Louis Coleman vuelve a casa por Navidad con un pirulón bien grande y macizo entre las piernas | Bentley Race

Las predicciones de Ben no podían fallar. Detrás de un tiarrón como Louis Coleman, tenía que esconderse una polla enorme, de esas que cuando se la sacan, te dejan con la boca abierta, babeando, deseando cogerles el rabo, masturbárselo para sentir su tacto y su grandeza y deseando pegarle un bocado para saber lo que es llenarse la boca.

Nariz ancha, labios carnosos, brazos fuertes y piernas aún más fuertes y peludas, con unos muslazos y unas pantorrillas destilando virilidad por los cuatro costados. Al abrirse el frontal de los vaqueros cual piel de plátano y fijarse en su voluminoso paquete, Ben supo que una vez más su instinto no le había fallado. Louis se fue desnudando poco a poco para mantener las espectativas bien altas y llevar el morbo al límite. Sabía con lo que estaba jugando y le encantaba.

Se quedó con la camiseta puesta y escondió la polla empalmada detrás de ella. Al levantársela, un pollón largo, super grueso y macizo, salió rebotando hacia el frente, con la piel gruesa recubriendo el cipote, una buena capucha que apenas dejaba ver la puntita del cipote. Ben no pudo apartar ya la vista de ese gigantesco pene mientras Louis se vestía de Papá Noel.

Al recostarse sobre el respaldo del sofá, el pollón le cayó hacia la cadera, pesado y enorme. Se la cogió de la base con la mano dispuesto a hacerse un pajote y entonces Ben se dio cuenta de lo que tenía de verdad enfrente, una señora polla de una buena oieza, surcada de venas, ahora con el cipote al aire, reluciente, soltando alguna gotita de precum por el camino. No pudo aguantarse las ganas. Después de dejarle que se follara un culito de goma, le agarró el pijote y se lo meneó a conciencia.

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