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Francis, Gustavo y Martin Muse se corren encima de Milo soltando unos buenos lefazos después de follar a pelo | Latin Leche

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Hora de confesarse. Después de follar, Martin Muse confesó a su chico Milo que alguna vez le había sido infiel con Francis. No fue por despecho que a continuación su pareja le confesara que él también había estado con otro chico, con Gustavo. En lugar de enfadarse, se perdonaron mutuamente sellando esa doble infidelidad con un beso, e incluso tuvieron tiempo para charlar acerca de si les había gustado antes de que los dos susodichos aparecieran por la puerta.

A ellos también se lo confesaron todo. Ya no había que guardar secretos. Ante esa nueva perspectiva, a Francis, que todavía estaba a tope, se le ocurrió una buena idea, acabar lo que habían empezado y follar todos con todos, lo que significaba que Francis se tiraría a Milo y Martin a Gustavo. Imaginar esa cama con los cuatro juntos, desnudos y haciendo guarradas, les puso bien cachondos a todos.

Tras unos besitos con lengua y cargaditos de puro amor, Milo se moría de ganas por ver la pija de Francis, la que se había comido su noviete. En cuanto se bajó los pantalones y se la vio, se inclinó para comérsela toda larga y gordita. Todo lo que le faltaba crecer y ponerse bien dura, lo hizo dentro de su boca. Qué rico estaba Francis con los pantalones por los tobillos, las piernas abiertas, con esos muslazos que Milo podía apreciar en todo su esplendor mientras se la chupaba a fondo e imprimiendo fuerza en los labios.

Al ver lo tragón que era, Francis levantó el culete del colchón y le metió una folladita a esa boca. Justo enfrente de ellos, Gustavo probaba las delicias de la entrepierna de Martin. Los pantalones de Gustavo y Milo cada vez se iban bajando más, dejando al descubierto sus culazos de muerte. Se desnudaron del todo. No intercambiaron ni una sola palabra. Tan sólo se escuchaba el soniquete de las mamadas y los besos. Martin preparó el ojete de Gus con su lengua mientras este y Milo le comían la verga a Francis, ahora de rodillas en la cama, gozando de la mamada a dos bocas.

En cuanto Milo se puso a cuatro patas y Francis detrás de él dispuesto a metérsela, Martin ejerció de maestro de ceremonias, de mamporrero. Nutrió de saliva la raja de ese culazo, le comió la polla a Francis hasta dejársela chorreando y a un palmo de distancia asistió al espectáculo de esa polla dura y descapullada haciendo la penetración a pelo.

Bien cubierto por detrás, por delante tuvo todo un festín de besos y pollas. El rabaco largo de Gus se convirtió en la comidilla de él y Martin que no paraban de chupárselo, de admirar lo bien que le colgaba durito y empalmado. El otro espectáculo era Francis. El tio estaba cachas y buenorro y daba gusto mirar su cuerpo mientras empotraba a un tio. Gus pidió a Milo cambiar el pusto para sentir toda esa fuerza dentro de él. Matin se animó y por la otra banda se folló el culazo de Milo.

Ahí estaban los cuatro, desnudos en esa cama, follando en parejitas, juntitos, sin secretos, viéndose como no se habían visto antes en una de esas, dejando que el morbo aumentara hasta límites insospechados. Martin se la calzó también a Gus por el culo mientras los otros dos se pajeaban recostados contra el cabecero de la cama y nutrían su masturbación con las vistas.

El que sin duda se había convertido en la más putilla, Milo, acabó tumbado bocarriba ne la cama, rodeado por esos tres machos que no paraban de pelársela. Una competición de pajas con final muy pero que muy feliz. Cuatro manos dándole al manubrio casi al mismo ritmo, cada uno con la suya. El primero en soltar le lastre fue Francis. La leche salió disparada de su polla con unos buenos lechazos directos a los pectorales de Milo. Los siguientes le mojaron el puto sobaco peludo.

Los otros dos estaban tardando en correrse y Milo no pudo aguantar más las ganas teniendo a esos tres ahí pajeándose sobre su cuerpo y con la fragancia del olor a semen impregnada en su sobaco. Se corrió encima como si fuera una fuente, soltando borbotones largos por la polla. Martin quería aliviarse sobre esos morritos guapos y esa barbita. Milo le animó a hacerlo comiéndole los huevos.

Le succiónó uno, luego el otro, luego los dos, no paró de meter en su boquita esas bolas cargadas, chupándolas con los labios. El resultado no tardó en llegar. Una buena descarga blanca encima de sus labios, cubriéndoselos por completo, tan lechosa que como abriera la boca se la iba a tragar bien y como ladeara la cabeza eso iba a caerle por todas partes. Al final abrió la boca y todo ese esperma se le metió dentro. Martin, todavía lleno de felicidad, se inclinó y probó con un beso su propia leche.

Mientras se retiraba para dejar hueco a Gus, Milo degustó la lefa. Gus sorprendió a todos sacándose unos chorrazos a toda hostia. Estaba de rodillas encima y al lado de la cabeza de Milo, con el rabo encima, por lo que los trallazos le cruzaron todo el cuerpo. El primero directo a su pectoral, el siguiente en su cuello y el resto en la cara, dejándole una buena línea dibujada en la barba.

Y cuando parecía que estaba goteando, el cabrón se sacó d ela manga otra ristra de lefazos que regresaron a su cuello y que mancharon las sábanas de la almohada alrededor de su cabeza. Todos se quedaron un rato disfrutando de ese momento y de esas vistas. Milo cubierto de leche, con lefotes por todas partes. Un final a la altura de las infidelidades que habían estado fraguando todo este tiempo.

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