Romeo Davis hace tragar polla por la boca y por el culo a Alfonso Osnaya y le deja la carita cubierta de leche | Fucker Mate

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Sus besos estaban bien ricos. Ese tio vicioso le tenía embriagado de placer. Le miraba a la cara y sólo podía ver vicio a mansalva. Además, por ahí abajo, a Romeo Davis se le estaba empezando a inflar el bulto. Para colmo, llevaba puestos unos pantalones grises de algodón de deporte que se lo marcaban todo mucho más. Alfonso Osnaya se agachó y comenzó a chupar y repasar con la lengua y los labios la forma de un pedazo pollón por encima de los pantaloncitos.

Fue Romeo el que se los bajó con decisión, sin dejar de observar la cara del chaval cuando la gigantesca pollaza larga y gorda se plantó frente a su jeta. Empezó a chupar por la puntita y luego se la metió dentro de la boca llenándosela por completo. Le agarró con una mano por encima de la cabeza y otra por debajo de la barbilla y le obligó a comer rabo.

Tragaba tan bien que se animó a penetrarle hasta el fondo. Se quedó a escasos dos centímetros de la meta, pero al menos logró que los pelos negros d ela base de su polla le rozaran el bigote y se unieran a los pelillos del interior de su nariz. Alfonso estaba contento y empalmadísimo. Se quitó los calzoncillos y se quedó a cuatro patas dejando que Romeo le viera el culito blanco y redondo que se iba a follar.

Esa polla era del tamaño perfecto y lo suficientemente robusta como para dejar que se paseara por encima de la carita mientras le comía los huevos. Ocurrió mientras Romeo estaba sentado en el sofá gozando de la mamada. Alfonso se la comió de lado, le hizo un hueco y se la tragó entera. No llevó a cuenta de los segundos que se tiró con el pene dentro de su boca, los labios besando la base justo por encima de los huevos.

Hizo apnea con la polla dentro, se la sacó unos centímetros para poder respirar y volvió a hacerlo de nuevo. Romeo se lo agradeció retorciéndose sobre el sofá, lanzando unos gemidos de gusto. Donde hubo dos, hubo tres. Volvió a practicarle garganta profunda. De seguir así le iba a dejar una buena preñada antes de empezar, así que le sudó el culete con saliva y se lo cuidó con besitos ante la atenta mirada de Alfonso, que pasó la cabeza por su axila para ver lo bien que le comía la raja.

El raspado de su barba, la langua experta, sus labios, una mankita que le agarraba el pene y se lo masturbaba suavemente, todo contribuía a que a Alfonso le latiera el ojete deseando algo más grande que se lo expandiera a tope. Romeo estaba deseando llenarlo de amor, pero todavía tenía que prepararlo para su enorme polla. Le dio la vuelta, le hizo ponerse con las rodillas al pecho, hecho un ovillo, con el culete bien abierto y empezó a comerle el rabo mientras le metía el dedo índice por el agujero del culo.

Después de eso, recibió polla de la buena. Alfonso no dejó de mirarle fijamente a los ojos mientras Romeo le tomaba. Asintió varias veces con la cabeza, dejándole que la metiera dentro, dándole a entender que estaba preparado. Romeo le metió el rabaco entero hasta los huevos y sin condón. La mirada de placer de Alfonso al sentir esos veintiún centímetros de pollaza dentro de su cuerpo, era fácilmente reconocible. La de un hombre que la estaba gozando.

Había dedicado tanto tiempo a labrarse ese ojete que la polla entró como la seda, toda dentro y cascándose los huevos sobre la raja. Tetillas duras, ardiendo de deseo, empalando ese agujero una y otra vez. Alfonso plantó la palma de la mano sobre la parte superior de su rabo erecto y lo inclinó hacia adelante de forma que rozara el vientre de Romeo. Ese roce le hizo sentir la suave pajilla con el movimiento. Romeo se la sacó y volvió a comerle la polla y a meterle un dedo por el ano.

Le dio la vuelta y se lo folló a traición a cuatro patas, dándole por todo el culo. Si follar por delante le convertía en todo un señor, dar por la retaguardia le convertía en un animal salvaje. Sin la mirada de Alfonso atento a sus movimientos, se explayó y le folló el culo en plan rebelde, machacándole con la polla sin miramientos, haciendo de ese culo bonito su sparring particular.

Alfonso no se quedó atrás, buscó el rabo culeando hacia atrás para que le diera más fuerte. Romeo se inclinó sobre su cuerpo, pasó un brazo alrededor de su cuello y le comió la oreja. Le encantaba el agujero de su culito, quería tenerlo ahora y siempre para él. Estaba con el cuerpo sudado, en plena faena. Su mente ya apenas podía pensar en otra cosa que no fuera follar.

Cubrió al chaval en el sofá. Le dejó a cuatro patas, se subió encima apresando el culazo entre sus muslos, observando lo bonita que quedaba la pollaza de Alfonso toda dura entre sus piernas juntitas, haciéndose hueco entre ellas, los cojones también apresados por los muslos. De esta guisa se la metió y se lo folló como un perro. Al darle la vuelta, Alfonso se cascó una paja y se corrió encima. Un montón de lechazos cubriendo su bajo vientre, resbalando hacia su cadera, goteando por el borde del sofá mientras el chico sonreía de puto vicio.

Romeo recogió toda esa leche blanquita con la mano y se nutrió con ella la verga. Se la volvió a meter por el culo con toda la lefa encima y al rato puso a Alfonso de rodillas para recibir su corrida. Alfonso cerró los ojos, abrió la boca y sacó la lengua. Un gemido precedió a un buen lechazo que se instauró en el nacimiento de su pelo, en su frente, cargado de fuerza, en sus fosas nasales, en su mejillas, salpicándole el paladar. Le dejó la carita guapa y bien sucia con una buena lefada.

Con el mismo dedito que le había metido por el culo, le hizo señas para que se levantara. Se quedó unos segundos mirando su carita sonriente, con todo su semen encima. Se morrearon compartiendo la leche y Romeo le relamió con su ávida lengua toda la lefa de la cara, hasta que a él también se le quedaron los morretes y los pelos del bigote bien pringados.

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@ fotos por Oscar Mishima

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