Allen King, Grant Ducati y Seth Peterson ponen sus culos en bandeja a Drew Valentino y Derek Kage para que se los follen a pelo | Falcon Studios X Men At Play

To The Nines

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Los cimientos de The Nines estaban asentados sobre una buena base, la del poder de la atracción que ejercían los chicos jóvenes y atractivos sobre hombres que les superaban en edad. Capaz de sostenerse por sí mismos, lo que Paddy aportaba al imperio que había creado era su zalamería. A cada uno de sus clientes les adulaba y les decía aquello que querían escuchar y lo hacía de forma tan convincente que no cabía duda de que lo pensaba de verdad.

Dentro de los muchos, muchísimos clientes que tenía, estaban dos que siempre iban juntos de la mano, ya no concebían otra forma de disfrutar del sexo, Drew Valentino y Derek Kage. Por supuesto, antes de colgar el teléfono prometiéndoles que les daría su mejor y nueva selección de chicos para divertirse, les dijo que ellos eran sus mejores clientes. Ellos se lo creyeron y no tenían razones por las cuales no hacerlo, pues juntos se consideraban un tándem invencible.

Derek, el más veterano, lucía canitas que lo hacían todavía más atractivo de lo que era, tenía unos ojazos claros y buena percha. Drew era jodidamente agradable a la vista, con su guapísima cara enmarcada en una barbita cuidada, su sonrisa contagiosa y una mirada de cachorrito que encerraba otros secretos. Nadie mentiría si dijera que, cuando Allen King, Seth Peterson y Grant Ducati, los tres chicos elegidos por el jefazo de The Nines para saciar a esos dos cabrones, estaban de pie frente a ellos, con sus trajecitos con chaleco puestos, tan decentes y limpitos, los tres se contagiaron de esa sonrisa y empezó a abrírseles el ojete del culito de inmadiato, deseando que esos morritos les besaran ciertas partes del cuerpo.

Tras unos segundos en que parecían dos bandos de matones entrentados entre sí, dispuestos a ver quién daba le primer paso, Allen soltó la frase que lo cambió todo. Hemos venido a cuidaros, les dijo. Se acercaron a los chavales y recibieron el trato que esperaban, con besos y caricias. Seth y Grant se quedaron comiéndole la oreja a Drew. Grant fue el encargado de sacarle la polla. Tiró de la cremallera hacia abajo y se la sacó por la bragueta. Joder, cómo le colgaba al colega, una buena picha bien larga y eso que todavía estaba dormidita. Grant se puso cariñoso al vérsela y se derritió posando los labios encima de los suyos, comiéndole la boca.

Mientras Seth tomaba el testigo y blandía una y otra vez con su mano el majestuoso pedazo de carne que le colgaba a Drew entre las piernas, Allen sacaba el rabo a Derek, completamente duro y empinado, besando a su dueño con una sonrisa picarona. Acto seguido se puso de rodillas y empezó a mamársela, justo en el momento en que Grant se bajó los pantalones y dejó a todos boquiabiertos con su larga pija juvenil, tan preciosa como disfrutable.

El chaval estaba justo en medio de los dos hombres que habían ido a follárselos. Fue girarse hacia Derek y a Seth le faltó tiempo para hacer dos cosas ahora que se había quedado a solas con Drew. Una fue sopesar con su mano lo durita y pesada que se le había puesto a Drew tras unos pajotazos y la otra fue mirarle a los ojos para que este le diera su consentimiento, si es que lo necesitaba, para agacharse y comérsela.

Necesitó de la boca y una mano para satisfacer la longitud de ese larguísimo pollón. Justo al lado, llegaban los primeros síntomas de atragantamiento. Allen estaba forzando la entrada de la pirula de Derek por su garganta, le acababa de dejar un buen mar de babas encima y Grant se las comió todas cuando, después de mirar a Allen y sonreirle, este le cedió el testigo.

Ya estaban los tres chavales de rodillas, cuidándoles como prometieron hacer, chupando rabos, llenándose las bocas con ellos, limpiándoles los sables. Con lo que no contaban es con que se cuidarían también los unos de los otros. Allen, al que le chiflaban las pollas grandes, no pudo resistirse a probar la de Grant, uno de los chicos más adorables y mejor dotados de The Nines.

