Las fantasías son gratis y el jovenzuelo Tommy Tanner tiene una muy cerda. Sueña con que un tiarrón fuerte irrumpa en su casa para robar y que aparte del dinero, se lleve su bien más preciado: la joya de su virginidad. No hay noche en que no se meta el dedo por el culo bajo las sábanas mientras se amordaza a sí mismo con la otra mano portando en ella unos calzones, los gayumbos del ladrón, poniéndole toda la huevera en las napias.
Que se produzca un robo en estas condiciones es más eso, una fantasía, que otra cosa, así que acude a un colega que conoce a otro colega que se dedica a hurtos mayores, para que le busque al hombre más guarrete, pollón y bestia que conozca. Quiere que el simulacro de robo se produzca a cualquier hora, que parezca real.
Ryan Bones entra al anochecer. Ni siquiera ha tenido que usar ganzúa porque la puerta estaba entreabierta esperando su llegada. Porta una máscara que sólo deja a la vista sus ojazos y sus labios, también unos guantes de cuero. Llega hasta la habitación donde Tommy duerme apaciblemente, le toma por sorpresa tapándole la boca para que no grite, lo pone boca abajo mirando hacia el borde de la cama maniatándole con cuerda y acude hasta ponerse enfrente de su jeta.
Con aire muy varonil, se desabrocha el botón de los vaqueros a dos manos y se saca la chorra, enorme, venosa, gordísima. Tommy come más con la vista de lo que pueden sus labios. Demasiado gruesa como para tragársela de una tacada, se le llena la boca de rabo. Ni siquiera puede sonreir porque el pollón le cubre de lado a lado, pero sus ojos demuestran que se encuentra en un estado de pura felicidad comiendo ese trozo de carne.
Ahora quiere notar cómo esos guantes fríos como el témpano se posan sobre sus nalgas, contrastando con el calor de su enorme y grandiosa polla penetrando su coño. Sí, Tommy se ha reservado una sorpresita para el mocetón y es que entre las piernas no tiene rabito, sino un coño de gruesos labios especial para pollas grandes como la suya.
Sin condón Ryan se la cuela por el chochete y le pega duro. Para que el chaval no grite tanto, coge sus calzones y se los mete por la boca. Le han pagado para tratarle como a una buena puta y eso es lo que piensa hacer. Le da de comer rabo, pero él impone la profundidad y el ritmo. Sólo cuando ha conseguido dominarle, le deja sentarse sobre su polla clavándosela entera, domándosela como un fierecilla. Tras correrse, Ryan desvela su identidad. Puede que después de enseñar su cara, tenga que echar otro polvo al chaval.