Emanuel Rucci pone a comer rabo gigante y huevos a Chucho Martin | Tim Tales

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Empalmada directa la que se llevó Chucho Martin en las duchas del gym. No eran de estas abiertas sin intimidad, tenían unas puertas abatibles que comenzaban a la altura de las rodillas y terminaban llegando por los hombros, lo suficientemente opacas como para no dejar ver nada más que una ligera silueta de quien había detrás de ellas.

Pero tenían un error que Chucho aprovechaba a su favor siempre que podía, cuando no estaba abarrotado de tios en pelotas, ya que si no no podía mirar con tranquilidad. La rendija, la puta y bendita rendija de apertura, lo bastante holgada como para poder ver de pasada a un hombre en bolas.

Ese día siguió al nuevo hasta los vestuarios. Esperó tiempo de sobra como para imaginar que ya estaría en las duchas. Antes de eso, había comprobado que el tiarrón guaperas tenía un buen paquete, además había llegado con unos pantalones de deportes grises que destacaban todo el contorno de su rabo y si Chucho estaba en lo cierto, la tenía descomunal.

El tio se estaba duchando de frente todo el rato y solo estaban ellos dos, por lo que Chucho pudo deleitarse con las vistas a placer. Lo que vio le dejó sin habla y empalmadito a tope con ganas de cascarse una paja. Joder menuda pollaza tenía el cabrón, el bamboleo era impresionante y ver caer el chorro de agua por el cipote era una puta locura. Estaba tan ensimismado mirándole el rabo que ni se había dado cuenta de que Emanuel Rucci le estaba mirando. De repente el chaval salió de la ducha, se metió en la de Chucho y le susurró al oído: «¿Quieres probarla? Pues vamos a mi casa«.

Hostia, Chucho se calzó los vaqueros como pudo, teniendo en cuenta la trempada que llevaba encima, se subió al coche de aquel maromo y en nada estaban en pelotas en su piso, besándose y con sus dos trompas morcillonas conociéndose por debajo de la cintura. No pudo resistirse a cogerle la pollaza con la mano, estaba dura y calentita, era enorme y no se había percatado antes, porque en las duchas el rabo los tapaba, en el par de cojones que tenía colgando.

Tenía tanta hambre que se agachó para comérsela y no le importó atragantarse con tal de ponerse esas dos pelotas en la barbilla. Aprovechó ahora que la tenía morcillona, porque después de eso creció y creció, se puso más dura todavía y sus labios no podían llegar al tope recorriendo el rabo. Eso sí, la curvatura de la polla en pleno apogeo hizo que pudiera comérsela casi por completo una y otra vez, le entraba por la garganta de lujo.

Para Emanuel no estaba siendo nada fácil contener la leche en las pelotas, sobre todo cuando ese chaval guaperas lo miraba desde abajo con su polla dentro de la boca, con esos ojitos de cachorro que parecía que le estaban suplicando que lo follase. Era tremendo.

Era lunes y no había ido todavía a la farmacia a por unos condones XL, rebuscó en los bolsillos y encontró uno de tamaño normal. La dejaba al descubierto como diez centímetros de polla, pero serviría para follarse a ese mamón. No le costó nada meterla, menudo culazo tragón que tenía. Vio desaparecer su tranca por completo, tanto la parte con chubasquero como la que no. Iba a ser una follada a medias con condón y a pelo, sobre todo si con lo lubricadita que tenía la polla, se perdía el preservativo dentro del culo, porque aquello daba síntomas de que cada ves se le escurría más.

Aquel tio era un misterio para Chucho. Ni gemía ni le decía guarradas, permanecía concentrado en el movimiento de sus caderas. Ahora se percataba que no habían intercambiado ni una sola palabra más allá de la invitación en las duchas. Se fue hacia el sofá, se abrió completamente de piernas y dejó que le inflase el culo a pollazos mientras asistía en primera fila a la visión de ese machote dándole por culo, así le daba tiempo a conocerle un poco más, auqnue no se dirigieran palabra alguna.

Era guapo el cabrón y le estaba dando amor que lo flipas. Se puso a cuatro patas para que gozase de su culo en pleno esplendor y Emanuel lo penetró a base de bien. Se podía escuchar por toda la estancia el soniquete del casqueo de huevos y el rasguido mojado del condón haciendo ceder ese ojete húmedo.

No podía faltar el pajeo porculero. Chucho sabía cuándo emplearlo, cuando ya le había hecho un agujero considerable en el culete como para poder disfrutar saltando encima de un vaquero super dotado. Saltitos lentos pero a buen ritmo para crear lechecita en las pelotas.

Tener un ojete que enseguida se amoldase a las características de la polla que se lo estaba follando, era genial, porque los tios se veían obligados a buscar otras posturas para poder notar el rabo apretadito. Con los vírgenes no había forma, pero los más experimentados siempre llegaban a la conclusión de que metérsela de lado dejándole con las piernas juntas y cerraditas, era la mejor opción. Y Emanuel era un tio experimentado.

Volvió a quedarse boca arriba abierto de piernas. Quería ver a ese chulazo al completo cuando se corriese. Chucho se agarró la chorra, pidió a Emanuel que lo follase con más rapidez y tras avisar de que se venía encima, se sacó unos buenos lefotes.

Para la corrida de Emanuel, Chucho prefirió quedarse en plan colegueo, a su lado mientras se pajeaba esa polla tan larga. Emanuel le dio a la zambomba y soltó unos lechazos cortitos espesos y blancos. Chucho se relamía mirando esa polla lubricadita con todo el semen encima, quizá debería haber puesto la jeta. Por eso, antes de arrepentirse, por si no volvían a verse, le cogió el rabo, se lo pajeó y le pegó un buen morreo al cipote probando toda la miel que tenía encima.

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