Nadie decía ni mu. El sonido de los labios húmedos frotando esas pollazas, de las lenguas chupando, de la exhalación de alientos, fue el único lenguaje que se respiraba en el ambiente. Cualquier gesto se resumía en miradas y acciones. Allen se fue a por su tercer pito en cuanto Seth lo dejó libre, el de Drew, mientras Seth se ponía de rodillas frente a Grant para comerse juntos la de Derek mirándose a los ojos.

Sólo había una cosa mejor que comerse una polla, hacerlo en compañía. Ver de cerca cómo se la comía otro tio, el momento en que la sacaba de sus labios y, con los morritos mojados, te miraba con un vicio desmedido en sus ojos y te la cedía. Rozar las narices y mirarse fijamente mientras juntos se aventuraban a repasar con sus labios la polla que los separaba.

Cuando Drew y Derek tomaron asiento en el sofá, se sintieron como si estuvieran en un harén o en una bacanal romana. Eso de que les iban a cuidar iba muy pero que muy en serio. Todavía trajeados, pero ahora con las pollas bien duras y tiesas empalmadas sobresaliendo de sus braguetas, Seth por un lado y Allen por el otro, se inclinaron sobre los reposabrazos para comérselas, mientras el jovencito Grant les calentaba las bocas con sus lindos morritos.

Drew pocas veces se ponía ansioso y seguramente no tendría dinero para pagar a Paddy esos servicios, pero cuando vio que Allen terminaba de chupársela, le vio ponerse en pie, la preciosa pija que le colgaba durita entre las piernas cilimbreándose y sabiendo que iba a cabalgarle, se agarró la polla y se le empezó a masturbar con fervor. Ese momento no duró mucho. Allen le calmó en cuanto sentó su culo prodigioso encima de sus piernas taladrándose con la pollaza, toda desnuda y sin condón.

Lo hizo a la par que Seth, que había seguido los movimientos de Allen calcados, como si se miraran en un espejo y en ese momento estaba tomando asiento sobre la verga de Derek, pasándose la mano entre las piernas para conducirla hacia el agujero de entrada. Ayudándose de la fuerza de sus piernas, esos dos mamones se encargaron de desvalijar esas pollazas con sus poderoso culos, levantándolos y sentándolos, jodiendo esas pijazas con todas sus ganas.

El joven Grant reclamó su lugar. Fue Seth el que se lo cedió. Imposible que las miradas no fueran hacia donde él estaba, tomando asiento sobre Derek, con su rabo largo y grande apuntando hacia arriba y un buen par de cojones colgándole entre los muslos, su sonrisita de satisfación cuando se la encajó dentro del culo, completamente realizado.

Aunque los tres chavales no habían trabajado nunca juntos, demostraron hacer un equipo estupendo, cuidándose los unos a los otros, masturbándose y mamándose los rabos mientras esos dos tios se los follaban. Drew y Derek se vieron sobrepasados. Ni en sus mejores sueños. Agradecerían aquello a Paddy lo que les quedara de vida. Se miraban, ponían los ojos en blanco del puto gusto y volvían a disfrutar del espectáculo frente a ellos, del que eran parte.

Lo cierto es que hasta ahora habían sido los chicos los que habían hecho todo el trabajo. Tocaba ver de qué eran capaces esos dos. Grant y Seth se dirigieron cada uno hacia un extremo del sofá y los dos se pusieron en la misma postura, abriendose de piernas en los reposabrazos, apoyando un codo sobre el respaldo. Derek se fue a por Grant, blandiendo la apretadita raja de su culito blanco y suave con su durísima polla hasta penetrarlo a pelo.

A Grant le brincó la polla al sentirse invadido, algo que no pasó desapercibido a Derek, que enseguida se la cogió con la mano y empezó a meneársela mientras se lo follaba. Justo enfrente, Drew estaba en su salsa, penetrando a fondo a Seth, disfrutando de su culo y las sensaciones que le provocaba hacerlo, sacando la lengua, bien metido en la tarea, poniendo los ojos en blanco cuando sentía el picor incesante en el rabo.

Se cambiaros las posiciones. Drew descubrió que, ciertamente, Grant era un chico especial que lo tenía todo para abrirse un gran camino en The Nines. Tenía cara, cuerpo, culazo, polla y cojones y una sonrisa cautivadora con oyuelos amplios que te motivava a empotrarle día y noche, esperando quitarle esa sonrisita perfecta de la cara de un buen pollazo.

