Joder, últimamente trabajar en la oficina era como trabajar en una puta discoteca, con los fluorescentes del techo titilando cada dos por tres. Ya sólo faltaba la música. La música o los boys, porque el personal de mantenimiento estaba de traca. Cuando Trent King llamó a uno de ellos para que se lo arreglara y llegó un macho desgarbado al que le importaba un pimiento subirse a la mesa y ensuciarle los archivos y papeles, se preguntó quién coño estaba al cargo de recursos humanos en aquella empresa.
El tiarrón llevaba unos pantalones vaqueros cortos, quizá demasiado cortos, o al menos a Trent le parecieron cortos cuando vio que al tio se le salía la pija por el lateral, con la capucha puesta, el grueso pellejo recubriendo el glande. Trent y cualquier hombre sabía lo que era que se te escapase la minga por los calzones y tener que recolocártela, pero a ese le daba igual, es más, parecía que ni llevaba calzones.
Decidió seguir a lo suyo, aunque de vez en cuando echaba una ojeada para ver esos grandes atributos intentando que Bo Sinn no se diera cuenta, pero a poco que le quitó ojo, Bo acabó su trabajo y le preguntó si necesitaba que le ayudase en algo más. Al subir la vista Trent se quedó con la boca abierta. Ese cabrón estaba desnudo de cintura para abajo y tenía la polla enorme y tiesa. La polla más recta, cilíndrica, dura, gorda y gigante que jamás hubiera visto en su vida.
Asintió como los perritos que van delante de la luna del conductor en los coches. Mr. Bo le agarró la cabeza por detrás con una mano, con la otra se cogió la tranca y se la metió dentro de la boca. Era tan larga que Trent sentía que podía mamar hasta atragantarse y todavía sobraría rabo . Varias veces tuvo que sacársela de la boca para tomar un respiro.
Miraba a la cara a ese tio con pelo desaliñado, tatuado y con apariencia de bestia empotradora. Bo todavía llevaba las herramientas atadas a la cintura mediante un cinturón de esparto y el polo azul de trabajo puesto. A Trent se le salían los ojos de sus órbital chupando y mirando con los ojos bizcos el gordo e impresionante pollón rociado con sus babas, cada vez más grande si cabe y más mojado.
Con sus fuertes brazos, Bo le levantó del asiento. Trent creía que había llegado el momento de abrir el culo para ese macho, pero se llevó una grata sorpresa que jamás hubiera esperado. Bo se sentó en su puesto, le lanzó un silbido para que se acercase, le bajó los pantalones, le sacó la polla morenota, abrió la boca, sacó la lengua y el muy cabrón se zampó el rabo.
Trent pestañeó varias veces, intentando comprender que no estaba en un sueño. Se le hacía díficil asimilar que un tio con esa apariencia de hetero folla culos le estuviera chupando la polla. Puede que el hecho de que su rabo fuera casi tan largo y grande como el de Bo, hiciera que a ese macho le entrase de repente el apetito. Fuera como fuera, el tio la mamaba de putísima madre, succionando, dando trabajo a su lengua, meneándola con una manita y llenándose de vez en cuando los carrillos de cipote del bueno.
Si la suya era la primera pija que adoraba ese tio entre sus labios, podía sentirse muy orgulloso. Ahí terminó todo atisbo de pasividad y redención de ese tio, porque lo siguiente que hizo fue tirar a Trent encima de la mesa, bajarle los pantalones y metérsela por detrás sin condón y sin anestesia, limpia, dura y hasta los huevos.
Qué maciza, qué gorda, tan bien ajustada a las paredes de su acogedor y hambriento ano. A Trent ya sólo le quedaba la camisa blanca, esa que tan bien le sentaba con su tono de piel moreno. Bo se la quitó, se la anudó alrededor del cuello y lo trató como si fuera un caballo pura sangre al que domar y montar. Después fue Trent el que ejerció de vaquero, sentándose encima de sus piernas y empalándose esa jodida y enorme polla que le desgarró el culo por dentro, obligándole a exhalar un profundo gemido cargado de sentimiento.
Con ese porte y esa dote, Bo tenía vistas de hacer carrera en la empresa, en esa y en cualquiera donde le llevaran. Trent se tumbó en el asiento, más bien en la pelota hinchable que usaba de asiento. Su larga polla se combó hacia abajo acoplándose a sus huevos y taponando la entrada de su culo. Él también la tenía impresionante. Bo tuvo que zarandearle hacia arriba para que el rabo subiera hacia su vientre y así dejar el hueco libre para meter polla.
La ahora desigual altura obligó a Bo a flexionar las piernas y currarse un poco más la follada, pero salió airoso de la afrenta dejando claro que era un manitas que servía para todo. Trent todavía llevaba dos prendas puestas, los calcetines y las zapatillas. Bo le sacó las zapas, le cogió por ambos pies, los juntó y metió el gigantesco rabo entre el hueco de los empeines cascándose una paja, sintiendo la gozada del roce de los calcetos sucios en la piel de su sensible nabo.
Las vistas que tenía Trent eran alucinantes. Veía esa polla enorme y gorda saliendo y entrando entre sus pinreles, el cipote cada vez más rojo, castigado, siendo encapuchado y descapullado una y otra vez. De un momento a otro esa polla empezaría a escupir leche. Bo paró en seco, se cogió la verga y se la empezó a pajear encima de Trent, soltando toda la lefa sobre su cuerpo en una lluvia blanca.
Caían gotitas chispeantes. Trent abrió la boca para ver si alguna agraciada gota le caía en la boca. No tuvo suerte, pero le alegró saber que ese chisporroteo era apenas el precum de la verdadera corrida que llegó segundos después, cuando los auténticos lechazos blancos y espesitos comenzaron a caer a chorrazos y a traición sobre él.
Había llamado para que le arreglasen las luces del despacho y ahora estaba tirado por el suelo, con el ojete del culo más abierto que nunca, acababa de hacerse una paja y tenía el cuerpo cubierto de la lefa de otro hombre. Se juró a sí mismo que a partir de ahora iba a joder las cosas a posta, que a ese maromo no le iba a faltar trabajo. Esa polla de ensueño y lo cabronazo y fantasioso que era follando, le habían dejado loco.