Cruzó las puertas del local e inhaló aire por los pulmones, orgulloso por cómo había quedado de guapo. Franky Fox ya podía ver a los chulazos detrás de la barra con sus camisetas de manga corta ceñidas, unos tan guapos que ningún cliente podría apartar la vista de ellos, allá al fondo a la derecha los baños, donde ocurrirían cosas la mar de interesantes y la entrada a la zona de cruising, con algunos que se quedarían a la entrada sin poder contener las ganas haciéndose unas pajas, quizá unas mamaditas.
Estaba tan contento que se olvidó girar el cartel de «cerrado» y un cliente se coló por la puerta creyendo que el local ya estaba abierto al público. Dani Robles tenía pinta de venir del trabajo con ganas de pillar un buen rabaco para aliviar la tensión del curro. Franky le dijo que todavía estaba cerrado, pero pensó que hubiera sido una pena desperdiciar la visita de ese galán. Se acercó a él, olía genial, qué mejor forma de inaugurar el club que haciendo guarradas con ese tio.
Esos pantalones de vestir no pudieron esconder lo mucho que se gustaban. Apenas unos segundos intercambiando saliva, se tuvieron que bajas las braguetas y sacarse las mingas bien duras. Continuaron morreándose, pero ahora con las manos ocupadas, pajeándose uno la polla del otro. Franky estaba cachondísimo, muy salido. Cogió a Dani, lo sentó encima de la barra y le hizo una buena comida de rabo y culo.
Joder cómo gemía de gusto Dani al sentir la lengua húmeda y caliente de Franky rozándole una de las partes más sensibles de su cuerpo. Sintió que se derretía. Se bajó de la barra, se colocó de pie y un poco inclinado hacia ella dando la espalda a Franky. Le pidió que le metiera la polla por el culo, así, a pelete. Dani notó que la tensión del curro se rebajaba a medida que ese varón lo empotraba. Bajaron al suelo y se cabalgó su verga antes de que los dos se dejaran vencer de gusto.