, cascándole las pelotas en la parte inferior de la rajita del culo. Luego lo colocó bocarriba, le juntó los pies justo en su propio pecho, abriéndole de piernas y le penetró firmemente.
Ahora era él el que estaba encima y el que se estaba recreando la vista con semejante especímen era Peter. Guillaume era la definición perfecta de pasión en la cama. Su atractiva cara sonrojada por el vicio, ese torso marcando six-pack, delgadito pero atlético. Ese hombre entre sus piernas, metiéndose dentro de él. Peter se arropó la polla con la mano y no paró hasta descontrolarse y correrse encima.
Guillaume se inclinó sobre él sonriendo, besándole. Cómo le gustaba sacar la leche a los tios mientras se los follaba. Le hizo dar un giro de ciento ochenta grados sobre la cama, poniendo la cabecita donde antes tenía el culo. Se masturbó con energía, se incorporó, gimió de gusto apuntando hacia la cara y le empezó a proyectar la lefa encima dibujándole un buen bigotazo, recogiéndolo con el dedo y conduciéndolo dentro de su boquita.
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@ fotos por Oscar Mishima