Es el ritual que le renueva de energía y le quita el estrés cada día que sale del trabajo. Riley Mitchel adora entrar en esa habitación de paredes rojas con una mesa negra en el centro. Cuando entra, la habitación ya está ocupada. Sus dos maestros Jack Kross y Ryan Bones le esperan para atormentarle con sus gordas pollas y con algunos juguetitos.
Disfruta del antes, del durante y del después como si fueran únicos, por mucho que repita día tras día. Cuando su cuerpo se inclina sobre la mesa, donando su pedazo culo para pollas expertas. Se siente como una puta cuando Ryan le coge por los pelos con una mano, la otra para agarrarse el rabo. Jack explora por detrás, como intentando visualizar el mejor camino por el que introducir su polla entre la raja de esas voluminosas nalgas.
Le ponen como un cerdo patas arriba. Él sólo tiene que dejarse querer, echar hacia atrás un poco la cabeza y chupar el rabo que le toque, abrirse de piernas para recibir el pollón del otro. Un rápido giro de la mesa y ahora está chupando otro rabo mientras el que antes mamaba ahora se le cuela por el agujero. Pollas calientes y duras mancillándole el culo a pelo.
Esos putos cabrones se vuelven locos follando. Con tanto movimiento de la mesa de un lado a otro, corre peligro de caer al suelo. Ryan usa el látigo para aprisionarse el nardo. Coge el lazo recién hecho por cada extremo y le propina unos buenos pollazos en la jeta. De repente un objeto más voluminoso de lo normal le entra por el culo. Jack ha cogido uno de los dildos más grandes y robustos y le está jodiendo el ojal. Ya sólo resta el final, cuando esas dos pollazas descargan y los chorretes de lefa se le quedan sobre la barbita. La leche cruzando sobre su boca, unos huevazos taponándole la oreja.