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Guardacostas 1: Brian Michaels penetra el culazo del capitán Steven Roman entre los árboles de la isla | MEN

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El tráfico de drogas era cada vez mayor en la zona sur. El guardia costero Steven Roman quería cazar a ese hijo de puta que tan bien movía los hilos entre los habitantes sin dejar ningún tipo de rastro. Sin registro de barcos alquilados, ni los informantes podían hacer nada, así que le tocaba echarse a la mar y buscar él mismo la información. Lo que no esperaba es que los habitantes se lo pusieran tan difícil.

Un lugareño llamado Brian Michaels fue su primer testigo. Aquello no era como el trabajo en la ciudad, donde podías interrogar a quien te saliera del pito al cruzarte con cientos de personas por la calle. Eso era una puta isla en el quinto coño y suponía que encontrar a cualquiera en la orilla era como un jodido regalo caído del cielo. Eso sí, no supo si ese tio se estaba haciendo el sordo o qué, porque le costaba sacarle las palabras. Se vio obligado a emplear la nueva táctica que había aprendido.

«A ver, pedazo de gilipollas, ya que no quieres soltar prenda, ¿qué te pasece si te subes a la barca, te como toda la polla y desembuchas?«. Parece que eso sí que lo entendió y no es que fuera sordo, sino que no entendía muy bien el idioma. «Tú me chupas la polla«, repitió el cabronazo. «Eso es, ven que te coma el rabo«, sentenció Steven suspirando de impaciencia.

Mientras le comía el ciruelo, le contó todo lo que necesitaba saber. El chaval tatuadito estaba de muy buen ver y tenía un gran miembro. «Mira chico, esto no lo suelo hacer, pero te has portado tan bien que te voy a dejar penetrarme el culo«, dijo el comandante, a lo que tuvo que añadir un gesto para que le entendiera «tú, meterme ese polla grande por el culo«. Ahora sí quedó captado.

Llevaron la barca a la orilla, se metieron entre los árboles del islote, Steven se reclinó apoyándose en un tronco y donó todo su grandote y poderoso culazo peludo a la causa. Vaya taladro tenía el chaval y lo bien que lo manejaba. Steven se arrodilló en la arena y dejó que Brian le pringase la barbita de lefa blanca. Sin quitársela de ahí, se incorporó y se corrió en el pechote del que a partir de ahora sería su nuevo informante.

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