Cómo le sonreían las cabronas a Teddy Torres. El dispensador de agua le pillaba justo delante del escritorio del despacho, así que muchas de sus compañeras del trabajo fingían ir a beber cuando en realidad querían insinuarse ante el más machote, guaperas y follador del curro. La más fina le guiñaba un ojo, pero las otras guarrillas le enseñaban los pechos inclinándose hacia adelante o se subían la falda mostrándole toda la rajita del pepe, preparadas para ser penetradas por la enorme y gruesa barra que se decía que tenía.
A oídos de su compañero Eddy Ceetee había llegado que a ese macho le iba la carne tanto como el pescado. En cuanto a tetas no podía competir pero nadie tenía mejor culo que el suyo. Eddy se insinuó cerca del surtidor y Teddy fingió no hacerle caso, pero en cuanto se dio la vuelta y le enseñó ese pedazo pandero grandote embutido en los vaqueros, Teddy se mordió el labio inferior, imaginando lo muchom que le gustaría emptrarlo hasta perder su polla dentro.
En el curro no le gustaba mostrar sus preferencias sexuales. Para él aquello era un juego diario con el que se divertía, aunque después no terminaba follando con ninguna. Un día se encontró sobre la mesa una invitación. Lugar: El cuarto trastero. Localizar: Una caja grande de cartón con un agujero. Acción: Meter la polla dura dentro. Objetivo: Recibir la mejor mamada que le habían hecho en su vida.
Teddy ya iba con el motor encendido, con la tranca tiesa. Se bajó los pantalones por debajo de su peludo culo y empezó a colar por el agujero primero la punta, después toda la chorra. Enseguida sintió el gustazo por todo su cuerpo, los ojos en blanco, cuando una boca le apresó la polla y empezó a masturbársela con los labios, de arriba a abajo, dejándosela bien húmeda.
La tia que le estuviera haciendo esa mamada, sabía lo que le gustaba a un tio. Con el estilo rudo que le caracterizaba, Teddy jodió el cartón y le alegró descubrir que debajo no había una hembra, sino ese santo varón con el culazo gordo que ahora le había dado motivos suficientes para follárselo. Le dio media vuelta y le inclinó sobre la mesa que había en la pared, dispuesto a comerle la raja por lo menos poniendo tanta dedicación como él había hecho con su rabo.
Mientras lo tenía cabalgando sobre sus piernas, tragándose toda su gorda pollaza a pelo, Teddy no dejaba de mirar ese culazo tan bien formado, enorme pandero tragapollas. Las otras tias se pondrían malas de envidia cuando escucharan que Eddy había sido el único capaz de llevarse al machote al catre. Ni grandes tetas ni un buen chochamen, lo que Teddy quería más que nada era un culo apretado y grande donde calmar el picor de su calenturienta polla.
Se masturbó delante de su cara y le metió un lechazo encima hasta ponerle la gomina en el flequillo, inundando su boca con mucha leche, obligándole a cerrarla y tomar un trago antes de abrirla con sus labios ahora pegadizos, mirando de cerca ese rabaco grande, gordo y corrido por el que tantas habrían dado lo que fuera por probar.