El jovenzuelo al que había conocido hacía un par de meses estaba completamente enchochado con él, siempre ronroneando a su lado, buscando ponérsela dura. Andy Onassis no podía evitar ser como era, un atractivo macho grandote y varonil con una verga fuera de lo común, de un tamaño muy superior a la de otros hombres.
Daba gusto verle hacer tareas de mantenimiento en la casa. Había que comprender la actitud de Drew Dixon cuando veía a su macho subido a una escalera, estirando los brazos para colocar una simple bombilla, observando cómo, al estirar los brazos, se le subía la camiseta ajustada por encima de la cintura y dejaba a la vista un hermoso abdómen. Entonces se acercaba, se ponía en actitud cariñosa y muy cachondo viendo cómo engrosaba el tamaño del paquete bajo lo vaqueros.
La cara de gamberro vicioso que ponía cuando le desabrochaba la bragueta y veía todo el tronco enorme apretado contra la tela de los calzones, luchando por salir, no tenía rival. Tiraba de la goma y antes de dejarla salir, posaba los morros sobre el glande, aspirando el aroma de rabo encerrado que tanto le ponía.
Después de quitarle y quitarse tanta ropa como podía para quedarse desnuditos en la habitación, se arrodillaba y comenzaba a comerle la polla. Gemía con el cipote rellenándole la boca, se la sacaba y ponía morritos, dejando que ese mazacote gordísimpo y caliente resbalara por encima de sus labios húmedos, por sus mejillas. Se la volvía a meter dentro de la boca y arrastraba los labios por la piel con un esfuerzo y una energía superior a lo que requerían el resto de las pollas, porque no recordaba una tan sumamente gorda.
Decidió jugar a los colegas del taller mecánico ahora que estaban los dos tan sucios. Miró hacia arriba y le pidió lubricante. Andy le cogió la cabecita delicadamente con una mano por la barbilla y le escupió dentro de la boca. Drew se lo agradeció con un gesto y fue directo a mamarle el rabo con esas nuevas babas. Ni cogiéndole por los huevos, ni poniendo todo su empeño, consiguió pasar de la mitad del falo de lo puto grueso y enorme que era.
Y no fue porque no lo intentara. Era un comepollas de la hostia y nada se le resistía. Tiró sin miedo hacia el fondo atragantándose varias veces, dejándose unas buenas arcadas por el camino cuando el cipote se acoplaba a la campanilla. Media polla mojadita y media polla seca, lo remedió sacando la lengua, curvándola y dejando que Andy hiciera el resto, meneando el culete y haciendo resbalar cada centímetro del pollón por encima de ella.
Drew ya estaba perrísimo, chupando rabo y mirando hacia arriba, buscando la mirada cómplice de Andy, meneando el trasero, seductor. Se dio la vuelta y se puso cachondísimo cuando Andy le hundió los morros en la raja de culo, sintiendo sus labios, su lengua perforando su ojete, el raspado de su poblada barba. Era un cerdaco comiendo culos, soltando unos gruñidos famélicos que llenaban toda la habitación.
Se sentó sobre su boca y se le empinó la polla al sentir el gusto de la lengua rozando su agujero. Bajó de nuevo a engrasarle la herramienta y lo que su boca no había podido, se lo tragó su culo. Andy colocó el pulgar sobre la parte baja de su miembro para apuntarlo hacia el ojete y se la coló dentro sin condón y sin esfuerzo. El acogedor hueco se tragó todo su miembro viril sin contemplaciones.
Era tan tragón que decidió subirse a la cama para darle una paliza con el rabo. Le empinó el culete, lo atrapó entre sus piernas y le enfiló con una mansalva de pollazos clavándole la polla entera y aplastando los huevos contra la raja de su culo. Después de una buena follada a traición, le dio la vuelta y, como un artista mira el transcurso de su obra, él abrió las nalgas de Drew para ver la suya propia. Menudo rosal le había dejado al muy cabrón, rodeado por los pelitos, con el ojete abierto de par en par en carne viva y un diámetro descomunal. Había menospreciado el poder de su polla.
No quería jugar más a los mecánicos, ahora ese era su jardín e iba a meter manguera y regar donde él quisiera. Cultivó la rosa cuidándola como un principito, a pollazos. Drew, que ya se había medio acostumbrado a las embestidas de ese bestia, se puso cómodo sobre la cama, con los brazos detrás de la cabeza, mirando cómo ese macho con un cuerpazo de vicio le empalaba el ojal con su gordísima tranca.
Llegado ese momento, los dos habían perdido parte de su humanidad para dejar salir su lado más animal y descontrolado. Andy se puso en pie, cogió a Drew en brazos y le metió la polla en volandas. Los dos abrazaditos, sus caras sudadas pegadas una frente a la otra, mirándose fijamente, sintiendo una conexión como no habían sentido antes, alimentándose uno de los gemidos y el aliento del otro, enganchados por rabo y culo.
Andy se dejó caer sobre la cama y Drew fue corriendo, sin perder tiempo, a sentarse encima de su polla. Se pasó una mano por detrás para conducir el rabo dentro de su agujero y se la encasquetó hasta el fondo, antes de que Andy lo levantara con los muslos y empezara a meterle tralla. Drew se dio la vuelta y le masturbó el rabo con el ojete, aunque fue él quien casi se corre.
Prefirió dejarse la leche dejándose follar, apreciando de nuevo las embestidas de su fornido macho. Casi no tuvo ni que machacársela. Le bastó con agarrarse el rabo y dejar que el movimiento bestial de la follada hiciera el resto para sacarle la paja.
Ya había dicho que para Andy ese era su jardín y que iba a hacer con él lo que le viniera en gana. Pues después de cultivar su rosa, se pajeó la manguera y la regó con leche calentita. Después introdujo el nutritivo esperma por el culo, llegando hasta sus raices, para que así creciera fuerte y sana.