Desert Hideaway 1: William Seed taladra el culo a Pierce Paris en mitad del desierto | MEN

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Algunas de las fichas robadas de uno de los más prestigiosos casinos de Las Vegas no están iluminadas por los focos relucientes de un gran salón, ni por las luces intermitentes de colores de las máquinas tragaperras, sino que están bañadas por la luz del sol y siendo manoseadas por un ladrón y dos estafadores a kilómetros de allí, en un caserón perdido en le desierto.

Entre ladrones anda el juego. William Seed y Pierce Paris no están jugando a las cartas para ganar, están jugando al despiste, esperando el momento oportuno porque saben de todas todas que la victoria será suya independientemente de la mano que jueguen. Un guiño de ojo, fichas al suelo, movimientos rápidos, salen huyendo como alma que lleva el diablo con el malentín del dinero siguiendo la única vía de escape, una extensa carretera que se pierde en el escondite del corazón del desierto.

Temiendo que les persigan, toman un sendero por tierra y dejan el coche tirado para seguir andando hacia el norte. La noche está al caer pero están eufóricos. Son ricos, están montados en el dólar, son guapos, podrán tener todo lo que quieran al llegar a la ciudad. William manifiesta su alegría ante Pierce bajándose allí mismo los pantalones, sacando su majestuosa y gorda verga, toda dura. Con unos billetes le da unos hostiazos a su colega y le invita a comerle el trabuco.

William está que se sale. Hace casi una semana que no folla y necesita descargar la energía y las pelotas. Esta oleada de suerte multiplica aún más todas sus emociones contenidas y termina descargando toda su pasión sobre Pierce, al que le folla todos los agujeros posibles, entreteniéndose sobre todo en su culazo, al que aprovecha para perforar desde abajo como si fuera una taladradora humana cuando se le monta encima y más tarde desde arriba.

No sabría decir si ese era el último condón que le quedaba en la cartera, pero estaba claro que sabía muy bien cómo aprovecharlo hasta las últimas. Ahora seguían siendo igual de pobres, todavía les quedaba un duro y largo camino a pie, el dinero que llevaban en las manos todavía no valía nada, aunque dentro de poco cobraría sentido.

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