Tanto Johnny Rapid como Aaron London estaban en una etapa juvenil muy mala. Los profesores masculinos podían entenderles hasta cierto punto, porque habían pasado por lo mismo, pero una cosa era pasar esa fase de la pubertad dibujando cipotes en los cuadernos y los retretes y otra muy distinta sentarse en la última final y liarse a pajotes. Pero no pajotes a solas, sino que los muy cabrones se sentaban uno al lado del otro y cruzaban los brazos para cascársela. El resultado era que acababan los dos castigados por el director quedándose una hora más en clase a la salida.
Cuando no era eso, los pillaban peleándose a las afueras con idéntico resultado, hasta que el profesor de turno, que tenía que sufrir quedándose con estos dos, los daba por un caso perdido y terminaba dejándoles a solas en clase durante ese tiempo a su aire. Aaron era un poco más consciente, pero Johnny era un puto provocador y al final acababa cayendo en su sucio juego. Era salir el profe por la puerta y como el tio ni llevaba calzones puestos, se bajaba la goma del chándal, se cogía la chorra y se la masturbaba.
Después, cuando ya se le había puesto dura, se levantava del pupitre y se acercaba a su colega para que se la siguiera pajeando con la mano. Aunque no quisiera, Aaron tampoco podía resistirse. le gustaba la forma de la polla de su amigo, su tacto y el calor que desprendía. A qué chico de su edad no le iba a gustar ver una polla erecta delante de sus ojos. Estaban en la edad, la edad de comparar, de ver, de investigar, de descubrir nuevas experiencias.
Hacía poco que los dos se habían estado pajeando en casa de Johnny con las revistas guarras que su hermano tenía escondidas debajo del colchón. Disfrutaban viendo a tiarrones de enormes pollas clavando coñitos. Johnny le propuso usar su ojete. Él sería el hombre y Aaron sería la chica. Aaron aceptó, se incorporó sobre la mesa del profesor y Johnny se la coló por detrás. Era la primera vez que llegaban tan lejos, abandonando las técnicas masturbatorias por el follaje.
Le estaba dando mucho gustito. Comenzaba a hacer mucho calor en clase y se quedaron en pelotas para disfrutar mejor de sus cuerpos. Ya no quedaba allí ni la de la limpieza, aunque ellos ni imaginaban que el profe gay les estaba echando unas maravillosas fotos escondido tras las ventanas para usarlas después en su propio beneficio. Al final no iba a ser una pérdida de tiempo para él dejar a esos dos castigados todos los putos días hasta fin de curso. Y si eso, se iba a pensar ponerles deberes para el verano.