Atractivo, grande, fuerte, nariz ancha, pies grandes, manos grandes y varoniles… los habitantes de la villa tenían un sexto sentido para intuir cuándo un tio calzaba bien entre las piernas. Tras dejar a Ken Summers y Lukas Daken sumidos en un mar de dudas, Rico Vega, el recepcionista del motel, se coló en la habitación de JJ Knight.
Se acercó a él sigilosamente. Iba desnudo de cintura para abajo, con su pito largo y encapuchado pidiendo guerra. Otra vez esas palabras mágicas dando la bienvenida a La Villa de las Putas provocando el efecto deseado en JJ, que cogió al recepcionista por la solapa de la camisa y lo acercó a él para pegarle un morreo.
Mientras tanto, Ken y Lukas tenían una comida de cabeza de la hostia. Necesitaban contáreselo todo a su colega para ver los puntos en común de ambas historias y así descubrir qué estaba pasando en aquel lugar. De puntillas y sin armar ruido por si estaba descansando, se dirigieron en calzones a su habitación, miraron a través de la rendija de la puerta semiabierta y vieron al recepcionista tragándose la enorme pija de su colega haciendo el sesenta y nueve.
Rico advirtió su presencia. El cabronazo, con esa pedazo polla apuntando hacia su cara y los morros mojados de tanto chupar, giró la cabeza y les invitó a pasar. Fue cruzar el dintel y una extraña magia sexual que al menos Lukas ya había sentido antes, les envolvió por completo. Era una vocecita lejana, pegada a sus cabezas, que les hacía sentir la imperiosa necesidad de follar.
Los cuatro varones se quedaron en pelotas sobre la cama retozando y besando cada parte de sus cuerpos. Ken se puso a cuatro patas mamando el rabo del recepcionista, con su culazo redondito cerca de la cara de uno de sus amigos. Lukas hacía lo propio con el pollón de JJ, tan grande y enorme, al que tenía tantas ganas desde siempre y mucho más después de contarles la historia de la follada furtiva en el campo, que le masturbó el glande y el primer tercio del rabo con la boca a lo loco mientras le miraba fijamente, disfrutando de las vistas de ese machote en todo su esplendor.
Poco tardó en clavarse la polla sin condón dentro de su culo, agarrándose por detrás a sus fuertes muslos, notando cómo le empalaba por dentro. Ken estaba justo al lado, mirando cómo el rabo de su colega impactaba contra la barriga de JJ cada vez que saltaba encima de sus piernas. Seguía a cuatro patas, pero su trasero ya no estaba abandonado, tenía dueño. Rico le estaba metiendo la polla a pelo, gozando de las vistas de esas preciosas nalgas moviéndose como flanes al impactar contra sus caderas, con todo el pitorro dentro.
Mientras Rico le daba por el culo, dando buena cuenta de su ojete con su generosa barra de carne, Ken empezaba a perder la noción del tiempo y la amistad que le unía a sus dos colegas. Su mente sólo veía tios buenos y muchos rabos que empezó a chupar a conveniencia. Ken y Lukas se dieron el lote mientras JJ y Rico les metían unos buenos pollazos por detrás.
No hacía ni un cuarto de hora que Lukas se había follado a Ken y ahora estaban otra vez enzarzados sobre la cama, Ken abierto de piernas tumbado boca arriba y Lukas de nuevo penetrando sus entrañas. Ken miró hacia arriba y se encontró con la guapísima cara del recepcionista al que tanto amaba desde que llegó al motel. A él también se lo estaban follando. Lo dos estaba sintiendo lo mismo, una extraña conexión que les unía. Le pasó una mano por detrás del cuello y se le quedó mirando fijamente a los ojos. Estaba buenísimo.
Los más dotados se tumbaron a cuerpo de rey en la cama. Ken se rellenó el culo saltando encima del mandoble de JJ, Lukas sobre el de Rico, con su enorme rabo danzando sobre su vientre, dando unos bandazos bestiales de lado a lado y fostiándole los abdominales. Esas palizas sobre el estómago cuando te estabas follando a un tio que se clavaba tu polla, eran muy bienvenidas.
Al recepcionista le molaba dar y recibir a partes iguales. Lukas pasó de ser follado a follador. Abrió de piernas a ese guaperas y le metió la polla a pelo. Ahora era Lukas el que disfrutaba de una maravillosa pollaza meneándose delante de sus ojos. La forma de la larga polla de Rico le recordaba a la de los yogurines a los que se había follado, igual de suave y de piel blandita, encapuchada, pero mucho más grande y gorda. Le encantaban los rabos con esa forma.
Los tres amigos se pusieron de acuerdo para convertir al recepcionista en la puta del bukkake, o más bien fue la voluntad de Rico la que hizo el resto, nunca lo sabrían a ciencia cierta. Se pusieron a pajearse las mingas sobre su jeta, rodeándole. Mientras se masturbaban, por su mente cruzaron los momentazos de esos últimos días, aquellos que recordaban como personas y también de los que no eran conscientes, como si alguien se los hubiera robado.
JJ fue el primero en correrse. Echó la cabeza hacia atrás del gusto que sentía. El rabo se le puso completamente duro para eyacular. Un primer grumo espeso de lefa le lubricó el cipote y resbaló por la parte baja de su larguísima polla. Le siguió un potente lefazo que se quedó pegado a la barbita del recepcionista, otro mucho más potente que casi le deja ciego, directo a la mejilla. A causa del gustazo de la corrida, desvió un poco la polla y los siguientes cayeron sobre los pectorales de Rico, que con la boca abierta y la lengua por fuera, atrapaba los deliciosos mecos que ese machote soltaba por la polla.
Lukas fue el siguiente. Rico le azuzó un poquito relamiéndole la punta del capullo con la lengua llena de semen de su coleguita. Le dejó toda la leche en los morros. Ya sólo quedaba el benjamín que se le corrió en el pechote y detrás de ellos, con la carita llena de lefazos, Rico se hizo un pajote delante de los tres colegas, masturbándose fuerte y haciendo una paradita cada vez que su polla disparaba.
Rico miró hacia arriba y vio a esos tres tios de rodillas rodeándole, sudorosos, todavía recomponiéndose de la brutal follada, con una mano calmando sus rabos recién corridos.
A la mañana siguiente, los tres volvieron al coche. Por primera vez en muchos días se quedaron en silencio, pensando si todo lo que acababa de suceder fue real, si en realidad tan sólo habían pasado una noche en aquel motel, porque algo en el interior de sus mentes les hacía pensar que no era así, que les faltaba un lapsus de tiempo que no recordaban.
Arrancaron el motor y dejaron atrás un pueblo vacío, que jamás había existido, un espacio místico y sobrenatural que se forjaba a base de los más íntimos deseos masculinos, de generación en generación desde hacía décadas, desde que un misterioso meteorito cayó en aquel lugar. Desde ese día, JJ comprendió que el noviazgo no estaba hecho para él, que le gustaba estar cada día con unos y con otros, ir de cruising y disfrutar del sexo. Lukas aprendió a dejarse llevar por sus instintos y emociones en lugar de ser tan comedido y Ken asimiló que lo que sentía por Lukas no era amistad, sino amor. La Villa de las Putas no les incitó, sino que les mostró el camino.