Sir Peter empotra el culazo de Paddy O’Brian sin condón con su gigantesca pollaza | Naked Sword
Spain In The Ass - Part 1
Ya no podían aguantarse más las ganas. Durante muchos años Paddy O’Brian y Sir Peter se habían deseado demasiado, pero nunca habían dado el paso. Ahora, durante una escapada a España, a una villa en mitad de las montañas, en la piscina, sus cuerpos desnudos, apenas con los speedo puestos, con la visión de tanto músculo, tanto vello, tanta virilidad y tanto deseo, supieron que había llegado el momento de dar un paso más allá en su extraña relación de amistad.
Y aun estando a solas, quizá por el deseo contenido de tantos años, durante los primeros segundos se buscaron no sin nervios, intentando dilucidar si lo que sentían el uno por el otro gozaba de la misma intensidad. Se rozaron los torsos peludetes con el dorso de las manos, acercaron las caras hasta rozarse con la nariz y la frente, mirándose de forma sostenida, pero sin llegar a darse un beso.
Al salir de la piscina, juntaron sus labios por primera vez. Fue Paddy el que casi tuvo que ponerse de puntillas para morrear a ese macho. El contacto de sus bocas y el roce de los pelillos de sus bigotes y barbas les pusieron cachondos y enseguida los paquetes en los speedo se inflaron con un tamaño considerable. No pasaron desapercibidos para ninguno de los dos, que enseguida llevaron las manos al pan.
Los dos estaban buenísimos, era innegable. El cuerpo de Paddy era en sí mismo como un templo del amor. Atlético, musculoso, con los pectorales y abdominales super marcados, irresistibles. Sir Peter cayó de rodillas tras rozarlos con su semblante. Lo mismo hizo con el paquete antes de tirar de la goma hacia abajo y dejar que saliera rebotando, como un resorte, una polla larga, gruesa y más dura que una piedra, con un cipote despampanante que instintivamente le hizo sacar la lengua y relamerse de gusto.
Lo chupó, le entregó su saliva como si fuera la bola de un helado italiano y se la empezó a mamar. Paddy aferró la cabeza de Sir Peter entre sus manos atrayéndolo hacia su entrepierna y le folló la boquita, sacándole unos sonidos guturales que eran una puta delicia para los sentidos. Se inclinó para besarle, para dar lubricante a esos labios formidables y apetitosos y que se la siguiera chupando así de bien. Sir Peter abrió la boca y sacó la lengua mirando hacia arriba. Un gapo directo a su lengua para que entrara mejor.
Era el turno de Paddy. Se arrodilló con respeto, a sabiendas de que lo que le esperaba era grande, muy grande. Para dejar salir el rabo tuvo que tirar de la goma hacia afuera y hacia abajo, porque estaba rellenando completamente el bañador. Un pollón gigantesco, tan grande como un puto brazo, le dejó con la boca abirta y con un hambre de rabo insaciable.
Lo calzó con una mano dándose cuenta de que no sería suficiente, de que sus dedos ni llegaban a tocarse. Así de gorda la tenía el cabrón. La miró desde la distancia, la atrapó con ambas manos y la empezó a pajear. Cuanto antes se decidiera mejor. Abrió tanto la boca que se le marcaron las venas de la frente y del cuello y se metió dentro de la boca el pollón más grande que se había metido nunca.
Tras el primer intento, salió a tomar aire y se dio el gusto de sostener el gigantesco mazo sobre su cara mientras le comía todos los huevos. Madre del amor hermoso, qué pedazo de pirula. Ni intentando tragar a tope era capaz. Sacó la polla de entre sus labios dándose cuenta de que apenas había sobrepasado el frenillo, porque el cipote ya le rellenaba la cavidad bucal entera.
Ya tenían una edad para saber lo que significaba aquello. En una regla no escrita entre hombres, el que la tenía más grande tiraba primero en el juego del amor. Temiendo que después de aquella sesión, el ojete de su culo no volvería a ser el mismo, Paddy entró en la villa y gateó sobre el sofá hasta poner en bandeja a Sir Peter su culito de futbolista blanco y redondito.
Sir Peter le asió las nalgas y se las separó para descubrir su ojetito apretado y rodeado de pelos. Si quería que su pollón entrara dentro, iba a tener que currárselo y mucho. Si su instinto no le fallaba, ese culete se lo habían follado pocos hombres. Pasó el rabo de Paddy entre sus piernas y le hizo la triple comida, paseando su lengua por el cipote, el pene y los huevos hasta finalizar de nuevo en su agujerito.
Los dos estaban ya excitados y necesitaban estar uno dentro del otro con urgencia. Sir Peter dio la vuelta a Paddy y lo colocó a su mano, bocarriba y abierto de piernas. Iba a entrar ya, estuviera o no preparado. Al colocar su cipote justo en la entrada, Paddy soltó un gemido cargado de placer y a la vez de miedo. Una mezcla de dolor y gusto dejaron a Paddy con la boca abierta y los ojos bien abiertos mirando los de Sir Peter, conectados mientras cada centímetro de su gigantesco pene iba entrando dentro de él sin condón.
La mitad del rabo dentro y la otra mitad fuera, demasiado como para tragárselo todo de una vez, Paddy frenó a potencia de Sir Peter con el pie, plantándoselo encima del pecho. Su culazo peludete penetrado, con esa polla de lujo ocupando todo su ano, su cuerpo sudado y su guapísima y atractiva cara sugiriendo cada momento de placer y dolor a partes iguales.
Ningún hombre debía resistirse a los placeres de la puerta de atrás. Paddy hacía tiempo que lo había descubierto y además había aprendido a disfrutarlo. Tardó unos minutos en acostumbrarse a algo tan grande dentro de él. En cuanto tuvo ocasión, se auto penetró meneando el culete hacia adelante y hacia atrás para tragar más polla. Sir Peter le agarró las piernas, se las juntó y penetró ese culito blandiendo el interior de sus nalgas.
Se abalanzó sobre Paddy poniéndose encima en posición de flexiones y le hizo el amor. La conexión fue brutal. Imposible parar quietos mirándose fijamente a los ojos. Sir Peter intensificó la follada metiéndose hasta la cocina y Paddy le animó a hacerlo dándole palmadas en el culo. Terminó tan excitado que pidió a Sir Peter que se lo follara como un perrito, para lo cual Paddy se puso de rodillas mirando hacia el respaldo del sofá mientras Sir Peter atacaba por detrás con destreza.
Ciertamente el ojete de Paddy ya había dejado de ser el mismo. Había adquirido un todo más rosáceo y justo en medio se apreciaba el agujero negro que jamás se cerraría, un agujero que conducía directo a su ano. Sir Peter se la encajó por detrás e hizo movimientos con el culete para poder metérsela más adentro. Si algún vencino hubiera pasado por allí en ese momento, habría llamado a la policía al ver a un hombre atacando a otro por detrás y a otro delante pidiendo ayuda, posando la mano sobre la ventana y dejando su marca.
No era una agresión, era una pedazo de follada de las grandes. Sir Peter se subió al sofá y protegió ese culazo preferido con la polla, que cada vez entraba mejor. Sabía bien cómo hacer que un tio le abriera las puertas, inclinándose sobre su cuerpo desnudo, comiéndole la oreja. Se abrazó a Paddy y algo le dijo que podía pasarse la vida así, penetrando ese agujero tan apretado, sintiendo tanto puto gusto a espuertas, haciendo que Paddy sintiera el calor de España en el culo.