Había ido a la peluquería para darse un tinte rubio. No era la primera vez que Ronny hacía alguna locura para contentar y declararse a Ray Diesel. La noche anterior le escuchó decir en la cena del restaurante, que le encantaría follarse el culito de un rubiales. Lo malo es que Ray veía a Ronny casi más como un hijo que como alguien con quien se acostaría una noche. Esa idea estaba a punto de perder todo el sentido.
Le hizo una propuesta que no pudo rechazar. Pasarían un fin de semana juntos y si para el domingo por la noche no había pasado nada entre ellos dos, dejaría de interntarlo y lo suyo quedaría como una bonita amistad casi fraternal. Dicho y hecho, el viernes salieron juntos de fiesta pero Ronny, más listo que el hambre, no dio ni un paso en falso.
No fue hasta el sábado por la noche que intentó el primer acercamiento. Acostados en la misma cama, empezó a acercar su culito al paquete de Ray haciéndose el dormido. Lo empezó a menear y frotar como si estuviera teniendo un sueño erótico y notó que esa verga se ponía bien dura. Le daba reparo haber sido un calientapollas en ese momento, pero así lo dejó todo cachondo. Pudo escuchar por la noche el zurcir de una paja y algunos gemidos. Por si acaso no dejó de poner el culo en pompa toda la noche.
Se levantó con los calzones mojados y con alguna zona reseca que le raspaba por la parte trasera. Estaba claro que el cabrón se había corrido en su culo, así que aprovechó el desayuno para hacerle la última declaración de intenciones. Entre tímido y lujurioso, le preguntó varias veces si le daba de comer rabo para desayunar. Después de la nochecita mártir que le había dado, como para decirle que no a ese culazo.
Por primera vez se besaron. Ronny estaba enamoradísimo de ese macho que le sacaba una cabeza de estatura y dos veces la complexión de su cuerpo. Se puso nervioso cuando le tuvo frente a frente a punto de mostrarle la verga que tanto había deseado. Cuando Ray se bajó los pantalones y dejó su paquetón al descubierto, a Ronny le salió un bufido del alma. De momento veía la forma de una banana curvada que se perdía por la entrepierna y que parecía no tener fin.
Se los quitó del todo. Un pollón largo, gordo y gigantesco colgaba entre sus piernas y Ronny se puso más tontorrón que nunca. Sentó a Ray sobre a mesa de la cocina, se agachó y se metió esa polla de ensueño por la boca. Cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones. Solo el cipote ya le llenaba toda la boca. Podía sentir su corona dura y suave en el paladar y la raja del nabo surcando su lengua.
Arrastró los labios por la polla y se tragó otro trocito de esa suculenta banana doblada. La tarea era ardua y casi imposible, era como pretender tragarse tres rabos puestos en fila. Pues Ronny se los tragó. Hizo un poder, se armó de valor y , aprovechando la forma curvada del rabo, dejó que esa manguera morenota se metiese toda por su garganta y le plantó los labios en los pelos de la base de la verga, con dos cojones.
Joder qué gustito le dio a Ray. Y pensar que se había perdido eso durante tantos años por no complacer al chaval. No estaba acostumbrado a que le comieran la pija entera al ser tan monstruosamente grande. Le invadió tal gustillo que casi le deja la leche dirctamente ne el estómago sin tener que tragar.
Cuando Ronny se refería a que le diera polla para desayunar, no estaba hablando en vano ni metafóricamente. Se plantó encima de la mesa, con la cabeza saliendo del borde y Ray le dio de comer de su plátano… y de sus melocotones. Además de experto chupador de pijas, se le daba de lujo succionar las pelotas de un hombre. Sabiendo ahora lo tragón que era y lo que podía hacer, Ray le penetró la boca sin miedo.
Para él, que había sido casi como un hijo todos estos años, tenerle abierto de piernas metiéndole todo el pollón a pelo, además de casi un abuso por el tamaño de su rabo y lo apretado del culito, le parecío casi un incesto. Eso fue precisamente lo que le puso más cachondo y le hizo follar con más cuidado que nunca, puesto que cada vez que la metía, con ese pensamiento en la cabeza, más cerca estaba del colapso, a punto de dejar ese culito relleno como un pavo en Navidad.
Ray no dejaba de mirar hacia abajo, la forma en la que su rabo penetraba entre esas nalgas. Al principio tuvo que ayudarse con las manos porque costaba penetrar aquel agujero, pero a medida que se hicieron amiguitos, casaron a la perfección, eso sí, sin un sólo milímetro de holgura, con todo el contorno del ojete ajustado al diámetro del cilindro follador.
Ronny tomó la iniciativa, se sentó sobre las piernas de su papi y se la clavó enterita dentro del culo. Se la pajeó de lo lindo haciéndole un batido de leche. Ray ya podía sentir el semen acumulándose dentro de sus huevos, a punto de explotar. Ese chaval tenía el total control de su polla y por primera vez notaba el roce de su rabo y cojones sobre su estómago. Todas las veces que le había dicho lo mucho que necesitaba que se lo follase, no mentía.
Aguantó las sentadillas de su bebito. No quería que pensase que era un picha floja corriéndose a las primeras de cambio. Tenía unas expectativas que cumplir para con ese chico. Mientras le penetraba el culo por detrás sobre la mesa, Ronny dejó escapar toda su leche. Se sacó el rabo del culo y se sentó en el suelo, apoyado sobre la pared de la cocina.
Ray le siguió polla en mano y se calzó una paja sobre su cabeza, dejando que los mecos de lefa cayeran calentitos como goterones espesos sobre su frente, su pelo y su mejilla izquierda. Al ver uno de esos chorretes super espesos y de una blancura infinita deslizándose por el pelo hacia la oreja, Ray se puso tan cachondo que le sobrevino otro gustillo de corrida y siguió lefando al chaval metiéndole una ducha de lefa por todo el cuerpo.
Su gran pollón no dejaba de gotear semen, era como un puto grifo abierto. Cuando parecía que ya había sacado todo, se estrujó la banana desde la base y salió otro chorretón. Después de un tiempo casi record de corrida, Ray pasó un dedo por los labios de su chavalín y se los dejó mojaditos con su semen. Si de desayuno quería leche, ahí la tenía.