Se gustaban tanto que el morreo que se dieron fue de aupa, casi como si se estuvieran salvando la vida el uno al otro haciéndose el boca a boca, cubriéndoselas por completo, sellándoselas con sus labios y metiéndose la lengua. El resultado fue que sus pollas empezaron a crecer rozando las caderas del contrario. Ayudaba en la tarea el torso del que compartían detalle los dos y es que tanto Jacob Lord como Favio Vador tenían unos buenos pectorales peludetes que hacían velcro cuando se juntaban y cuya apariencia tan viril les ponía más cachondos todavía.
El rabo de Jacob fue el primero en ponerse firme. Aunque Favio lo había estado notando todo el rato acariciando sus caderas, no fue hasta que no miró hacia abajo que lo vio tan grande y erecto. Jacob, que intuía lo que iba a hacer a continuación, aferró la cara del chaval colocándole las manos a cada lado del cuello y le ayudó a bajar. Largo, grueso, firme como una estaca, Favio olisqueó el pollón y lo rozó con la nariz y los labios en toda su longitud antes de llevárselo a la boca y chuparlo.
Qué labios y qué boquita tenía ese mamón. Jacob tuvo que sentarse en el borde de la cama porque las piernas le estaban flojeando de tanto gusto. Favio no paraba de chupársela. Cuando no le estaba comiendo los huevos con la polla mojada encima de esa cara guapa, se la estaba devorando hasta meterla por su garganta. Lo poco que quedaba para que Jacob empalmara a tope, por fin llegó y el hecho de poder ver al fondo el culazo de Favio meneándose fue otro de los motivos.
A cuatro patas, con las rodillas bien separadas y el culo en pompa, al sentir la raspadura de la barba de Jacob en sus nalgas y su lengua introduciéndose por su tierno agujerito, Favio pensó que nunca un tio le había hecho abrirse tanto y tan pronto. Jacob era su macho, estaba buenísimo y pensaba dejarse hacer todo lo que él quisiera. Lo tenía claro. Por un tio así, tan atractivo, cachas, buen amante y encima con un enorme pollón, lo que fuera.
La comida de culito fue a más. Cuando Favio esperaba que el siguiente movimiento de Jacob fuera fusilarle de un buen pollazo, este se tumbó en la cama bocarriba todo lo largo que era e invitó a Favio a sentarse encima de su cara. En esa postura el culete quedaba abierto y expuesto a su lengua experta. Ya no sabía si aquello correspondía a puro libertinaje o es que realmente necesitaba abrir más el ojete de Favio de lo que ya estaba abierto.
Sea como fuera, Favio disfrutó de ese momento único, del aliento de Jacob entrando por sus entrañas, del roce de la nariz en sus pelotas, de la lengua rodeando y entrando por el agujero mientras Jacob se hacía una paja. Favio se giró y le siguió ofreciendo su culo mientras él le chupaba la polla, haciendo un sesenta y nueve que no habían previsto, dándose gusto mutuamente, preparándose para lo inevitable.
Culo abierto y polla mojada. El momento había llegado. Favio se puso a cuatro patas. Jacob le agarró por la cadera sugiriéndole que se acercara más al borde de la cama, luego tocó su muslo para que subiera la pierna derecha al colchón. Una forma de entrar bien a la primera sin que le doliera demasiado. Le hincó el pene sin condón, sacándolo y metiéndolo entero para que se acostumbrara, así unas cinco veces hasta que lo dejó dentro y empezó a follárselo a pelo, empotrándolo con su culazo de macho.
El rabo entraba apretadísimo. Los dos iban a necesitar tiempo para acoplarse como un guante. Lento pero seguro, arrastrando el pene por el interior del culo, Jacob se fue abriendo hueco. Lo que fue una ventaja, se convirtió en una dificultad añadida cuando Favio se tumbó bocarriba en la cama abierto de piernas y es que Jacob la tenía tan dura y empinada, que para poder follárselo era irremediable tener que ayudarse de la mano para conducirla hacia el agujero. Aparte, la forma de lanza de su pene, totalmente empalmado hacia arriba, hacía que a los tios les costase más asumirla en esa postura, pues les rozaba puntos de placer a los que normalmente no estaban acostumbrados.
Al final era una ventaja, porque ninguno le olvidaba fácilmente y Jacob, de tanto follar, al final también tenía sus técnicas. Una de ellas era follarse el culo penetrando de lado, lo que hacía que se volvieran locos. Favio cayó en sus redes, mirándolo con deseo, mordiéndose el labio inferior del puto gusto, asintiendo con la cabeza, exigiendo que empezara a darle más duro.
El que también tenía sus técnicas era Favio. Sabía cómo poner a un hombre al límite, ponerlo contra las cuerdas. Lo hizo con Jacob, sentándose sobre sus piernas. En lugar de ser él el que saltara, dejó el culo quieto, obligando a Jacob a culearlo desde abajo, sin poder sacar el pene por completo, entre las espada y la pared. Para cuando Favio decidió elevar el culete, Jacob tuvo que respirar profundamente, porque estuvo a milisegundos de correrse encima.
Volvieron a hacerlo, aunque esta vez Favio sí ayudó a batir esa pollaza. Se miraron, se gustaron, rozaron con sus manos todo lo que les apetecía. Las de Jacob no paraban de sobar los pectorales musculosos y peludos de Favio, que poco después se dio la vuelta y siguió dejándose follar en esa postura. Regresó bocarriba y se corrió encima, glaseándose los pelazos negros por debajo del ombligo cuando Jacob se abalanzó encima de él y le amó con locura.
Jacob se la metió un ratito más hasta que no aguantó. Le sacó la polla y anunció que le iba a dar leche. Se pajeó y se corrió encima de su culo, en todo su ojete, para acto seguido conducir el rabo encharcado de lefa hacia el interior del agujero, donde terminó de reventar. Sacó el rabo mirando esa raja del culo tan mojada y se excitó tanto que volvió a meterla dentro. Volvieron a besarse, acompañando el gustazo que sentían después de las corridas.
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@ fotos por Oscar Mishima