La vida universitaria y la estancia en la fraternidad. Antes de ir allí, Jake Preston casi salivaba cada vez que pensaba en todo lo que haría. Chicos de su edad, seguramente habría un montón de chulazos, noches de borrachera en las que se darían a las pajas, puede que alguna mamada y por fin se haría un hombrecito metiéndola en un agujero.
Una vez allí, todo pareció volverse algo más complicado de lo que había parecido en su mente. Las relaciones no eran tan fáciles y mucho menos conseguir tener sexo, pero con algo de paciencia, todo llegó. Ocurrió en una fiesta privada entre él y los dos chicos con los que mejor se llevaba, Finn August y Joey. No era una disco, pero un buen altavoz y algo de bebida dieron el pego.
Se la había suministrado su representante del ala del edificio, Johnny Donovan, contradiciendo todas las normas de la fraternidad, que dictaminaban que nada de alcohol dentro de sus paredes. El tio les sacaba unos años y se le veía que era majo y enrollado. Estaba claro que había hecho eso muchas veces. Joey comenzó a ponerse un poco intenso. Parece que vio algo entre Jake y Finn y se propuso casi unirlos en matrimonio.
Que si está claro que os moláis, que si ponle una piernita encima, que si un beso en la boca… hostias, un beso en la boca. En cuanto los labios de Jake rozaron los de Finn, cayó en la cuenta de que era la primera vez que besaba a otra persona en la boca. Y le gustó mucho. Ya no estaba Joey agarrando sus cabezas y uniéndole, que ya lo hacían ellos dos solitos. Era como comer pipas, no podían despegarse.
La temperatura aumentó beso a beso. Se quitaron las camisetas. Por fin el Jake de antes de ir a la universidad y el de ahora se unían en consonancia. Una oportunidad de oro, todo aquello con lo que había soñado. Jake sabía que la tenía larga. A ver, estaba claro que había chicos mejor dotados, pero después de pasar por los vestuarios del colegio, del instituto y del gym, los chicos siempre se le quedaban mirando alabando la jodida gran verga que le colgaba como un badajo entre las piernas.
Por todo ello, se quitó los pantalones y se la enseñó a Finn, que además pudo verla toda durita. Vaya que si le gustaba, la cara de un tio no engañaba y encuanto Finn le colocó la mano en la base del rabo y se la enderezó, alucinó con el brillante tamaño de esa cigala. En cierta forma era normal, pues nadie en su sano juicio habría pensado que un chaval menudito y delgado podría tener semejante tranca.
Se la relamió con la lengua desde la base hasta el cipote y luego se la chupó como si fuera un polo. Menudo mástil y qué puto dura, como una roca. Estaba chupándosela bien decidido a sacarle todo el jarabe de las pelotas cuando el enrollado de Johnny entró. A él también se le puso dura al ver esa tranca tiesa e intentó disimularlo bajo los vaqueros, pero todo salió a la luz cuando los chicos le convencieron para que les hiciera allí mismo y en ese momento un striptease integral.
Johnny era guapo, muy atractivo y sensual, tenía un cuerpazo, pero ante lo que los chavales no se pudieron reprimir soltando un gemidito de alegría, fue al ver su pedazo de pandero redondito y blanco. Johnny lo meneó delante de ellos sin pensar que les estaba calentando, lo hizo pensando que era una fiesta entre chicos, sin más, hasta que Jake se le puso detrás, dobló las rodillas y se la metió por el agujero sin condón.
Tan joven y tan grande. A Johnny no le había metido una así en mucho tiempo, así que se alegró de conocer al chaval. Finn se puso delante de él, se bajó los vaqueros y le dio de comer rabo. Dos jovencitos cachondos dándole polla. Siendo su representante, se vio obligado a dar su mejor versión. Se convirtió en la mejor de las putitas para los dos, a uno expandiéndole el ojete para que entrara más a fondo y al otro succionándole la verga de tal forma que no lo olvidara nunca, dejándole al borde mismo de la corrida primaveral.
Los tres completamente desnudos y con las pollas duras, se quedaron de pie dándose al dulce pajeo. Johnny pasó un brazo por detrás de los cuellos de los chicos, mientras que ellos posaban sus manos en el rabo de su representante, pelándosela. Finn también iba bien de culo. Fue el siguiente que se folló Jake. Ni en el mejor de sus sueños. Dos culos en una sola noche.
Entre él y Johnny se encargaron de dar cera a Finn, primero por detrás y luego abierto de piernas. En el sofá, Johnny se cabalgó el rabaco de Jake en todo su esplendor y luego Jake se retiró para pajearse viendo cómo Johnny remataba el culazo de Finn que, atosigado con esa gran polla penetrando su culo, se vino arriba y empezó a soltar trallazos de lefa, mojando sus muslos y regando el espectacular torso musculado de Johnny con toda su leche.
Viendo eso, algo se despertó en Jake, como una furia, un calor salvaje lleno de emoción que le recorría toda a espalda y se desataba en una inmensa alegría al llegar hasta la parte de atrás de su cabeza. Si Johnny no quería, que se retirase, pero él quería correrse en un lugar muy concreto, un fetiche de sus fantasías. Apuntó con la polla hacia la cara de Johnny y se le corrió encima, deslechándose sobre su rica boquita, su bigote y su barba.
Johnny no se retiró, espero a que el chaval se hubiera sacado hasta la última gota. Degustó su semen y a cambio pidió su recompensa. Con la la lefa recorriendo sus abdominales y el buen sabor de boca que le había dejado Jake, se folló a Finn por detrás. La sacó a tiempo para esparcir su semilla por todo ese culito, decorando su raja y se la metió por última vez regalándole dentro sus últimos estertores.
¿Podía pedir más Jake que ese puto cerdeo en que se había convertido su primera fiesta privada universitaria? Por primera vez comprendió que separarse de papá y mamá tená sus cosas buenas, buenísimas. Lo supo cuando vio a Johnny agacharse, plantar las manos en el culazo en el que acababa de plantar la semilla, meter los morros en la raja bañada con su semen, sacar la lengua y cabecear como un maldito cerdo degustando toda la corrida para luego levantarse y compartirla a besos con él.