Ducharse con el traje puesto era un fetiche duro de roer para Alan Vicenzo. Eso de sentir cómo la camisa blanca se iba transparentando pegándose a sus pectorales fornidos, tocarse mientras sucedía, era un cúmulo de sensaciones casi indescriptibles. Llegaba un momento en que podía notar el peso de los pantalones, el agua dejando empapados su calzones. Entonces se la sacaba de la bragueta y se hacía una paja.
Su compañero de piso, con el que iba en coche todos los días la curro, se impacientaba al ver que llegaban tarde y apareció en el momento álgido, cuando le dio por desgarrarse los pantalones por detras abriendo la raja de su culo. Al verlo tan caliente, John Brachalli se metió en la ducha y le dominó, abrazándole, morreándole y paseando su mano por ese culazo redondo y grande. La sensación que le dejó tocarle el trasero pomposo le devolvió la vida a su polla.
Si por el fuera, ya no tendría que ducharse ni jugar allí jamás a solas, a partir de ahora tendría un compañero con el que divertirse en el agua. John bajó a comerle la polla y luego le dio un buen repaso a la raja de su culo. Antes de metérsela sin condón, le hizo agacharse, le desgarró la camisa cual supermán y le rozó con la punta del cipote las tetillas duras. Qué rico sentir la punta de la tetita masajeando la rajita de su capullo. Así sí se le puso bien dura para empezar a follarle.
Le puso mirando contra los azulejos de la pared y le metió la polla desnuda hasta los huevos, dejándoselos tan bien encajados que vistos desde abajo no se podía discernir si esas dos grandes pelotas eran de uno o de otro. Había espacio suficiente en la ducha como para sentarse y dejar que ese hombretón le cabalgara. John se puso de rodillas para que Alan se corriera en su cara. La leche no tardó en salir, animada por esa cara tan guapa con barbita y esos ojazos enamoradizos.
