[Fucker Mate] Theo Ford completa el culo de Josh Milk con su gran rabo y le da de comer leche

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Se quedó prendado de él cuando lo vio por primera vez en un club francés, un tio grande y fuerte como a él le gustaban, musculoso, con biceps y brazos tan fornidos que era capaz de coger a dos chavalitos de su complexión sin apenas hacer esfuerzos como si fuesen pesas. Lo que en principio era una noche de risas entre amigos en la capital de Francia, terminó en la trastienda del local, con Josh Milk en volandas, sostenido por los brazos de ese imponente macho sobrenatural, empalado una y otra vez por su estupenda y completa polla. Una noche que nunca olvidaría.

Y tuvo que pasar mucho tiempo, casi cinco años para volver a encontrarle, cuando en su móvil alguien le wasapeó desde un número desconocido, preguntó quién era y resultó ser aquel tiarrón llamado Theo Ford, que acababa de llegar a la ciudad condal. A Josh se le hizo el culo pepsi cola recordando la tremenda follada que le metió. Nadie se lo había hecho tan bien desde entonces y con tanta fuerza. ¿Tendría la oportunidad de repetir la experiencia? De momento ya habían quedado en el parque frente a la Sagrada Familia y rezó para que aquello fuese el principio de una nueva y sagrada follada.

Ahora todo era distinto, no harían falta trastiendas ni baños a horas intempestivas, Josh tenía su propio piso en Barcelona para pasarlo bien y llevar a sus citas. Mmmm cómo le molaba aquel tio, los machos como él grandotes, sentir sus manazas enormes tocar cada centímetro de su cuerpo, como si a cada palmo pudiera cubrirlo por completo de lo grande que lo tenía todo. Josh añoraba su polla grande y hermosa, no tardó en impregnar la tela de sus calzoncillos con sus babas, retirar la cinta de goma de los gayumbos y sacar esa esponjosa, curvadita y preciosa pollaza para llevársela a la boca.

Muchos rabos habían pasado durante ese tiempo por sus manos, pero aún podía reconocer aquel sabor y sobre todo el poder de un palo como aquel, recto, gordo y potente, una auténtica herramienta para taladrar culos estrechitos como el suyo y hacerle volverse loco de lujuria. Hace cinco años lo tuvo difícil para apañarse entre las cajas y palets de bebidas apilados, a Josh se le clavaban las piedrecitas del suelo en las rodillas mientras cabeceaba para comérsela enterita y acabó con ellas rojas, Theo terminó con marcas de los bordes de las cajas por todas partes y aún así lograron terminar la faena, incluso algún disparo de lefa calentita fue a caer sobre el cristal y las chapas de algunos refrescos para los afortunados clientes que sin darse cuenta bebiesen a morro más tarde.

En su pisito, sobre su cómoda cama de una luminosa habitación de la ciudad, Josh tenía ahora todo el espacio del mundo para ponerse en la posición que le era más cómoda para comer rabo y mientras lo hacía, la gigantesca mano de Theo ya se estaba colando la muy zorra por detrás de sus pantalones, cubriéndole toda la raja del culo con un solo dedo y empezando a juguetear con su agujerito. No fue hasta que tuvo la lengua y los hocicos de ese macho abriéndole el culo, que Josh descubrió lo que era viajar en el tiempo.

La primera vez iba un poco pedo por el alcohol y no la recordaba tan vívida, siempre todo como pequeños flashes que le venían a la cabeza, pero por fin estaba en pleno conocimiento para revivir el pasado, cada roce de la lengua surcando su ojete, jugueteando sabiamente con los alrededores de su estrecho agujerito y colando la punta dentro. Entonces no supo cómo aquella polla tan hermosa le pudo caber por el culo, pero por fin iba a averiguar cómo. Eso sí, antes iba a comprobar lo que era practicar un buen 69, un tio follándote la boca con la polla a pleno rendimiento y sentir el impacto de un buen huevámen taponarte las narices. Y qué ricos que huelen los huevos así…

Ya recordaba cómo había dejado entrar aquella enorme polla por su culo. Lo supo al tenerla encima paseando y haciéndole caricias por su raja, así había conseguido abrirle el ojete, lo suficiente como para meter el cipote embuchado en el condón lubricado que hizo de guía para el resto del pollón que entraba como perico por su casa. La visión de los muslos y el abdómen de ese tiarrón bailando y ejerciendo fuerza sobre su trasero eran demasiado, la forma arrugada que adquiría el condón cada vez que se la metía, lo había colocado boca arriba con las piernas abiertas para que gozase del espectáculo de la penetración, nada mejor que una buena follada en butaca preferente para recordar a los viejos amigos.

Para que la polla le entrase más justita y apretada, Theo le cogió juntándole los pies y las piernas como si fuese uno de esos personajes de novelas de aventuras que los canívales llevan atados por la manos y los pies sobre un palo antes de poner encima de la hoguera. Josh estaba encantado de ser el pavo relleno de ese rabo enorme y caliente. Theo lo siguió tratando como tal, como un pavo y él el cocinero, como el aperitivo sobre la hoguera al que dar vuelta y vuelta mientras picaba entre horas antes de que llegase el resto de la tribu. Por detrás no lo veía, pero sí podía sentir su palo penetrando su culo mientras su propia polla se bamboleaba libre entre sus piernas más contenta que nunca.

Completamente encajado en su precioso rabo, le practicó una buena pajilla subiendo y bajando su culo, cabalgándoselo, dejando que ese tiarrón admirase su polla gorda desapareciendo dentro de sus dos globos blanquitos y suaves. Lo había aprendido durante este tiempo, una postura que conseguía poner a los tios finos. Todos terminaban haciéndole lo mismo y sabía que Theo no sería una excepción. Lo cogió y lo tumbó sobre su torso, le apartó las piernas para dejarlo bien abierto e impulsó la pollaza metiéndole una enculada tras otra, desplegando toda la energía de su rabo hacia su interior. A Josh le encantaba esa postura, sentirse empalado por una polla grande, notar el calorcito de un torso duro y unos abdominales de hierro en su espalda y los gemidos casi al lado de su oreja penetrándole con la misma intensidad que la polla por el culo.

Con el gustito de la taladrada final que Theo le metió sobre su ojete, Josh se pego una lechada de lujo pajeándose el rabo, dejando parte del rastro de su lefa calentita sobre la muñeca de la mano de su follador. Theo no había viajado tan lejos para que sus genes se perdiesen por el suelo. Con un buen meneo, se sacó la leche a pajotazos, un primer chorrazo libre y el resto sirviendo de alimento para la boquita de Josh, que esperaba impaciente volver a saborear el semen riquísimo y nutritivo de ese macho recién corrido. Todavía quedaba día, todavía quedaba noche, no para clavarse piedrecitas en las rodillas ni bordes de cajas de bebidas en la trastienda, pero sí para vaciarse los cojones el uno al otro hasta que amaneciesen con las sábanas pegadas, literalmente.

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