Eddie Patrick da culo a Masculine Jason para que se lo folle a pelo y lo preñe | Missionary Boys
Double Wide Part 1
Señor, perdóname porque he pecado, una vez más he tenido pensamientos impuros. Esto es lo que el mayor Eddie Patrick tenía que confesar cada mañana de rodillas frente a su cama con las palmas de las manos juntas, porque cada mañana al despertar, no podía dejar de imaginar guarradas cuando veía al jovencito Greyson Myles con el pijama blanco de una pieza, con toda su minga rebotando ahí dentro.
Le sacaba casi una cabeza de altura y tenía el doble de complexión corporal que él, por lo que imaginar su polla bien tocha penetrando un agujerito imposible y rellenarlo completamente de leche, era un pecado que se le venía a la cabeza una y otra vez. Y luego estaba su sonrisa, encantadora, cada vez que lo ayudaba a vestirse y hacerse el nudo de la corbata.
La misión que habían encargado al grupo esta vez parecía casi imposible. Meter en vereda a un grupo de ex convictos que se metían de todo y que vivían en una caravana del camping. Nada más llegar, se encontraron con un tipo casi tan alto como Eddie, más delgado, con muchos tatus haciendo pesas. Ryan Sebastian, que así se hacía llamar, intercambió con ellos apenas dos palabras antes de meterse en la caravana y llamar a Masculine Jason.
Un tiarrón enorme, calvo, muy atractivo, fuerte, con la barba cana y también completamente tatuado, apareció en la puerta y estuvo dispuesto a entablar una conversación con Eddie a cambio de que dejara entrar al chico a la caravana en compañía de Ryan. Todo por la fe. Greyson y Eddie se miraron. Los dos sabían lo que iba a suceder. Si querían convertir a la religión a esos dos cabrones, iba a tocar pasar por la piedra. Eddie soltó la mano de Greyson, que se metió en la caravana con ese hombre. Pensó en las cosas que le haría y supo que cuando saliera de allí, ya no sería el mismo.
Se concentró en lo suyo. Vio a Masculine llevarse un puro a la boca. Él al menos lo tendría más fácil que un chaval virgen e inexperto, porque ya lo había hecho antes. Se quitó la corbata, acercó una mano al paquete de Jason dejándole ver que sus intenciones eran buenas. Lo que tocó le sorprendió. Se la había chupado antes a tios fuertes y barrigones como ese, sabía que por norma las tenían grandes, pero la de ese superaba claramente la media.
Se puso de rodillas y esperó a que Jason se la sacara. El tio se tomó su tiempo para quitarse le cinturón. El sonido del tintineo de la hebilla hizo vibrar a Eddie, le hizo conectar con su pasado antes de entrar en las misiones. Para un chico de la calle, eso iba a ser fácil. Jason se sacó la polla por encima de la goma de unos sucios calzones boxer.
Una chistorra generosamente gruesa, encapuchada, dejando ver en huequito por el que se apreciaba un cipotón rosáceo. Olía a meado, pero también a paja, todo a la vez, un aroma que a Eddie, aparte de resultarle inconfundible, le ponía cachondo. Se la llevó a la boca y deslizó poco a poco los labios por encima, mirando a Jason, que había dejado el puro aparte para soltar unos gemiditos apagados. Se vio obligado a abrirla más de la cuenta. Al tenerla cerca y chupándola se dio cuenta de lo gruesa que era.
El tio se subió la camiseta de tirantes mostrando su gran barriga. Cada vez que Eddie se la mamaba, su frente y su nariz se topaban con ella. Los hombres como Jason no se conformaban con una simple mamada, siempre querían más, así que Eddie se adelantó, le dio la espalda, se quitó la poca ropa que le quedaba encima y le ofreció su culo.
Tantas veces se lo habían hecho y no había ni una en la que no se le hubiera puesto la carne de gallina al sentir la lengua de un tio hurgando en su ojete. Era magia la forma en la que respondía todo su cuerpo ante esa sensación inolvidable. Jason se puso de pie, enfiló su gordísima verga depositándola frente al agujero de Eddie sin condón y lo penetró.
Nunca le habían metido una tan grande, de esos estaba seguro Eddie. Su agujero no se expandió por sí solo, sino que se vio obligado a ello. Era una sensación como si le estuvieran desgarrando el ano, ardiente, pero a esa sensación se unía otra muy agradable que empezaba a asomar la patita, además de que la pija se le estaba poniendo durísima. Así que tan malo no debía ser.
