Qué difícil era meter mano a su novia cuando el suegro estaba acechando con la mirada a cada momento. Apenas podía aprovechar un par de segundos cuando retiraba la vista para subir la faldita a su chavala y magrear ese culazo que tanto le molaba. Este año, para colmo, se iba con ellos de vacaciones y, a la vista de que Lucas Frost tenía fama y pinta de un fierecilla en la cama, decidieron que las chicas y los chicos dormirían en habitaciones separadas.
Y en la misma cama!! Joder lo que roncaba el hijo de puta, sin dejarle dormir y encima Lucas todo cachondo, que jamás había pasado más de un día sin follarle el chochito a su piba. Si su suegro dormía… si su suegra en la otra habitación hacía lo mismo… quizá… Fue hasta la habitación de las chicas y efectivamente todos dormían. Se quitó la camiseta luciendo cuerpazo y abdominales. Se arriesgó, a costa de que la suegra que dormía en la misma cama pudiera pillarle, a quitarse también los boxer.
Estaba bien caliente, con el rabo un poco morcillón y empinado, el rabo que iba a ser todo para su chica. Se metió en la cama colocándose detrás de ella y frotó la chorra contra su culo hasta que se le puso bien dura. La chica despertó alucinada por el atrevimiento de su novio, justo en el momento en que su madre también se desvelaba del sueño. Su novia intentó taparle como pudo con el edredón, pero era demasiado obvio que había un considerable bulto a su lado.
La suegra retiró el edredón y pilló a Lucas con las manos hacia arriba en señal de inocencia. Pero no era lo único que tenía hacia arriba. Joder con su hija. Sin duda sabía escoger a los más guapos y pollones. Menuda pija tenía. Y ella acostumbrada a la de su maridito que no le llegaba ni de lejos a ese tamaño tan potente. Intentando recuperarse de la visión del chulazo del novio de su hija completamente desnudo, recuperó la cordura y mandó a su hija fuera de la habitación para tener algo más que palabras con su yerno.
Mientras aguantaba la regañina, Lucas intentó taparse las vergüenzas con las dos manos, pero con lo dura y grande que la tenía, ni con dos manos podía tapar todo aquello, dejando a la vista un buen cipotón y parte del rabo. Krissy le retiró las manos para ver el enorme palo que su hija se merendaba todos los días. Le dijo que como castigo iba a comprobar si era lo suficientemente bueno para su hija y con esa excusa le agarró la mancuerna y empezó a masturbarle.
La suegra tenía el coño mojado pajeando ese rabo tan grande, sintiendo el peso de las pelotas que le colgaban al chaval cada vez que se la meneaba, mirando su cuerpazo, deseándolo. Iba a ser verdad que una madre siempre sabe lo mque le conviene a su hija. Lucas pensó que la cosa se iba a quedar ahí, pero Krissy bajó por el colchón y se metió la polla en la boca.
Le pegó una buena mamada metiéndose entre sus piernas, agarró sus pechotes y le hizo una cubana o más bien fue Lucas el que le folló el orificio que ella dejaba entre sus tetas, porque estaban tan suavecitas y eran tan grandes, que se vino arriba y empezó a culear como si se la estuviera follando.
Acostumbrada como estaba a su marido, con barriga y mucho más feo, estar comiéndole la pija a un varón jovencito y mirar sus curtidos abdominales, esos pelitos incipientes de hombretón, negros, que recorrían su cuerpo del ombligo a su pubis, le volvían loca de placer. Alzó la enorme y larga polla de su yerno en vertical y se sentó sobre ella sin condón. Todo quedaba en familia.
No podía tener a una mujer saltando sobre su polla, con las tetas colgando y no acercarse a ella para amarrarlas con las manos y chuparlas como un cerdete, aunque fuera su suegra. Si eso era una prueba en la que se estaba jugando el puesto de novio y que tenía que superar, iba a darlo todo. Ya había dado la talla con el tamaño de su rabo. Le iba a demostrar a su suegra que además sabía cómo comerse un coño.
La abrió de piernas y practicó sus mejores movimientos con la lengua y los morros. Krissy no paraba de gemir. Estaba encantada por poder ver la cara de un tio guapísimo metiéndose entre sus piernas. La mirada del chico, su carita mona, su nariz posándose en los pelitos de su coño, su pelazo, su barbita raspando. Hacía tanto que no sentía aquello.
Cerró los ojos y se imaginó que era su hija, abierta de piernas tumbada boca arriba sobre la cama, su novio cogiéndole de las piernas para mantenerlas abiertas, su enorme rabo penetrando en su interior y una vez se lo había clavado hasta el fondo empezaba a follársela con fuerza. El ruido de sus caderas y el impacto de las pelotas golpeando el culo.
Abrió los ojos. No dejaba de alucinar. Ese gamberrete estaba tremendo y ahora que se la estaba follando, sus músculos en tensión destacaban sobremanera, especialmente sus abdominales. El tio sabía cómo zumbarse a una chavala, a una mujer. Podía sentir sus pelotas cargadas de leche, toda su energía, la fuerza con la que le agarraba de los muslos mientras se la metía por su coño caliente.
Krissy se puso a cuatro patas en la cama para dejarse follar como una perra. El chaval ya había pasado el filtro hacía tiempo, pero prefería no decírselo y disfrutar de su rabo y su presencia un rato más. Lucas estaba sudando. Su suegra le dio un respiro. Le hizo quedarse quieto mientras ella balanceaba sus nalgas de atras a adelante insertándose su miembro por la ranura, haciéndole una buena paja con los labios de su chochete.
Ya sólo quedaba un detalle por probar. Lucas se la sacó apresuradamente del coño. Iba ya soltando un gemido. Rápidamente se puso de rodillas a su lado, enfilando la polla hacia sus tetas y le soltó un buen chorrazo de lefa caldosa encima. El semen de indudable calidad del novio de su hija entre sus pechitos. Krissy se los agarró y los meneó para que el esperma resbalara entre sus senos. Después agarró la polla del chico y se la apretó contra sus pezones sacándole hasta la última gota. Menuda familia en la que se había metido.