Tim Kruger y Caio Veyron le meten doble polla por el culo a Chucho Martin | Tim Tales

LATIN LECHE

Estaba en medio de 53 centímetros de rabacos, con el vicio de que mirase donde mirase siempre había polla para comer, con la obligación de agarrarse a ellas con las manos y masturbarlas, así despacito y con rapidez, lo suficiente como para ver el movimiento de los cojones consistentes que les acompañaban a cada una. Por la raja de los cipotes empezaba a salir alguna que otra gotita de néctar y eso que sólo habían empezado.

Primero dejó las babas en la de Caio Veyron y sus 28 centímetros, un majestuoso rabo morenote muy suave y ligeramente doblada, y es que a ver qué polla de ese tamaño no se torcía aunque fuera un poco. Estaban los dos tan juntos, que cuando Chucho Martin la soltó de su boca, la muy zorra cayó justo encima de la de Tim Kruger y sus 25 centímetros de amor.

Cerró los ojos, se tumbó y dejó que esos dos machos le posaran los rabos encima de la jeta. Notó que se le escapaba el control de las pollas cuando empezaron a ponerse cachondos. Si se la chupaba a uno, el otro buscaba la forma de hacerse notar, bien dándole un cachetito en el hombro a golpe de rabo, bien intentando desplazar a la otra polla para ocupar su lugar. Los dos luchando por follarse esa boquita e incluso intentando penetrarla hasta colarse por la garganta.

Se puso sobre la cama a cuatro patas. Tim fue el primero en invadir su ojete. Lo hizo posando el capullo sobre su agujero y metiéndola lentamente, hasta estamparle cada centímetro dentro del culo. Entraba justa, muy justa y su ligera curvatura hacia arriba, hizo que le diera ese gustito extra que sólo los mejores rabos pueden ofrecer a un vicioso de pro como él.

Abierto el camino, Caio fue el siguiente en follarle el ojete, o más bien comenzar a destrozárselo, porque aquello era gigantesco y larguísimo. Esta le entró mucho más justa todavía, el cabrón tuvo que forzar la entrada agarrándole el culo con las manos. A diferencia de la otra, la de este estaba curvadita hacia abajo, el complemento perfecto para sentirse realizado en ambas direcciones.

Caio se encariñó tanto con su culo, sacando por completo la polla y metiéndosela enterita con una empalada tras otra, que Chucho tuvo que apagar sus gemidos en el rabo de Tim que ahora estaba cubriendo su boca. Taponado por los dos orificios, al brasileño se le fue la cabeza, le metió una culeada tan fuerte que tuvo que posar una mano en su muslo para decirle que fuese un poco más despacio. Parece que se olvidaba de que no tenía precisamente una pollitas normal, sino un señor pollón de casi treinta.

Daba igual que lo parase, el tio quería culo y Chucho ya tragaba polla con una facilidad pasmosa, así que Caio se quedó a solas por un momento con su culazo y se lo empezó a bombear sin compasión. El rasguido del condón se escuchaba a lo lejos, un condón que se perdía dentro de su agujero porque no había tamaño suficiente para cubrir semejante polla.

Entre los dos se turnaban como buenos colegas para follarle el orificio y el que no se lo estaba follando, le daba de comer rabo. Chucho se puso boca arriba en la cama con las piernas abiertas a tope y dejó que fuesen rotando. El suelo estaba ya lleno de condones como resultado de tanto vicio y le encantó sentir en su boca esas pollas tan calentitas, recién salidas de su culo, a punto de reventar leche.

Se las posaban encima de la carita, se entretenía lamiendo los cojoncetes y toda la barra. Las vistas desde abajo eran espectaculares, rabos gigantes y tiesos, duros, que de vez en cuando intentaban ejercer de exploradores perforando su garganta.

Aquel trío requería de hacer una buena cerdada al estilo colegueo puro y duro. Nada mejor para ello que hacer que se sentasen uno al lado del otro con las espadas en alto, pajeándose, mientras él se sentaba en las piernas de uno insertándose todo el trabuco y saltando, para acto seguido pasar a hacer la misma paja con el culo al otro. Era algo que le encantaba, porque mientras el que recibía la paja lo gozaba, el que estaba al lado disfrutaba bien cerquita de la acción y se ponía cachondo sabiendo que en unos segundos tendría ese culazo saltando sobre su polla.

Lo que no esperaba es que ese jueguecito inocente acabara como acabó. Estaba saltando encima del rabaco de Caio, cuando Tim propuso que para qué esperar su turno si podían disfrutar los dos a la vez de ese culo. Dicho y hecho el cabronazo le metió toda la polla por el ojete, arrastrándola por encima de la de Caio que ya estaba dentro. Doble polla!!!

Ni por esas paraban de turnarse. El que estaba debajo se quedaba quieto con la polla dentro, sintiendo el dulce pajeo del otro rabo que frotaba fuerte por encima y el que estaba arriba arremetía con fuerza. Aquellos dos cabronazos se tumbaron sobre la cama, juntaron los culetes, los muslos, los dos pares de cojones, se agarraron las dos pollas y Chucho se sentó encima de ellas como si fuera una sola.

No sabía cómo coño se las estaba tragando su ojete, tragar pero tragar, hasta los topes, las dos enteras, tenía que tener el agujero del culo del diámetro de una pelota. Sea como sea, los tres ya estaban cachondos perdíos y tanto él saltaba sobre los rabos como ellos elevaban las caderas y se lo follaban.

Desde que descubrieron el placer de la doble polla, ya no querían otra cosa. Se tumbaron de costado, uno a cada lado y le hicieron un sandwich de lujo, bocadillo de butifarra. Después Tim lo dejó en volandas, montado sobre su rabo y Caio llegó como un emperador reclamando su trono y le ensartó toda la polla dentro a la de una, con tanta fuerza e ímpetu que el rabo de Tim se salió y que Caio ya se encargó de volver a introducir dentro junto con el suyo.

Tim fue el primero en follarle y también en dejarle el todo de leche. Lo hizo pajeándose sobre su cara, dejando un rastro de semen espeso y blanquito sobre la barba y los morros de Chucho, que disfrutó de esa polla resbaladiza sobre sus morritos.

Follado por el pollón de Caio, gimiendo con la carita enlechada, Chucho se corrió encima. Caio se sacó el rabo y se lo empezó a pajear. Hacía unos minutos que no la veía entera y era alucinante el tamaño y la longitud. Tan impresionante como la lefada que se pegó, porque de ese pollón comenzaron a salir unos buenos lechazos que cayeron sobre el torso de Chucho con toda su fuerza.

Aquella habitación ya olía demasiado a polla y semen de macho, era hora de ducharse y no precisamente con agua. Chucho se arrodilló en la bañera entre esos dos cabrones que se agarraron las pijas morcillonas y se encargaron de limparle el semen que le habían dejado encima. Los cabrones ni se agarraron las pollas para soltarle el chorro.

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