Mientras se besaban, Drew Dixon no dejaba de mirar hacia abajo. Entre las piernas del hombre que tenía enfrente, algo luchaba por salir del encierro de los calzones, creciendo a lo largo, muy largo, empujando la tela hacia abajo y hacia el frente. Koldo Goran se dio cuenta, pilló la indirecta y se puso de pie, dejando que ese tio alimentase sus tentaciones.
Un paquete tan grande como su cara. Casi no supo por dónde empezar. Tiró de la goma de los gayumbos hacia abajo y empezó a descubrir la tierna polla que se ocultaba debajo de ellos. Centímetro a centímetro. La base con unos huevazos colgando. Se quedó besándola y siguió bajando los calzones. Aquello parecía no tener fin. Se puso tan cachondo que, antes de sacársela entera, se la relamió, tiró hacia abajo descubriendo los últimos diez centímetros y en cuanto el pollón salió escopetado se ayudó con la lengua para metérselo dentro de la boca.
Una pollaza larguísima, menudo rabaco, gorda como ella sola. Estaba suave, calentita, todavía morcillona. Ni en ese estado se la pudo comer entera de lo larga que era. Cerró los ojos, dejándose llevar por el gusto que le proporcionaba tener la boca llena de rabo. La sacó de entre sus labios y miró cómo caía la muy puta, meneándose entre las piernas, enorme.
La mamaba, apretando con fuerza con los labios encima de la trompeta y la volvía a dejar caer. Cada vez más larga, cada vez más grande, cada vez algo más inclinada y dura. La siguiente vez que se la chupó, Koldo le ayudó a atragantarse con ella. No le había metido ni la mitad del pollón y ya le entraban arcadas, se le caían las babas por las comisuras de los labios.
Koldo empleó la técnica que emplean los stripper. Se la agarró por la base y se la puso bien dura, para que Drew se hiciera una idea de lo que le esperaba cuando ese pollón hubiera alcanzado todo su esplendor. Drew, acostumbrado a ver todo tipo de vergas, seguía preguntándose cómo coño había tios que pudieran tener algo tan grande colgando.
El gigantesco rabo había crecido en volúmen, expandiéndose a lo ancho, perfecto para hacer un gag the fag. Drew se tumbó sobre la cama y dejó la cabeza en el borde. Koldo dejó la cabeza de Drew entre sus piernas, las abrió, dobló las rodillas y le folló la boca a pollazos. Los sonidos guturales le daban la vida. Drew elevaba la cabeza para forzar la mamada, cogiendo a Koldo por el culo para apoyarse.
De cuando en cuando, después de rellenarse bien la boca de morcilla, salía a tomar un respiro. Volvía a la carga, aguantando el empuje de un pollón gigante, cada vez más duro, que intentaba colarse por su garganta. Drew estaba exhausto, pero no se le habían terminado las ganas de comer. Se sentó en el suelo al borde de la cama, justo donde momentos antes había tenido la cabeza y Koldo hizo delante de él un alarde de potencia, golpeando su pecho con su enorme miembro viril. Drew puso esa media sonrisa de «cabrón, qué grande la tienes«, sin dejar de mirar su rabo.
De haber tenido tetas, con gusto Drew le hubiera hecho una cubana. Koldo empezó a restregar el pollón entre sus peludetes pectorales antes de follarle la jeta. Para esta ocasión, le soltó unos salivazos desde arriba. Blanquitos, los dos imaginaron que era lefa y se pusieron cachondos compartiéndola a besos, despegando sus bocas mientras los colgajos les colgaban entre ellas. Drew le escupió en el cipote. Toda saliva era poca cuando se trataba de comer un trabuco enorme.
Koldo se tumbó en la cama a cuerpo de rey, pasándose los brazos por detrás de la cabeza. Drew se sentó sobre su cara, abriéndose bien de piernas y depositando su precioso y rosáceo ojete justo en la boquita de su machote, a tiro de lengua. El gusto que le proporcionó con ella fue infinito, provocándole unos gemidos de la hostia y una erección que le dejó ver al retirarse.
Ahora al borde de la cama, Koldo tenía un buen culazo abierto de par en par a su disposición. Dio un par de toquecitos al agujero con el cipote y le metió la barrena hasta el fondo, hasta taponar el agujero con sus pelotas. Se le pusieron los ojos en blanco. Ese cabrón zampaba por el culo de puta madre, pero no dejaba de ser un espacio apretadito y suave que le atrapaba la polla como la seda.
Una vez metida dentro, empezó a azotarle con los huevos, a follarle como a una perra, haciéndole digerir sus impresionantes veintitrés centímetros de rabo. Drew empezó a dejar de lado su humanidad para convertirse e un animal que disfrutaba del sexo, ruborizado, gimiendo, aguantando las envestidas a cambio de placer, gritando guarradas, animando a su macho a gozar bien de su culo.
Lo consiguió. Koldo apoyó las manos en la parte superior de sus nalgas y le zurció a pollazos, metiéndole toda la tranca de principio a fin, subiéndose a la cama, cobijando el culazo entre sus piernas, taladrándolo desde arriba. Drew aguantó estoicamente, con las rodillas ancladas en el colchón y adaptando el culete a la nueva postura que se le había ocurrido a ese perrete follador que ya hasta saltaba con los pies en la cama, rebotando sobre su trasero, jodiéndole con toda la polla al caer.
Koldo le cogió por las caderas y se lo sentó encima, culeándole desde abajo. Drew no retrocedía ni un centímetro. De hecho el muy cabrón, en cuanto Koldo se relajó un poco, comenzó a saltar sobre la polla clavándosela enterita, pajeándola entre sus nalgas.
Drew se dio cuenta de que algo brillaba en la punta de su propia polla. No dudó ni un segundo en posar la yema del dedo índice de su mano en la raja del cipote, coger el precum y llevárselo a la boca para degustarlo. Koldo le dio la vuelta y se lo folló como un machote, penetrándole mientras se abalanzaba sobre él y le miraba cara a cara, retándole.
Apenas le dejó el hueco justo para meter la mano, agarrarse la polla y meterse un buen pajote. Se notaba que tenía los huevos cargadísimos a juzgar por cómo salió la corrida disparada, con un potentísimo lefazo que salió despedido con fuerza hasta su hombro.
Sin todavía haberse recuperado del todo de la corrida, Drew miró hacia abajo. Koldo le había sacado la polla del culo, se la estaba meneando pero al rato la dejó quieta, con el cipote apuntando hacia el ojete. El muy cabrón empezó a depositarle el semen encima, taponándole el hueco con esa cremosidad blanca y espesa. Le metió la polla dentro del culo con parte de la lefa dentro y el resto saliendo hacia afuera por la presión, dibujando en su ojal una bonita marca de leche como un poso redondito, goterones de lefa cayendo de la polla embadurnada en semen que no dejaba de penetrar el agujero.
Cuando se lo sacó del culo, el rabo amorcillado empezó a resbalar por la colcha, pringándola de semen. Koldo levantó el culazo de Drew, que hizo latir su ojal, expandiéndolo y cerrándolo, tragando y expulsando la leche que todavía tenía encima, una rosa roja y blanca perfecta.