
Era un día nublado. Debería haberme retirado de la playa nada más irse los últimos rayos de sol, antes de ser alzancados por unos nubarrones que prometían guerra, pero quedé mi culo clavado en la toalla mirando a dos machotes con speedos ajustados que no paraban de juguetear lanzándose agua.
Estaba la cosa como para levantarse ¿sabes? No ya sólo por la calidad del espectáculo, sino porque se me estaba poniendo morcillona imaginando lo que tendría el más alto entre las piernas y al otro ensartado por lo que el otro tenía entre las piernas. Macho por partida doble, demasiado para asimilar, demasiado como para levantarse con la tienda de campaña ahí delante de toda la gente. Así que me quedé sentado.
Se fueron corriendo hacia las duchas y empezaron a zorrear. De la guerra de agua pasaron a morrearse. Al rato se fueron por el paseo. Les vi alejarse pero seguía sin poder levantarme del sitio. Rabia por no poder seguirles y ver todo lo que estaba a punto de suceder. De haberlo hecho, habría llegado hasta la linde de un chalet privado en el que poder buscar un hueco para ejercer de mirón y haberme hecho un pajote a costa de los dos.
Habría visto a Sergi Rodriguez lamer el contorno del pollón de Viktor Rom que se dibujaba en sus vaqueros, el momento en que le bajó los pantalones y la puta polla salió disparada hacia el frente bien empinada como un militar con el fusil al hombro, el primer lametón al capullo y la boca atragantapollas de Sergi ponerse en marcha para hacer una de las mejores mamadas que había visto.
Con un rabo tan gordo era fácil rellenar boca, pero es que menuda boquita la de Sergi, con unos labios atrapamingas que así daba gusto, con mucha hambre, glotón a tope dejando encima del rabo todas las babas y una barbita para raspar de vez en cuando un poco. Ya daría cuenta después Viktor de esa barbita para otra cosa, todo a su tiempo.
Fue instinto de hombre, cuando Viktor se bajó más los pantalones dejándolos caer hasta los tobillos y dejó al descubierto su par de melocotones colgando. La vista de fondo de una pelotas así bailando, despertaban más el apetito voraz, aunque sólo fuera por ver cómo se meneaban hacia adelante y atrás. Sergi no se llevaba a cualquier tio a su chalecito, le gustaba invitar a auténticos sementales que pudieran dar buena cuenta de su hermoso culo.
Cuando un tio sabe besar, también sabe comer bien un ojete. Viktor lo demostró a lo grande, sumergiendo los morros dentro de la raja y arramplando con la lengua todo lo que pillaba. Un baño de escupitajos, raspado de barba, una nariz que se colaba donde no debía y una lengua juguetona, aquello era tan solo el previo a la pollaza que estaba a punto de recibir.
De haber podido elegir el lugar desde el que mirar cómo le enchufaba tamaña polla, sin duda me habría quedado con la butaca de primera fila, para ver la reacción de la cara de Sergi mientras lo penetraba, una expresión parecida a la que ponemos cuando hace muchísima calor y te metes en una piscina de agua fría, una mezcla entre gusto por dejar de sufrir calor y la impresión del frío sobre le cuerpo. Pero ya sabemos que el cuerpo a todo se acostumbra.
Al agujero del culazo de Sergi no le quedó más remedio que hacerse al diámetro del pollón, porque Viktor le culeó a la fuerza hasta el alma. Esos huevazos que antes veía de fondo cuando se la comía, ahora le arropaban bien el trasero. A pesar de lo fuerte que lo empotraba, los dos eran unos buenos machos para resistir embestidas, lo cual no evitó que Sergi se dejase vencer un poco y es que aquella pollaza era demasiado grande.
Después de estar un rato con las rodillas hincadas en el sofá de la piscina, casi a cuatro patas, fue Viktor el que sentó su culo en el mismo y dejó que Sergi se sentara sobre sus piernas clavándose lo más grande. Superado el primer atracón de rabo, empezó a dar amplios saltitos pajeando bien la polla con el trasero. Lo estaba haciendo muy bien aunque no pudiera verlo, tan bien que las pelotas de Viktor se movían como flanes.
Menudo perraco el Sergi. Una vez se hubo acostumbrado a tener el pollón dentro, él mismo lo iba buscando, dándose media vuelta, cogiendo el trabuco y conduciéndolo él mismo hacia la entrada de su ojete, poniéndose de pie, levantando una pierna, dándose ligeros toques en el culete e incitando a Viktor a acercarse a follárselo. Desde ese momento él decidía cómo, dónde y cuándo.
Le apeteció hacerse una paja follado de lado y así lo hizo, soltándose unos lefotes encima. Leche tan blanquita e irresistible que Viktor se acercó a rebañarle bien el nardo y una vez que succionó suficiente, se la escupió encima del cuerpo y en toda la cara.
Juguetearon un rato de nuevo con un cubo de agua y Sergi terminó de nuevo de rodillas, agarrando con su mano la enorme polla. Quería la leche de esos huevos. Él mismo se encargó de darle pajote fuerte. La agarró fuerte con la mano, puso la cabeza debajo con la boca abierta y pajeó y pajeó hasta que empezaron a brotar lechazos espesos y largos que le cayeron dentro de la boca, más allá del hombro y por toda la barba. Y cuando creía que los chorrazos más fuertes habían cesado y se dispuso a cambiar la cara de posición, otro chorrazo que salió volando hasta el ojo.
Joder si hubiera estado allí para verlo, seguramente hubiera hecho un agujero para colarme. Con la cantidad de lefazos que soltaba esa polla, al menos me hubiera dado tiempo a pillar alguno. Pero allí seguía yo en la playa, dándole vueltas a mi imaginación, sin poder levantarme de la toalla.
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