Hemos visto el enorme y apetitoso pollón de Koldo Goran pasearse y penetrar por infinidad de caritas y ojetes, pero ahora mismo sólo hay un tio que puede disfrutar de todo eso en la intimidad fuera de cámaras, el único que tiene pase VIP con permisos ilimitados para tocar, tragar y mamar a placer y su nombre es Kevin Lauren. Por primera vez delante de las cámaras, la parejita nos muestra cómo se lo montan en la cama.
Las telas de sus respectivos calzones van cediendo a medida que se pegan un morreo de vicio seguido de unas caricias y besitos por el cuello. Kevin lleva unos gayumbos casi transparentes que dejan a la vista el trabuco apretado contra los huevos. Las miraditas que se echan cuando se meten hasta la lengua no tienen desperdicio. Porque la tela de los calzones de Koldo es resistente, que si no ya los hubiera roto.
Se saca la maravillosa verga y pone a comer a su chaval. Tras las primeras caladitas, pone los ojos en blanco y no reprime un gemido de gustazo del copón. Kevin se la está comiendo toda y le tiene agarrado por los huevos. Todavía está morcillona y, cuando se escapa de la boca, la muy puta zigzaguea con la majestuosidad y respeto que sólo una polla de gran calibre puede hacer, intentando encontrar el hueco donde meterse de nuevo.
Kevin también deja los ojos en blanco cuando su boca se emborracha con toda la cantidad de polla que le cabe dentro. En ese momento debe transportarse a otro mundo, un universo paralelo donde los rabos son los amos y dueños del lugar. Por breves momentos vuelve a La Tierra. La pajea un poquito con mirada de lujuria, observando la magnitud de ese rabaco gigantesco y sus huevos moviéndose como flanes recién hechos.
El amor que siente por Koldo sólo es comparable al amor que siente por su gran polla. Se sienta sobre el suelo y deja la cabeza apoyada contra el borde del colchón mirando hacia arriba. Su chico ya sabe lo que debe hacer. Le va penetrando la boquita de caramelo que se llena del todo con la sola presencia de su gigantesco cipote. Demasiado grande incluso para alguien que está acostumbrado ma comérsela noche y día.
Lo que no pueda tragar la boca, que lo trague el culo, debe pensar Kevin, que se quita rápido los calzones y ofrece su hermoso y bonito culazo blanquito a Koldo. Luce precioso clavado en esa gorda y enorme estaca de macho cuando se monta encima. Tan largo que apenas le entra la mitad adoptando la postura que ha cogido. El rabo con derecho a roce consigue penetrarle sin condón de pleno cuando Kevin arquea un poco más la espalda y abre un poco más las piernas. Entonces Koldo lo coge de las posaderas y lo machada a pollazos.
Koldo toma las riendas y pone a su chico mirando al frente con las rodillas y los puños clavados en el colchón. Se pone en pie y se va agachando, protege el culazo entre sus muslos y le encaja toda la polla. La considerable magnitud de esa verga mancillando el sagrado ojal hace que las palabrotas que suelta Kevin por su boca tengan sentido.
Rendido sobre la cama, Koldo sigue machacándole el ojete. De vez en cuando se la inserta hasta el último centímetro dejándola un rato dentro y le tapona el agujero con los huevos. Kevin quiere mirarle cara a cara cuando se corra. Adora ver a Koldo dándole por el culo mientras él se pajea. Cuando le viene el gustillo, hace que pare y se alivia los cojones sacándose toda la leche.
Koldo se tumba sobre la cama de lado, en dirección contraria a la de su chico, y se casca el rabo sobre su cara. Kevin lo espera con la boca abierta. Un gemido antecede a la corrida. De repente un chorrazo de lefa largo, blanco, nutritivo y caliente rompe el aire y cae con todo su peso sobre las sábanas, el cuello, la barbita y la boca de Kevin.
Le siguen más chorretes grumosos y espesitos de leche blanca como la nieve, en tal cantidad que Kevin se ve obligado a cerrar la boca, abrumado por la cantidad de semen que sale por esa polla. Cuando parece que caen las últimas gotas, le suelta otro chorrazo sobre la barbilla. Kevin abre y cierra la boca saboreando las semillas de su macho, con dos hileras de lefa recorriéndole cada lado de la cara. Nadie le da de desayunar tal cantidad de proteínas como su chico.