Gianni Maggio mete su barrena en el culazo de Patrick Dei a pelo | Fucker Mate

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Si te ofrecen fresas o plátano para desayunar, elige siempre el plátano, lo más grande posible, que le pegues un mordisco y sea capaz de llenarte toda la puta boca. Patrick Dei sabía cómo poner a un tio bien cachondo, le bastaba su mirada y ponerle la mano encima para hacer que hasta pollones gigantescos como el de Gianni Maggio pasaran de estar refugiados entre los huevos a casi romper la tela de los calzones en cero coma.

Eso o salirse por un lateral, sobre todo si eran lo suficientemente largos. Y este lo era. Un pedazo cilindro descomunal dibujaba su forma a través de la tela desde el centro de la huevera hasta la mismísima cadera. Allí levantaba el corto trocito de tela y se dejaba ver en toda su hermosura. Patrick se la sacó, pero aunque le encantaba tener ese trozo de carne caliente entre las manos, la dejó caer para verla en toda su enormidad.

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Eso sí que era una puta polla de macho, tan grande como su cabeza, venosa, con el capuchón puesto en el cipote, y había que contar con que todavía ni siquiera estaba dura, sólo algo morcillona. Patrick se pegó el gustazo de hacer lo que le molaba hacer con los rabos así de grandes, no usar las manos, agachar un poquitín la cabeza y empezar a recogerla con la boca por la punta pegándose un buen festín de polla.

Apenas pudo aprovechar unos segundos antes de que esa tranca se pusiera dura como una roca. Antes de que eso sucediera, era incapaz de describir las sensaciones que esa minga le producía dentro de su boca. Estaba algo dura, pero todavía lo suficientemente maleable como para engañar a sus sentidos y creer que podía tragársela entera hasta los huevos.

Para Gianni era todo pura diversión y lujuria cuando veía como cualquier tio intentaba comerle la polla completamente tiesa. No tenía explicación para decir por qué todos se atragantaban justo al llegar al centímetro en que su rabo se curvaba hacia abajo, el momento más placentero en que comenzaba a penetrar sus gargantas, pero así era.

Patrick estaba muy bien dotado, pero estaba clarísimo y no quedaba lugar a dudas que lo que más le apetecía esa frutal mañana era poner el culo. Mientras Gianni le acicalaba la entrada de atrás, hubo un momento en que se puso de pie para mirar la dilatación de su ojete y el rabo le rozó el cachete derecho, calentito, duro y gordo, le provocó un gemido de placer inconmensurable. No quería ni pensar en las sansaciones que le produciría una vez dentro de su cuerpo.

Cuando Gianni le metió la pija sin condón, Patrick sintió que había perdido la propiedad de su propio trasero, que ahora pertenecía a otro y con todos los derechos. Nunca le habían metido un rabo tan exageradamente largo y gordo. Podía sentirlo por cada recoveco de su culazo, acariciándole la entrada e invadiéndole hasta el fondo.

Abrirse de piernas y dejarse follar a pelo por un tio que la tenía así de grande era todo un placer. La mirada profunda de Patrick era un arma de doble filo. Perfecta para llevarse a cualquier tio al huerto y ponerles la polla dura al instante, en el momento álgido de una follada lo que hacía era ponerles el doble de cachondos, por lo que los tios se ponían más intensos de lo normal e intentaban metérsela como salvajes. Y teniéndola tan grande como la de Gianni, aquello era ya categoría de reventón en toda regla.

Juraría que aquel pollón había crecido ya todo lo que podía dar de sí, pero por alguna extraña circunstancia, después de varios minutos de estar follándose frente a frente, Patrcik se vio obligado a cogerse los cachetes del culo con las dos manos y estirarlos hacia afuera, como si aquella pollaza hubiera crecido aún más y necesitase más espacio para entrar.

Cómo explicaría después a sus amigos la inmensidad de ese rabo. «Junta dos plátanos enormes de Canarias, los dos más grandes que puedas imaginar, úneles a la base un par de huevos blancos del corral e imagínate lo que me metieron por el culo«. Así se lo explicaría. Iban a flipar, eso seguro.

Las pocas veces que le dejaba respirar el ojal, Patrick notó cómo le había dejado un buen boquete en el culo y lo mejor de todo es que ni se le cerraba, como si su ojete tuviera inteligencia propia y supiera que ese pollón iba a arremeter con más en cualquier momento. Gianni intentó follárselo más rápido en los instantes finales, pero la física de la fricción se lo impedía. Era como querer que un coche corriera más rápido sobre una superficie de asfalto caliente y pegajoso, demasiada fricción entre llanta y suelo.

Echar salivazos desde arriba ayudó un poco, pero su polla era demasiado grande como para penetrar a placer con holgura un culito que se le quedaba igualmente estrecho para su tamaño. Patrick se cascó un pajote mientras aún tuviera esa porra dentro. Gianni no tardó en acompañarle, pero tenía que poner la guinda final a ese gran desayuno con leche.

Se puso de pie apuntando su gigantesco pollón hacia la cara de Patrick y empezó a disparar lefa a punta pala. El primer chorrazo fue directo a la boca, obligando a Patrick a escupir todo el lechal como si acabara de sacar la cabeza sumergida bajo la piscina. El resto de lefazos le dejaron la cara bien mojadita de perdigones. Después de la corrida, volvió a recoger aquel pollón con la boca desde la punta. Ahora ya no era tan sólo un plátano, era un plátano de leche y estaba delicioso.

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