Tim Kruger mete un folladón a pelo al chulazo guaperas de Rex Lima y se corre en su cara | Tim Tales
Hay muchas cosas que se la ponen dura a Tim Kruger cuando mira a otro tio y esas cosas llegan a otro nivel cuando se encuentra con Rex Lima, porque quedarse mirándolo es como admirar una obra de arte. Por primera vez siente lástima porque sabe que le gusta tanto que acabará destrozándolo con su polla y ensuciando con su semen toda esa belleza, pero tampoco se arrepentirá de hacerlo, sino que cuando acabe con él, se sentirá satisfecho.
Su pelazo, repeinadito y de estilo militar, las cejas espesas sobre unos ojazos que le llenan de amor, nariz ancha, ese fino bigotito italiano sobre unos morritos que apetecen besar hasta hartarse, una sonrisa contagiosa, hombros, bicepos, pectorales y abdomen fuertes y musculosos. Un chulazo musculitos y guaperas al que está deseando trincarse por todas partes.
Levanta la cabeza y exhala un gemidito de gusto la primera vez que le mete la polla dentro de la boca. Es tan guapo y la chupa tan bien que tiene que retirar la vista para que no le invada el primer flujo de leche en sus pelotas. Lo que empieza con una mamadita acaba con un gag the fag, follándole la boquita, atragantándole con su enorme rabo de veinticinco centímetros hasta que le hace llorar y las babas inundan toda su cara juntándose con sus lágrimas.
Ya lo siente, pero es que le tiene demasiadas ganas, porque Rex es como un dulce demasiado apetecible. Le pone a cuatro patas y se lo zumba a pelo. Le mete toda esa ingente barra de carne por el culo y el cabrón no para de sonreir, más guapo todavía, como si no le costara tragar semejante polla. Le deja cabalgar sobre ella, comiéndosela enterita, pajeándola con el ojete, lo pone sobre su cuerpo, con los pies sobre sus muslos y le ataca desde abajo en una desbandada de pollazos salvajes.
Eso no podía acabar de otra manera. Ni su culo, ni su espalda, ni sus pelotas, ni su polla, la leche tenía que ir a parar directamente a su carita guapa. Un buen flujo en toda la boca y luego su sonrisa perfecta, con la lefa resbalando por su barbilla, bien pegada a los pelos de su barba, con algunos pegotes en la parte superior de sus musculosos pectorales. Antes guapo y ahora requete guapo.