Hace unas semanas Jarred Bornet no podía imaginar que un cuerpo como el suyo se quedase tan fibradito y marcando abdominales después de unas duras sesiones de entrenamiento. Se mira al espejo de la sala del gym y se pone cachondo consigo mismo. Entonces el sudor, la visión de su cuerpazo y el sentirse tan bien después de hacer deporte, le llevan a imaginar cerdadas.
Se imagina tumbado sobre una de las colchonetas del lado de donde entrenan los gimnastas como Izan Loren, considerados los tios más guapos y buenorros del local. Izan va descalzo y hace que Jarred le coma el pie con los calcetos puestos. Izan le sube la camiseta, le baja los pantalones de entrenamiento y le coge la polla con una mano fuerte y caliente, con los nudillos de los desdos tatuados de amor, después con la otra cargada de odio.
Jarred ama esa carita, por eso es la primera en la que piensa cuando tiene que imaginar la de un tio chupándosela. Un tio guapo con barbita de varios días jalándole la verga y después adueñándose de su culo. Izan le ata las manos por detrás de la espalda, le tumba con el pecho apoyado en la colchoneta doblada, se pone de rodillas delante de su cara y le pone a comer rabo.
A Jarred no le importa cualquier perrería o cerdada que le haga. Es fácil chupársela a un tio que está bueno, como si por el simple hecho de que te molara un tio, las ganas hicieran que todo valga. Se la deja bien engrasadita, tanto que parece no necesitar nada más para penetrarle por detrás. Izan pasa de darle de comer polla a metérsela por el culo sin condón.
Según se la va metiendo por el ojal, nota lo grande y dura que la tiene. Los gemidos salen por su boca sin poder evitarlo. Ni eso hace que Izan retroceda un poco. La deja dentro, hasta que se acostumbra al tamaño y aprovecha para meter centímetro a centímetro hasta que se la encasqueta toda dentro y se lo puede empezar a follar.
Está inclinado sobre su espalda. Jarred puede sentir el calor de su cuerpo, la rabia con la que le empala el ojete. Se da la vuelta para ver lo bueno que está y seguir nutriendo sus fantasías mientras le empotra. Ni siquiera se toca la polla por temor a correrse. Es más fácil masturbarse dándole la espalda, cabalgando ensartado en su herramienta y aliviarse la carga de los cojones encima imaginando su carita, con el pollón de ese guaperas taladrándole el culo.