Han hecho un descanso en el curro y los dueños de la casa no están. Menuda paliza se han pegado desde primera hora de la mañana pintando paredes. Se han levantado tan pronto que a Abel Sanztin ni le ha dado tiempo a hacerse la paja de la mañana. Por eso se le pone bien dura cuando ve a su compi comerse el plátano del poste, amasando la pulpa de la banana entre sus gruesos labios. Si tuviera unos así de guapos rodeando su polla.
Con los veinticuatro centímetros que se gasta, como para esconderlos, y encima debajo del mono de color blanco que lo marca todo a rabiar. Louis Ricaute se acerca y le marca el pollón con la mano para ver si es de verdad todo eso que ve. Es de verdad y al tocársela a él también se le pone dura. Le entra la curiosidad. Abel se la saca, la zarandea un poco y pregunta con la mirada a su compi si quiere comérsela.
Tragando los últimos trozos de plátano que tiene en la boca, Louis hace hueco y se pone de rodillas delante del chaval, le relame el capullo y empieza a pegar cabezazos tragando rabo, sintiendo cómo el cipotón le oprime la garganta dejándole sin respiración. Para él que es un tio grande, esa polla está hecha a medida. Bien larga y bien guapa, cuando se la saca de la boca la observa y se le abre el apetito. Se fija en las arrugas que forman los huevos en el base, todavía a medio salir de la bragueta del mono.
No es el único que se lo está pasando bien. Abel tiene dificultades para no correrse, porque está viendo que Louis se ha quitado los pantalones. El cabrón tiene unos buenos muslazos y un culo soberano. De imaginar penetrar entre esas dos grandes y poderosas nalgas, se le sube la leche acumulada en las bolas. Que se haya quedado con la camiseta negra de manga corta no ayuda en nada, porque al ver los rastros de pintura blanca encima piensa en ese tiarrón en medio de un corrillo de pollas dándole lefa.
Qué morritos tan guapos. De cuando en cuando le sube la carita, le agarra la mandíbula con la mano, se la acaricia y le relame los labios, saboreando de paso el regusto de su polla. Abel se sube a la escalerilla pequeña y le vuelve a dar rabo para mamar. Louis aprovecha para hacerse paja. Está tremendo. La camiseta se le ciñe a los biceps y a los pectorales que da gusto. Tiene la pija tiesa y apuntando hacia arriba, señal de que le está gustando mucho el parón para la merienda.
Al verle todo tan ceñido, Abel siente la necesitdad imperiosa de levantarle la camiseta. Al descubrir su torso super peludo se le revoluciona todo. Tiene un pedazo macho comiendo de su polla. Le soba los pectorales, le acicala los pezones con piercing con la yema de los dedos. Cree que le ha soltado algo de precum y eso que aún no han follado. Louis gime más alto con la polla dentro de la boca. Sí, le ha soltado un poco de leche.
Cuando Louis le da la espalda y le deja el culo a muerte, Abel no sabe por dónde empezar a comerse semejante salvajada de trasero. Se acerca a él despacio y con sigilo. Lo esnifa colando la nariz en la raja y saca la lengua para lamerle el agujero. Delicioso, caliente, bien abierto y grande para recibir su descomunal rabo. Para chuparlo se agarra a su pandero, a la polla dura que se le ve entre las piernas.
Se levanta, roza la entrada con el cipote encapuchado y la hunde dentro de su pedazo de culo sin condón. Louis la recibe con alegría gimiendo en alto, girando la cabeza hacia atrás para ver a su compi zumbarle, alargando una mano y apoyándose en la pared que tiene enfrente para no perder el equilibrio del puto gusto que le está entrando.
El pollón de Abel entra perfecto y ajustado. Con ese culazo tan grande a la vista, tan necesitado, lo enchufa sacando y metiendo la pipa hasta el fondo, sin darse cuenta de que está metiendo y sacando de un estrecho agujero un cuarto de metro de polla. Así hace gemir de fuerte a Louis, que cuando se la saca del culo, se tiene que tomar un momento para relajar su esfínter.
Después del break, pone la parte baja de la espalda en la parte superior de la escalerilla, se apoya en la pared y se coge las piernas con las manos para abrirse. A Abel le impone un tiarrón así de grande y atractivo, pero sabe que tiene rabo de sobra para cumplir. El rabo es como un mástil que no para de entrar y salir. Algo toca en Louis que repliega las piernas y le empiezan a temblar. Le está sobando bien la próstata y más allá.
Si la ilusión de un tio hetero es tener a una tia cabalgando sentadita su polla y dejarse marear por sus melones danzando delante de su jeta, la de Abel es tener a un tiarrón así de machote y fornido y recrearse con su cuerpazo. Cuánto pelo, cuánta virilidad por centímetro cuadrado y esos pectorales cuadrados y enormes. Se ve obligado a retirarse en batida por miedo a correrse.
Así mejor, siendo él quien lleva la batuta, dando duro a Louis que vuelve a estar bocarriba, sin tener su culo bombeándole la chorra sin control. Aunque la cosa no va a durar mucho más. Louis se la pela, echa la cabeza hacia atrás y se suelta un chorrete blanco de lefa por debajo del ombligo que pone la seña de identidad en ese cuerpo de canela.
Abel se la saca y durante unos segundos piensa dónde quiere correrse. Descargar sobre ese cuerpazo sería la hostia, pero entonces piensa en la carita, en esos labios gruesos que le volvieron loco. La lástima es que le entra demasiado gusto como para controlar la corrida y entre flojeo y flojeo de rodillas, en lugar de pintarle los morros le pinta la barba con unos buenos lechazos largos, como buen pintor de brocha gorda que es. Se recupera mientras Louis le mira y le chupa el cipote, sonriendo por haberle regalado todo ese postre.