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Jota Palma se casca una paja mientras mira cómo el chulazo Papi Kocic se folla a su chico Sean Weiss y le mete un lefazo en toda la cara | MEN

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Cada día Jota Palma estaba más enamorado de su pelirrojo, como él llamaba cariñosamente a Sean Weiss. Verle cada mañana con su camiseta blanca de tirantes, tan guapo, tan fornido, marcando músculos, le ponía tierno. Eso, unido a las muestras de afecto y atención que recibía por su parte, ayudándole en las tareas domésticas y otros detalles, hacía que su relación se fuera fraguando a fuego lento.

Así fue hasta que un chulazo apareció una mañana por la puerta. A ver, el tio estaba cañón, cualquiera con ojos en la cara podía darse cuenta, Papi Kocic parecía un galán recién sacado de una telenovela, mejor todavía, de un anuncio de perfume, quizá fuer al famoso Jack al que buscaba la tia de las peras ceñidas en el cuero o puede que el chulo de la Coca Cola de las 11:00. Fuera quien fuese, a Jota se le cayó el mundo encima al saber que era el nuevo pibe que Sean se había ligado estos días.

Habían acordado una relación abierta, sí, pero Jota jamás imaginó que sucedería tan pronto y menos que llevase a ese tio a su casa. Tuvo que aguantar que ese chulazo entrara y le comiera la boca a su chico. Se les quedó mirando. Surgió en él una extraña sensación mezcla de envidia, sumada a los celos y salpicada con una pizca de ganas de liarse con los dos y hacer un trío, porque lo bueno que estaba Papi no era ni medio normal.

No se cortaron los colegas. Se quedaron en calzones magreándose las costuras. Ver cómo se comían a bocados era una cosa, pero ¿de verdad iba a tener que aguantar ver cómo se comían las pollas y follaban allí mismo delante de su jeta? Pues si dudaba, la respuesta no tardaría en llegar. Papi se bajó los gayumbos y en cuanto su larga y preciosa pirula salió danzando hacia el frente, Sean se la cogió con ganas con una mano, masturbándola suavemente.

Su chico no tardó en sacarse la suya a paseo, pusieron miembro sobre miembro y, mientras seguían dándose le lote, se pajearon los rabos a la vez. Para entonces el sentimiento de celos casi había desaparecido y a Jota se le estaba empalmando el suyo. Ahora su mente estaba en algún lugar, en un limbo entre la realidad y la fantasía difícil de discernir, como si estuviera viendo una peli en la que su novio libertino no fuera el protagonista.

El culazo de Papi no tenía desperdicio. Qué ganas entraban de tocarlo, de palmearlo, todo redondito, bien formado, musculoso y peludo. Sean bajó a comerle la tranca y con qué ganas se la zampó el cabrón, hasta atragantarse. Jota sabía bien cuándo a su chico le gustaba una polla y esa no cabía duda de que le molaba. Hasta a él le hacía tilín.

Como para no atragantarse y echar unas cuantas lágrimas teniendo delante a un tiarrón así. Lo que ya no le gustó tanto fue ver las miraditas que Sean le dedicaba después de tragarse su polla, después de haber tenido durante unos segundos eternos los pelos de la polla en su bigote. Papi gemía y lanzaba una sonrisa de autosuficiencia como loco cada vez que encajaba su pollón a fondo en la garganta de Sean.

Al final Jota echó fuera todo lo que llevaba dentro y a cambio Sean le tiró la camiseta de tirantes diciéndole que si no le gustaba lo que veía, que se fuera de casa. Pero Jota no se fue, agachó la cabeza y asumió aquello en lo que se había convertido su nueva relación. Eso y que necesitaba ver qué tal se follaba el chulazo el culo de su chico. Papi se agachó y escupió en el trasero de Sean, que ya se estaba entregando levantando la pierna sobre el asiento del sofá que tenía delante.

«Por favor que se ponga condón, que se ponga condón» pensó Jota, pero sus súplicas no fueron escuchadas. Tuvo que ver cómo Papi se acercaba en dos pasitos por detrás de su chico y se la metía a pelo por la retaguardia. Cadera y culo unidos, toda la polla dentro. El cuerpazo desnudo de Papi en plena acción era una fantasía, marcando six-pack, con los calzones por las pantorrillas, poniendo a la faeana ese puntito de morbo.

Menuda barra de carne gorda y dura le estaba metiendo por el trasero blanquito como la nieve, la huevera de Sean rebotando entre sus piernas al ritmo de la follada. Más que curiosidad que por otra cosa, Jota se inclinó un poco hacia adelante para mirar por la entrepierna de Papi. Se relamió. Menuda empotrada le estaba metiendo. A Jota se le estaba empinando como nunca. Le apretaba tanto en los pantalones que no podía andar un solo paso erguido.

Intentó meterse en la pareja haciendo un trío, pero continuamente, tanto su chico como Papi le empujaban dejándolo fuera. Tanto fue el cántaro a la fuente que al final les pilló calientes y al menos se conformó, de momento, con lamerle un pie a su chico mientras Papi le reventaba a pollazos. Jota se sacó la polla y empezó a pajearse.

Se sintió como viendo un espectáculo porno en vivo. Iba vestido de dominguero, con sus pantalones cortos color caqui, su polo blanco y el jersey anudado al cuello. Se enderzó la pija y se le empezó a pelar mirando a esos dos. Le encantó apreciar el volúmen de los huevazos de Papi, tenía que tenerlos a rebosar de leche porque se meneaban grácilmente como flanes.

No estuvo ni tan mal ver a su chico cabalgarse a ese chulazo, ver su polla larga y blanca rebozándose por sus abdominales morenos mientras Sean culeaba fuerte hacia atrás, abriéndose las cachas con las palmas de las manos para que le entrase toda entera. Esa mirada con los ojos en blanco, meneando la cabeza d eun lado a otro, com si estuviera suplicando. Jota lo reconoció al instante y entonces Sean se sacó toda la leche.

«Por favor en la cara no, en la cara no«, rezó de nuevo Jota. Pues ya sabéis lo que sucedió, porque desde luego Jota no había tenido el mejor día. Sí, a partir de ahora tendría que convivir con un tio al que cada vez que mirase a la cara recordaría que otro se corrió en ella, a chorrazos, dejándole ciego de un ojo con una buena lefada, lastrando la sobras sobre sus pectorales de pelitos pelirrojos, sonriendo con cara de satisfacción mientras se aferraba a los muslos peludos y fuertes de Papi.

Un lagrimal de semen le caía a Sean desde el ojo hacia la oreja. Papi se soltó la verga, que toda gorda y recién corrida campaneó entre sus piernas. Se inclinó para besar a Sean y, antes de batirse en retirada, a Jota no le pasó desapercibido que Papi rozó su culo a posta con el rabo de Sean. Se fueron juntos a la ducha y dejaron a Jota jugando con su polla a solas.

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