Joder, de todas las proposiciones que le habían hecho a Gustavo Cruz como gigoló de categoría, nunca jamás ningún tio le había propuesto que fuera su padrastro. En cuanto escuchó la voz de Pol Prince con tanta seguridad diciéndole esto, su curiosidad se despertó y, de camino al lugar donde habían quedado, se imaginó la de cerdadas que podría hacer con ese chico, que tantas ganas tenía de que le protegiera un hombre mayor que él.
El chaval resultó ser tan guapo y estar tan bueno como lo cabronazo que era. No le temblaban las piernas al admitir que era un niño de papá con los bolsillos forrados de dinero para derrochar, que necesitaba una buena reprimenda. Callarle la puta boca era la mejor forma de empezar. Gus se sacó la pedazo chorra larga, grande y caliente y se la metió por la boca. Agarró a dos manos la cabecita guapa de ese mamón y le puso a comer de su porra.
En qué momento le miró desde abajo con esos ojazos, con la gigantesca polla entrando y saliendo entre sus labios. Una oleada de placer invadió los sentidos de Gustavo, que a pesar de hacer lo posible por contener la leche en los huevos, no pudo evitar que se le saliera algo de precum, manchando así la lengüita de su nuevo mejor colega, que sonrió al saborear el gustito del regalo que le había dejado encima.
Pol se sacó el rabo y entonces el cuento cambió de rumbo. Gus la tenía grande, pero es que ese niñato le andaba a la zaga. Recibir una mamada es lo mínimo que se merecía por estar tan rico y tenerla tan grande y larga, pero Gustavo se fue calentando y al final le puso el culo en la cara, la lengua de Pol relamiendo su intimidad, abriéndole poquito a poco hasta que se sentó sobre sus piernas y se clavó su pija. El gigoló follado por un niñato con poder. Gus quería darle una lección, enseñarle que el dinero no dictaba las reglas, pero tuvo que rendirse a la obviedad de que los niños de papá le ponían cachondo, de qjue le gustaba tal y como eran. Aceptó la verdad. Aceptó con gratitud toda esa leche recorriendo su corbata y el chaleco de su traje.