No podían encontrar la caja que faltaba en el envío. Si no lo hacían, perderían toda la venta del mobiliario. Adam Franco hubiera jurado que estaban todas y no sabía que hacer para pedir perdón a su compañero Dani Robles. Si pudiera hacer algo para compensarlo, lo haría. Se lo dijo con palabras y mientras lo hacía, vio cómo Dani le miraba con carita de deseo, posando su mirada en su barbita blanca, acercándole a él y desabrochando los botones de su americana.
Al tener su boca a apenas un par de centímetros, Adam sintió su deseo, su aliento, notó cómo le desnudaba con esa mirada de ojos brillantes y penetrantes. En un acto inconsciente, ambos se relamieron los labios y empezaron a besarse. Dani se agachó, palpó la forma de un buen trabuco por debaj de los pantalones de Adam, se la sacó por la bragueta y se merendó su gordísima pollaza.
Una sensación de tremendo gusto invadió a Adam. Los cabezazos, el sonido de la chupadita, a eso añadió unos gemiditos acallados por su polla, cuando alargó la mano y comenzó a dedear el ojete de Dani dándole gustito. Los mismos dedos que le metió dentro de la boca cuando ya se lo estaba follando, con ese culazo saltando sobre su hermosa verga.
Si esperaba sumisión por su parte, le dio todo menos eso. Adam se convirtió en todo un cabrón follador y a Dani le encantó sacar esa parte salvaje de su compañero, la que intuía que llevaba dentro pero aún no había visto y estaba deseando. Enseguida le tuvo detrás dándole por culo, arremetiendo con fuerza, tapándole la boca para que se callara, apretando su cara contra la suya, confundiéndole susurrándole guarradas al oído que se le metían hasta lo más profundo de su ser. Dani disfrutó de lo lindo pelándose la polla mientras Adam se lo follaba a pelo, viendo ese torso de macho fornido salpicado de pelitos canosos, salpicado de experiencia.
