Si sus padres supieran lo que Danny Azcona hace cuando se van fuera de casa. La primera vez que sintió la curiosidad de hacérselo con un tio, agarró la libreta de teléfonos de su padre y se fue directo a por el nombre del manitas Alejandro Torres. Le llamó fingiendo una avería en la caseta de la piscina, justo donde más calor hacía, para que se bajase el mono de trabajo hasta la cintura y así poder ver su torso atlético.
Esa primera vez no se atrevió, pero a la siguiente sí. Lo estaba gozando tanto mirando ese cuerpazo de hombretón, su culo bien marcado cuando se agachaba, que se acercó a él comiendo un chupa chups, haciendo que sintiese su presencia y cuando Alejandro se giró advirtiendo que estaba detrás de él, el muy cabroncete agarró el chupa chups, se dio la vuelta, se bajó los pantalones y se metió el caramelo por el agujero del culo mirando hacia atrás de forma lasciva al currante, lamiéndose los labios.
Ese día acabó con la trompeta del manitas hasta el fondo y no sería la última. Sus encuentros se volvían cada vez más comunes cuando sus padres no estaban. Ya le llamaba y le daba paga extra sin tener que trabajar. Le dejaba entrar a la casa y pasar el día cómodamente tumbado a la bartola en el sofá viendo la tele como un gandul. Le daba igual, con una condición, que se quedase en gayumbos. Lo que había de ahí para abajo le molaba un huevo, pero ese torso blanquito, algo peludo y definido era su perdición.
Aquel día jugaron a cliente y camarero. «Camarero, ponme un whiskey largo«, le decía el chaval desde la barra.Alejandro abandonaba entonces su cómoda postura repatingado en el sofá, se bajaba los calzones y ponía sobre la mesa de la barra toda su enorme y larga pija para que Danny se agachara a comérsela. Con ese tio había aprendido a comer pollas y a hacerlo de puta madre con rabos así de grandes, hasta el punto de que sorprendentemente apenas le costaba tragar hasta las bolas.
Así como estaba, con la espalda incorprada sobre la barra del bar, Alejandro aprovechaba para descubrirle el melocotón y pasearle la mano y un estratégico dedo por la raja del culo. Danny se ponía tontorrón sabiendo que muy pronto ese pollote iba a estar navegando entre las olas de sus nalgas otra vez.
Normalmente tras chupársela en esa postura, le habría puesto ya el trasero, pero esa mañana se había levantado con ganas de rabo. Se tumbó de espaldas sobre la barra dejando caer la cabeza hacia atrás y dejó que Alejandro le follara la puta boquita. Su cipotón aprovechándose de sus mofletes y de su garganta fue lo mejor que podía experimentar.
Contento con la mamada, se subió a la barra y le ofreció su culo, con una apertura entre los cachetes tan profunda que Alejandro perdió los morros ahí dentro. Danny se sentó en la barra, se abrió de piernas y Alejandro, un poco de puntillas para alcanzar el agujero del culazo ayudado por la mano de Danny que le guiaba hacia la entrada, le penetró sin condón.
El chaval gemía con una perra cuando se lo follaba y en esa postura en la que estaban, tan pegaditos, Alejandro notaba cómo aplastaba con sus abdominales las pelotas del chico cada vez que lo penetraba hasta el fondo. Un plus inesperado que hacía que lo penetrara con más fuerza, al sentir cómo los cojones del chaval se despegaban lentamente de su cuerpo cada vez que se acercaba y se alejaba a cada pollazo.
Al principio de su extraña e idílica relación, era el ruido del martillo lo que sonaba en la casa. Ahora lo que sonaba era el plas plas de unos muslos chocando contra un culazo, mientras una polla robusta, dura y potente penetraba un orificio hecho a su medida. Danny miraba al manitas, su cara de concentración y se ponía to perraco.
Esa minga larga le llegaba a todos sus sentidos del placer de tal forma que jamás había sentido ni la más mínima tentación de abrir de nuevo la libreta de los teléfonos para acudir a ningún currante de otro oficio. Cuando un hombre conseguía llenarle plenamente, o más bien rellenarle, para qué buscar a otro, si ese ya le hacía el trabajo como él quería.
Cuando sus padres se marchaban, él se convertía el el dueño de la casa y al señorito ahora le apetecía que lo amasen bien. Alejandro lo cogió en volandas sin sacarle la polla y lo llevó hasta el sofá. Allí le hizo el amor frente a frente amándolo como él quería, con un buen rabo en su interior, sacando y metiendo, haciéndole sentir una putilla.
Poco a poco Alejandro le fue dominando, poniéndole una pierna por aquí, la otra por allá con sus fuertes brazos, machacándole el culo con la polla como si no le costase entrar y salir de su agujero, manejándose a su antojo como el puto amo. Cómo no se iba a abrfir de piernas ante un tiarrón así de potente, que cuando está de espaldas luce un culazo imponente y entre medias le cuelga lo que le cuelga, unas buenas bolas y una picha casi como la de un caballo.
Cuando terminasen, tendría que obligarle a limpiar el sofá. Danny empezó a notar que el rabo le entraba con mayor olgura y algo mojaba la raja de su culo. No sabía si era el sudor del machaque al que estaba sometido o es que a ese machote se le había escapado algo de precum. Por supuesto Danny pensó en la segunda opción y la simple idea de ser preñado por ese tio le alucinaba. Si hubiera sido tia, le habría pedido que le hiciera un bombo allí mismo.
Danny estaba cada vez más arrinconado contra el respaldo del sofá. Alejandro había determinado subirse con los pies encima y tenía el culo entre sus muslos apoderándose del chico, enfilándole una y otra vez con la cornamenta. Cuando le dejó escapar fue para sentarse y dejar que Danny le cabalgase el rabo tomando asiento sobre su polla tiesa.
A Danny le encantaba pajearle la polla con el culo, abrazarse a él y pegar cara con cara. Era el momento más ínitimo que podía tener. Sabía perfectamente que aquello era una aventurilla con fecha de caducidad, que acabaría en cualquier momento, pero mientras estaba así tan acaramelado, prefería pensar que ese era el hombre de su vida al que quería entregarse para siempre. Eso hacía que todo pareciera mucho más especial que un simple rollete.
Volvió a sentarse encima de sus piernas, pero esta vez dándole la espalda y amándole la polla con el ojete. Terminó de lado, follado por los intensos y fuertes caderazos que ese tio le metía y sintiendo todo ese potente rabo inundándole la raja del culo se cascó un pajote. La leche empezó a brotar de su polla como un surtidor a presión, saliendo de la punta del cipote como un chorrazo largo e intenso.
Alejandro siguió metiéndole la polla hasta que notó que el chico se calmaba. La sacó demasiado tarde. Ya le había preñado un poco el ojal cuando sacó el rabo y los lefazos de semen espeso empezaron a inundar la raja del culo del chaval hasta dejarla casi invisible. Ya que no había podido contenerse, Alejandro se agarró la polla, la metió dentro del charco de su propia lefa y toda mojadita se la volvió a meter por el agujero. La indecente leche cedió al paso de ese pollón gigante y empezó a resbalar por uno de los cachetes mientras el rabo entraba y salía bañado en semen. «¿Desea beber algo más, señor?«, le preguntó Alejandro. Con el batido que llevaba ya en el culete, haciendo hasta pompitas, iba más que servido.