Cole Connor calma la ira del preso Joel Hart chupándole su descomunal y preciosa verga y dándole un buen culazo para que se lo reviente a pelo | MEN

Rise Of The Prison Bitch Part 2

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Era imposible hacerse con algunos tios que estaban entre rejas como Joel Hart, sin duda la parte más complicada para Cole Connor como policía. Contínuas faltas de respeto y descato a la autoridad, verbal y no verbal, como esos deditos que le mandaban a tomar por culo cada vez que cruzaba por su pasillo. Pensó que meterle de compañero a un chavalín guapete sería una buena idea, pues todos allí sabían lo necesitados que estaban algunos de meterla por un agujero, pero ni con esas.

Ante los gritos del chaval, que al encontrarse cara a cara con ese tiarrón tatuado y bestia, vio peligrar la integridad del agujero de su culito, Cole inmovilizó a Joel en una silla de ruedas y se lo llevó aparte a una de las habitaciones de la enfermería. Se juró que nunca haría aquello, que con su autoridad y la porra tendría suficiente, pero con ese tio no había manera, así que sacó el último arma que tenía para hacerse con el control de la situación.

Si una buena mamada no le relajaba, no sabía ya qué podría hacerlo. No podía rebajarse más. El poli comiéndole la polla al preso. Se puso de rodillas delante de él, le desabrochó el mono naranja desde arriba hasta la entrepierna y no pudo evitar sorprenderse al ver la pedazo de verga que se gastaba ese semental, larga, bien gorda, empinadísima y con el cipote ligeramente recubierto por el pellejo.

No esperaba menos de un tiarrón así y es que ya sólo con verle las manos grandes y esos dedacos, podía intuir que iba sobrado de pija. Empezó a chupársela, a dejarle las babas encima, a acariciarla entre sus labios, sacó la lengua, le relamió toda la barra y le miró a los ojos fijamente para ver cuál era su reacción. Tiró de la entrepierna del mono naranja hacia abajo, porque ya no podía desabrochárselo más, le sacó las pelotas y las palmeó para sentir lo calentitas y llenas de leche que estaban.

Qué pollón, la virgen, era descomunal. Le entraron ganas de comérselo hasta las bolas y lo intentó varias veces. Joel no paraba de susurrar «joder» todo el rato, poniendo cara de gusto, mirando la atractiva y guapísima cara del poli que se la estaba chupando. Cole no solo tenía a tiro la polla, sino que por la abertura del mono podía ver el torso tatuado y cachas del preso, marcando unos abdominales dignos de hacer flaquear las piernas y abrir el ojete a cualquiera.

Cada vez más excitado, a Joel se le ponía más dura cada vez que Cole se la relamía y se le quedaba mirando, sosteniendo su enorme polla encima de esa cara, rozándola con la lengua, la punta de la nariz, los pelos del bigote y la barba canosa. Sin que el poli se diera cuenta, se fue quitando los amarres de los brazos hasta quedar libre. Cole, que no se había dado cuenta, pensó que aquello terminaría pronto, que ese tio se correría en algún momento dentro o fuera de su boca, le abrocharía el mono de nuevo y lo llevaría a su celda relajadito por fin.

Nada de eso ocurrió. Joel mostró a Cole que era libre de cadenas, le enseñó sus grandes manos, cogió con ellas al poli, se lo llevó a la cama, le bajó los pantalones por detrás a la fuerza descubriendo un maravilloso culazo y le penetró con toda la polla sin condón. Cole se resistió sólo al principio, cuando le estaba desnudando el pandero, pero cuando vio la forma en la que se lo follaba, calmado y como un tio normal al que le ponen un buen postre delante, se relajó y comenzó a disfrutar.

Echó una mirada hacia atrás. El tio estaba buenísimo. Alargó un brazo y le animó a quitarse el mono. Ya que estaba metido en todo el lío, al menos quería recrearse la vista viendo ese cuerpazo musculoso y tatuado follándoselo. Joel tenía un perfil de empotrador flipante. La forma en la que daba por culo dejaba embelesado por sus movimientos.

El tio arreaba fuerte, sin ser consciente de lo que tenía entre las piernas ni el daño que pudiera hacer. Era un animalillo enjaulado haciendo lo que mejor sabía hacer, abandonarse al acto de la procreación. Esa pollaza kilométrica y enorme no paraba de entrar y salir entera por el ojete del culazo de Cole. Se abrió completamente de piernas sobre la cama, Joel le agarró con fuerza por los muslos pata atraer su culo hacia el borde y se lo trincó de nuevo.

Una sonrisa de placer acudió al rostro de Cole al ver el cuerpazo de ese chulo. El sudor comenzaba a bañar su piel, a dejarla brillante, remarcando su musculatura. Solo podía entregarse, dejarse hacer. Entonces ocurrió algo que no esperaba. Joel salió de su interior, se puso de rodillas entre sus piernas y le comió la polla. Joder, casi se le sale la leche por la sorpresa, con ese tiarrón mamando su rabo, pajeándoselo con esas manazas grandes y tatuadas.

Que estuviera haciendo eso era una buena señal de que se había relajado, aunque a la vez se hubiera puesto tan cachondo que le entraran ganas de hacer aquello. Y sinceramente, Cole jamás esperó de un tio duro como él que se dignara a ponerse de rodillas y chupársela. Como regalo, lo sentó en la silla de ruedas, le dio la espalda, se sentó sobre sus piernas clavándose la pija y le cabalgó.

Menudo rabaco y qué bien entraba, de lujo. Se echó hacia atrás, se abrazó al cuello de Joel como si fueran dos colegas y siguió meneándosela con el pandero. A grito pelado, Cole se corrió disparando la leche hacia el suelo. La respiración agitada de Joel también era una señal de que estaba a puntito de hacer lo mismo. Se levantó de la silla, cogió a Cole inclinándolo sobre la cama, con una mano le obligó a tener la espalda agachada y con la otra se pajeó su descomunal verga apuntando hacia el culazo grande, redondo y follable del poli. Se lo ensució con su leche y volvió a penetrarlo.

Quizá Cole se aprovechó de su cargo en los minutos que siguieron a la corrida, pero Joel estaba con la cara tan relajada y feliz de haber podido soltar el lastre de los huevos follando como debía, que estaba dispuesto a todo. Ponerle el mono, aparte de que costaría, sería un pecado. Quería que todos los presos de camino a su celda vieran el cuerpazo de ese tio al desnudo y su enorme polla, que lo desearan en lugar de temerlo. No tenía la certeza, pero tampoco dudas de que el siguiente culito en ser follado sería el de un chavalín antes atemorizado pidiendo ayuda. Y tampoco tenía dudas de que al principio le asustaría el tamaño del rabo, pero que al ratito empezaría a disfrutar de sus bondades.

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