Antes de las misiones, Eddie había conocido a hombres como ese a decenas. Él tenía que ganarse el pan de cada día y ellos… ellos necesitaban un culo donde saciar sus ganas. Solía acudir de madrugada a los callejones junto a los bares y en cuanto veía salir a uno bien mamado, le proponía chupársela y la historia siempre acababa igual, preñado o con la cara llena de leche, pero con un billete en la mano bien merecido. Un pasaporte al siguiente día de supervivencia en un mundo desigual.
Así que si tenía que poner el culo, si tenía que enseñar a los chicos perdidos como él a hacerlo, si tenía que dejar en manos de un desconocido la virginidad de su protegido, lo haría si eso significaba un paso hacia un mundo mejor. Jason salió de su interior. Eddie se dio la vuelta y se fijó en su cuerpo. El tio iba completamente tatuado de la cabeza a los pies y precisamente era su polla la que estaba libre de tinta y destacaba ahí cilimbreando toda dura como un pegote enorme de carne pegada a su cuerpo.
Se tumbó en un colchón sucio. Eddie hizo una sentadilla sobre sus piernas enderezando su rabo y ensartándoselo dentro del culo. Se agarró los huevos y los llevó hacia arriba, para que no molestaran al meterla por el agujero y también para que ese macho pudiera ver su rabo entrando dentro, aunque con esa pedazo de barriga, Eddie se preguntó si aquella acción realmente serviría de algo.
Durante las primeras sentadas, Eddie siguió recogiendo sus huevos y su rabo con la mano, hasta que Jason le pidió que lo dejara todo suelto, que le apetecía verla rebotar. Eddie la soltó. La tenía bien larga y grande como para que cualquier hombre que se preciara quisiera ver toda esa dote rebotando sobre su panza. Aunque estaba seguro de que Jason no podía verlo, el cabrón se lo pasó bomba sintiendo los huevazos calientes sobre su barrigota y mirando con el mentón hacia abajo para ver esa larga pirula saltando.
Eddie se dio media vuelta y siguió cabalgándolo, esta vez dándole la espalda y culo. Jason señaló unas balas de heno apiladas que había cerca. Quería que Eddie se tumbara encima de ellas bocarriba y abierto de piernas. Le apetecía penetrarlo de pie. Jason cogió la sábana sucia que recubría un mugriento colchón y la puso encima de las balas de heno. Eddie se colocó encima, se puso de lado y alzó una pierna. Jason lo atrajo hacia él cogiéndolo por los muslos y le metió la trucha.
Se hizo una paja mientras ese tio se lo follaba y mientras la lefa escapaba de su polla por su mente desfilaron algunos de los tios que le habían dejado impronta y lo que le hicieron. El que le daba de hostias y se lo follaba como un animal hasta hacerle sangre en el ojete, el primero que le disparó al ojo, al que le gustaba mearle encima antes de follárselo todo mojado con su pis y disfrutaba esnifándoselo de arriba a abajo.
Venga, dale, cabrón, córrete dentro. Sabía que la fe iba a entrar mejor así, que si ese tio se corría en otra parte, porque dejarse preñar era un acto demasiado importante para cualquiera. Al escucharlo, Jason se puso tan cachondo que le bastaron un par de embestidas más para dejar su semilla dentro de Eddie. Una más. No fallaba. En cuanto un tio escuchaba que podía dejar fluir su río dentro, todos actuaban igual, dejádnose llevar sin control sobre sus emociones.
Unos gemidos desgarradores. La cara se le puso roja. Poco a poco se fue relajando, intentando respirar con diligencia, recomponiéndose de ese maravilloso momento. Al sacar la polla, el ojete de Eddie se quedó huérfano y comenzó a latir esperando más rabo y al expandirse y cerrarse empezó a soltar un río de leche que resbaló por su nalga hasta la sábana. Eddie se limpió el culo con la mano y se la llevó a la boca para probar la mercancía. Estaba buena.
Después de recibir semejante pollón, el ojete se le quedó abierto. Al ver el agujerito negro y mojado, Jason le metió un dedo. Le sacó más leche de dentro. Al recoger sus ropas, Eddie se sintió culpable. Había dejado demasiado tiempo solo a Greyson dentro de la caravana con ese otro hombre y todavía no había salido. Aunque preocupado por él, tenía que dejarle hacer. Sabía que la primera vez iba a dolerle, pero esperó en lo más profundo de su ser que Greyson encontrara el camino para convertir ese dolor en placer.