El coche sin duda era más barato que costearse una habitación de hotel y de lejos más morboso. Benjamin Blue estaba deseando que su chico Ryan Jacobs se lo llevaya al descampado y le hiciera el amor, pero siempre después de hacerle una buena mamada en el asiento del conductor, hasta que se retorciera de gusto y probablemente se corriera dentro de su boca, mientras el volante se le clavaba una y otra vez en el cogote.
Hacerlo en Halloween daba un poco de miedito, pero la simple idea de que hubiera merodeadores alrededor que les estuvieran mirando, que le vieran poner el culo al borde del asiento mientras su novio, desnudo, le metía toda la verga sin condón por el culo, le ponía muy cachondo. Entre el culito de Ben, que lo tenía riquísimo y de una apariencia virginal y que Ryan la tenía bien larga y fornida, los dos conformaban una buena pareja de cama.
Ryan era tan guapo que siempre hacía lo que le pedía, como si ejerciera un influjo embriagador sobre él del que no podía desprenderse. Después de un morreo, fue mirar las facciones de su carita de malote en la penumbra, Ryan hacerle un gesto picarón para que bajara a mamársela y Benjamin lo hizo sin contemplaciones, chuàndole la polla a conciencia, tragándosela entera, haciendo rebotar sus labios contra esos preciosos huevazos de melocotón.
Follaron dentro, follaron fuera y Benjamin acabó abierto de piernas de par en par en el maletero del 4×4, con su novio completamente desnudo machacándole el culo, metiendo esa enorme y larga barra maciza dentro de su apetitoso ojete. Los presentimientos de Ben no andaban desencaminados cuando aventuró que se sentía observado. Efectivamente, entre las sombras de la maleza contigua, un tiarrón, Rocky Vallarta, se bajaba los pantalones hasta los muslos y se la machacaba viendo a esos dos jovencitos retozando.
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