Casi parecían hermanos de rabo, con esas pollazas largas colgando entre sus piernas como si fueran colas de monos. Entre los dos hacían cuarenta y cinco centímetros y Tommy Dreams apenas le sacaba uno de diferencia a Antonio Peña. Teniendo esto en cuenta, saber cuánto le medía a cada uno, era pura matemática, una ciencia que a Tony poco le importaba en ese momento, pues Tommy estaba justo enfrente de él y se había encargado por los dos de coger los dos pollones y magrearlos con sus manos.
Tenía dónde agarrar, eso desde luego. Antonio tenía una belleza venezolana innata, un tio guapete, rubiales y con el flequillo cayéndole por la frente, dándole ese aire de malote. Decidió arrodillarse y desplegó la artillería de su boquita haciendo hueco al rabazo del francés. Daba el perfil de un mamón de pro, atrapando la pija con sus labios y engrasándola con sus babas. Tommy pasó de tenerla colgando entre las piernas a tenerla rígida y apuntando hacia arriba en cuestión de segundos.
Cada vez más grande, dura y larga, la mamada se le puso cuesta arriba a Antonio. La marca de la saliva, de la polla mojada, sólo llegaba hasta poco más allá de la mitad. Eso no hizo que se amedrentara. La pollaza estaba super apetitosa y le tenía muchas ganas. Entre sonidos guturales intentando tragar hasta el fondo y que cada vez resbalaba mejor entre sus labios, sus morretes se quedaron llenos de babas que Tommy aprovechó para deslizar su rabo por encima, alrededor de su boquita, antes de usarla como agujero donde bombear sus ansias.
Fue en el sofá donde casi por fin consiguió tragársela casi entera. Tommy se tumbó, Antonio a cuatro patas encima de él. Tommy le colocó las dos manos encima de la cabeza y empujó hacia abajo. A Antonio no le quedó otra que tragar. Lágrimas en los ojos, pero menuda tranca se había comido, a apenas diez centímetros de la gloria. De regalo se llevó en los labios algún pelo de esa polla, que se quitó a tiempo antes de que Tommy fuera hacia su boquita para regalarle unos cuantos besos y rociarle los labios con nueva saliva.
La silla de mimbre fue el lugar donde se enamoró del culazo del venezolano. Lo puso de rodillas, mirando hacia el respaldo. Al sentarse sobre sus talones, eso hacía que el trasero de Antonio se quedara desprotegido y abierto, mostrando todo su esplendos, con los huevos y la polla colgando entre sus piernas. Ese ojete iba a necesitar poco trabajo porque estaba super abierto, destinado a tragar cosas grandes, muy grandes.
Tommy se sorprendió al ver el pedazo agujero, desplegando su amor con un buen diámetro que latía, abriéndose y cerrándose para él. Le cubrió por detrás y le empaló con su gigantesca arma. Toda la pirula entrando sin condón por el ojete de ese chico guapo. Enterita, hasta los huevos. Cómo tragaba el cabrón. Sus piernecitas flojeaban de vez en cuando cuando él lo atravesaba con su porra.
Se retorcía, intentaba evadirse. Tommy tuvo que cogerle por el vientre, atrayéndolo hacia él para que no escapara. Lo estaba haciendo muy bien. No quería salir de ese culazo. Una vez se hubo acostumbrado, le puso a cuatro y le bajó la espalda para ver cómo el nardo le entraba por el culo. Teniendo en cuenta lo que le había costado tragársela con la boca, era admirable ver cómo apenas le costaba hacerlo con el ano.
Dar por culo a pelo a un chico guapito por la retaguardia estaba bien, pero mucho mejor de frente, mirando su carita, enamorándose de él. Le dio la vuelta sobre la silla de mimbre y le cubrió a pollazos. Sentir la mirada fija dle chaval mienrtras le penetraba era toda una responsabilidad que supo cumplir con creces, pero más divertido fue verle cabalgar encima de sus piernas, porque Antonio le plantó los huevos y la picha larga encima, estirándola hacia su cadera para que no molestara al saltar y lo que consiguió es que se volviera loquito al verla toda enorme restregándose por encima de su cuerpo.
Estaba buenísimo. Le metió una culeada desde abajo, volvió a llevárselo a la sillita, a darle por culo en el sofá. No podía parar de follárselo. Le hubiera encantado correrse encima de su carita, pero no llegó a tiempo y esparció toda la semilla de su amor, como una regadera, por encima de su culito. Restregó la polla, ahora algo más blanda, pero todavía rígida, por encima de sus nalgas mojadas, por su raja, intentando colársela de nuevo. Se inclinó hacia el chaval y le besó.
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@ fotos por Oscar Mishima