[Lucio Saints] Miguel Reyes se folla el culito de Alex Rubio en el sillín de la bici
Ir al gimnasio, hacer ejercicio cada día y seguir una rutina específica para poner el cuerpo en forma, requiere mucho sacrificio. Queda aún mucho para que llegue de nuevo el verano y está bien bueno, pero Miguel Reyes prefiere empezar desde ya a machacarse los músculos a tope para camelarse después a los tiarrones del barrio y más allá. En lugar de pagarse un gimnasio, ha ahorrado para una bicicleta estática que tiene en el garaje. Lo malo de eso es que, al estar a solas y sin amiguetes en los que inspirarse, de vez en cuando le apetece un picoteo de chocolate, con lo que… calorías que entran por las que salen.
Hoy ha decidido imponerse a sí mismo una norma. No quitar los pies de los pedales para ir a la nevera. Lo está cumpliendo a rajatabla, pero entonces otra tentación le viene por detrás y a esa sí que no puede resistirse. No es un dulce pero podría, no es un donut, pero a su forma lo tiene en el culete, no es un pepito de chocolate pero aunque no sea de chocolate, lo tiene y bien rico. Es su colega Alex Rubio que encima el cabrón ha venido con esa camisa sin mangas que tanto le pone, con los botones desabrochados como los camioneros y leñadores, a los que sólo les hace falta sacarse la chorra y tienen cualquier boquita y culo que quieran a su disposición las 24 horas del día.
«Vaaaamos Miguel, no puedes caer en la tentación, sigue pedaleando» – se dice a sí mismo como una vocecita en su cabeza mientras suspira, gime y no para de sobar por detrás el paquetón de Alex. Sus pies responden pero cada vez la fuerza se le va más a la polla, que ya la tiene a punto de reventar en los vaqueros. A tomar por culo la bici. Sobre el sillín se da la vuelta y se la saca por la bragueta. A Alex le encanta esa polla tan perfecta, larguísima, gorda y tan suave. El apetito le hace agacharse por instinto y recogerla con su boca, comenzando a meterle una mamada que flipas.
Al principio está blandita, pero le bastan un par de caladas y lametones para ponérsela tan dura que cada vez le cuesta más pegar los labios contra su vello púbico y el de la bolsa de los cojones. Lo que no puede pajear con la boca se lo pajea con una mano. A pesar de todo lo intenta. Toma aire, echa la cabeza hacia adelante y traga hasta que se le nubla la vista y el cipote le tapona la garganta. Le encanta sentirlo ahí calentito, la barra rozándole el paladar, la lengua luchando por moverse y tomar aire de nuevo aunque lo único que consigue es moverla más y darle más gusto al pepino que tiene dentro, potenciando que de un momento a otro le preñe la garganta con leche rica.
Se la saca de la boca y sale reluciente la muy cabrona, meneándose como un poste gigante y pesado meciéndose por el viento. Un precioso mástil que se encarga de volver a poner bien recto de nuevo agarrándolo por la base con la mano para pegarle otras buenas sacudidas con la cabeza. La polla va cogiendo olorcito a su saliva, desliza la cara a lo largo de ella olisqueando como un perro con su hueso favorito y después le agarra de los huevos. Sabe que están cargaditos de leche para él y que después se la dará toda todita.
Miguel no sabe si con esa pasividad, estando sentado y dejando que te coman la polla, estará quemando calorías, ya lo consultará con su amiguete del gym, pero lo que está claro es que le mola ver su rabo lleno de babas de otro tío, con el cipote completamente brillante y reluciente destacando en la cima. Está sudando un poquito, así que algo de calorías debe quemar eso, pero para asegurarse decide también él dejar sus babas en una hermosa polla.
Se agacha y pone a Alex contra la escalera de metal. Sin contemplaciones se encasqueta el pollón blanquito hasta el fondo de la garganta y se lo traga. Con rápidos movimientos de cabeza se come la polla una y otra vez recorriéndola con los labios de principio a fin sin darle un respiro, cubriéndola de saliva, con todas las babas colgando entre la boca y los huevos como si fuese lefa. Se la chupa con tanta fuerza y tanta presión que hasta la escalera detrás de Alex cede y chirría con el movimiento. Miguel apenas se toma un par de respiros con la mamada y cuando lo hace no deja de observar el rabo, con la saliva en los labios goteándole, imaginando cómo se la puede meter dentro de la boca de nuevo.
Joder cómo le soba los huevos con la barbilla mientras la deja ahí un ratito dentro de la boca completamente tragada. Si llegase otro colega en ese momento, se pondría bien cachondo, ya no solo por la mamada, sino por lo que está sucediendo más abajo y de lo que ni son conscientes, el pollón enorme de Miguel, completamente duro y tieso, meciéndose hacia arriba y hacia abajo lentamente entre las piernas de Alex.
Antes de que el suelo se termine convirtiendo en terreno pantanoso con tanta saliva, Miguel se prometió que no comería donuts haciendo ejercicio, pero nunca dijo que no pudiera penetrar uno. Siempre se había puesto cachondo imaginando a los ciclistas de la tele. Soñaba con ponerles el culo en pompa sobre el sillín y penetrarles el ojete con su polla. Ahora se da el gustazo de cumplir esa fantasía con Alex, poniéndole el culito en posición e hincándole el rabo. Lo tiene tan gordo que al principio le cuesta hasta que haceceder el ojete a base de constancia y presión.
Si los ciclistas tuvieran ese tubo metiéndoseles por el culo mientras hacen la carrera, quizá más rápido no irían, pero seguro que más contentos sí y con ánimo para hacer más horas en carretera. Alex está en una posición que le encanta, con los cojones apoyados sobre el sillín y la polla rozándolo. Parece que esté pedaleando por el movimiento, pero no son los pedaleos los que le impulsan, sino el pollón de Miguel que no para de empujarle el culo. Ya no entra a presión como un palo intentando colarse por el agujero de un globo, pero por el chapoteo que escucha y por lo que siente, Alex intuye que le está entrando muy justa.
Tan gorda como el tubo de la bici, Miguel se lo folla pegando una enculada flipante de abajo a arriba. Alex cada vez saca el culito un poco más y lo deja más abierto rindiéndose los encantos de su enorme pollaza. Quitar el sillín y sentarse encima del tubo hasta encajárselo dentro del culo sería casi lo mismo que ser follado por este semental, porque el grosor es el mismo. Eso sí, Alex prefiere que sea de carne y calentita, que se mueva y le dé cariño por detrás.
Puede que entre los dos sin querer ya hayan quemado las mismas calorías que un ciclista en la Vuelta Ciclista a España, pero todavía les queda la vuelta de honor, la de los campeones, la de agradecimiento y satisfacción. A la voz de «échame la leche encima» y con la boca abierta, Alex siente la descarga de los huevazos de Miguel recorriéndole el cuello, la mejilla y colgándole de la oreja como un pendiente. Con la cara llena de lefa, se levanta y pone a Miguel con el culo en pompa agradeciéndole la corrida en todo su culo, regalándole unos suculentos lefazos blancos y espesos que terminan decroándole hasta el ojete.