En un dos para dos, el granuja de Allen logró encontrar hueco. Lo intentó comiéndoles las pollas a todos. Al final eligió poner el culo, las pelotas y el rabo encima de la cara de Seth para que se las apañara con todo eso, si es que podía. Fue Allen precisamente el que organizó el siguiente movimiento, uno que les dejaría a todos con ganas de más.

Poquito a poco, tomándose su tiempo, susurró en el oído de Grant y Seth su idea. Al escucharla ellos asintieron encantados. Los tres se pusieron de lado en el sofá elevando una pierna. Seth en cabeza, Allen entre los dos y Grant cerrando filas. Se metieron las pollas y se marcaron un trenecito sin condones al que se unió Derek enchufando su verga por el culo a Grant como vagón de carga y Drew echando más leña al fuego dando de comer rabo a Seth para que funcionara la máquina. Chuuu, chuuuuuu!

Drew echaba miraditas a Derek, sin poder creer lo que estaba sucediendo ante sus ojos. Allen, en mitad de todo ese folleteo, sonreía, encantado con que su idea les estuviera haciendo disfrutar a todos. Como respuesta, Drew pidió a Allen probar de nuevo su culo. Se sentó en el sofá y disfrutó observando cómo ese precioso culazo bajaba en una sentadilla y se zampaba toda su polla como si nada, cogiendo al chaval por las caderas, haciéndolo suyo.

Grant, al que la idea del tren le había puesto cachondo, reimaginó la escena y se encaramó sobre Allen, metiéndose por el culo su polla, haciendo un nuevo trenecito pero esta vez en vertical. A partir de ahí, la imaginación de los chavales se desbordó. A Grant se le ocurrió otra buena, una de la que copiaron Allen y Seth. Los tres se dejaron caer por el respaldo del sofá, con los culos hacia arriba, piernas bien abiertas y agujeros a placer.

Ningún hombre, ninguno podría resistirse a esa imagen en sus retinas, la de tres chavales apuestos y dotados, todos juntitos, con los culos a tiro de piedra. Drew y Derek sólo tenían que dar un paso al frente, dirigir sus rabos hacia los agujeros y meterla. Tan fácil como eso, tan jodidamente fácil. Y tan delicioso. Nada más meterla de nuevos Drew con los ojos en blanco. Que los chavales se entregaran con tanta facilidad a los placeres de la carne le estaba haciendo rebosar la leche de los huevos.

Los chicos se miraban, se pajeaban, disfrutaban de esas pollazas metiéndose dentro de sus culos. Seth fue el primero en sacar. Tenía al lado a Grant, que lo miraba con esa carita, esos ojitos, pasándoselo en grande. Drew tenía un dedo metido dentro de su culo, ya que ambos se estaban follando a los otros dos y no quería dejarlo sin su culo relleno. Así fue como Seth se corrió encima, intentando en vano llevarse la camisa y el chaleco hacia arriba para no mojarse, pringándose al final los bajos.

Allen fue el siguiente en mojarse el chaleco. Tenía a Derek metiéndose dentro de él, se pajeó la polla y unos chorretes blancos y bien espesos salieron del rabo, colgando de la punta y de su puño. Gimiendo en alto, Grant sacó fumata blanca y empezó a rezumar leche que le resbaló por toda la empuñadura. Derek miró a Drew con cara de cerdo, sacó la polla, se cascó un pajote y decoró la entrada del ojete de Allen con su semen, estrujándose bien el rabo para que cayera hasta el último chorrete.

Drew era el último hombre en pie. Prefirió divertirse metiéndola hasta el final en el culito de Grant. Aguantó hasta el último segundo en el que sacó la polla y se masturbó a toda hostia. Fue mirar hacia abajo, ver el culazo de Grant y encontrar todas las respuestas en su cabeza, dentro de todo su ser. Un escalofrío recorrió su cuerpo y empezó a correrse, ensuciando las nalgas y la raja del chaval, todavía abierto de piernas para recibir cariño.

Tres chavales con los culos en bandeja, los puños llenos de leche y con los mecos dejando lamparones en los chalecos de sus trajes. Dos tios que acababan de follárselos, de agujerearlos sin piedad hasta correrse encima de ellos. Eso era el puto The Nines, un imperio construído para conseguir hacer realidad los sueños de los hombres, sueños de los que ni siquiera habían sido conscientes.

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