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Collin Simpson cabalga a pelo sobre el robusto pollón de Michael Boston | MEN

Dr. Wood Part 2

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Pulsó el timbre. Al rato escuchó la voz del Dr. Wood desde dentro invitándole a que pasara. Michael Boston colocó la mano sobre el picaporte, cerrando los ojos, respirando hondo, abriendo la puerta, ensanchando sus fosas nasales, oliendo el aroma que despedía esa consulta, olor a sexo, recordando cómo la vez anterior, el doctor se había follado a un chavalote enfrente de sus mismísimas narices.

El doctor le habló de progresos. ¿Progresos? Si se podía llamar así al hecho de que desde su última visita se la había estado cascando a diario varias veces, entonces se podía decir que iba por buen camino. Estaba bien estimularse a solas, pero no podían olvidar el problema por el que Michael había ido a su consulta, hacer que los gatillazos fueran cosa del pasado. Si pensar en Collin Simpson le había servido para alimentar sus pajas, lo mejor era que gozase con él.

El doctor llamó al chico, siempre predispuesto. Llevaba unos boxer holgados y estaba igual de rico que Michael lo recordaba en sus pajotes. El doctor hizo que Collin se desnudara y animó a Michael a tocarle el rabo y las pelotas igual que él hiciera en la primera sesión. Le preguntó qué sentía. Michael confesó que le molaba tocar las partes nobles de otro tio, pero lo mejor es que estaba empezando a sentir que le apretaban los pantalones por la parte delantera.

Como si fuera un time lapse, Michael se puso cachondísimo viendo cómo el simple hecho de rozar las pelotas de Collin por debajo con la yema de los dedos, hizo que fuera creciendo más y más, como una rosa de tallo largo, alargándose, engordando, hasta estar completamente dura y venosa mirando hacia arriba.

Estaba tan embelesado con la forma de esa durísima polla que apenas escuchó las palabras del doctor, sugiriéndole que se quitara los vaqueros, descubriendo que el problema no era suyo, sino que para trempar había que tener algo delante que realmente te gustase y te motivase. Michael estaba más que preparado para que ese chavalote se agachara y le comiera toda la polla.

Sentir sus húmedos y calientes labios apresando su rabo casi le hizo correrse de gusto en el interior de su boca. Hacía tiempo que no tenía esa sensación de gusto tan precipitada, cuando apenas había empezado a masturbarle la polla. El doctor le enseñó algunos trucos fuera de los clásico, algo más cerdo. Se tomó la licencia de agarrar el rabo de Michael y sacudirlo, metiendo unos buenos pollazos a Collin en la jeta.

Llegó la prueba de fuego y la superó con creces. Collin estaba a cuatro patas, ofreciendo su hermoso culazo grandote y redondo para ser follado a pelo. Michael se miró la verga y miró al doctor. No había gatillazo. Al contrario. Su polla ahora estaba más grande y dura que nunca, un pedazo mástil robusto y fuerte llamado por la naturaleza, deseando penetrar el interior de esa profunda cueva.

Se la metió y calzó perfecta. Escuchar los gemidos de Collin le hicieron ganar confianza consigo mismo y petarle el ojal cada vez más profundo y rápido. Mientras se lo follaba, el doctor estaba ahí para estimularle los pezones, como una mosca cojonera pero necesaria que se convirtió en algo así como el diablillo de sus pensamientos, el lado más cerdo de su mente.

Ahora Michael estaba sentado donde la semana anterior estuvo el doctor. Ahora Collin se sentaba sobre sus piernas y se clavaba su mástil a pelo, cabalgándole, saltando de gusto y sin control. Primero de frente, sintiendo el roce de una dura polla sobre su torso, después de espaldas, notando el roce de esa polla caliente azotándole los muslos.

Abrió los ojos. Collin estaba bocarriba, con las piernas abiertas, dejándole pasar hacia su interior una y otra vez. El doctor y él le miraban fijamente desde abajo, los dos a la vez, animándole a seguir haciéndolo tan bien como lo estaba haciendo. Michael no pudo resistir más. Sacó la polla del culo y se la pajeó corriéndose encima del cuerpazo de Collin. Su polla volvía a estar fuerte y sana, dispuesta para salir de noche.

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