Algo no iba bien con Ricky Blue en la oficina. Su colega de curro Robbie Rojo enseguida le notó raro, apagado, con desgana, bufando de vez en cuando mientras trabajaba delante de la pantalla del portátil. Dónde estaba ese Ricky dicharachero, lleno de energía, que le metía una palmada o un buen apretón en el culo cuando pasaba por delante o le hacía coñas constantes.
El problema de Ricky era una pescadilla que se mordía la cola y entre colegas terminó contándole todo a Robbie. No podía follarse a su mujer porque le dolían las pelotas, pero es que por no follar, le estaban doliendo más todavía. Para qué estaban los amigos si no era para ayudarse, entre otras muchas cosas, con problemas comunes entre los tios.
Robbie tenía clarísimo lo que le pasaba a ese tiarrón tan guapo. Esos cojones le dolían porque estaban llenitos de leche y él se los iba a desatascar con mucho mimo y cuidado. Le hizo relajarse en la silla y se arrodilló metiéndose entre sus piernas. Le plantó la boca en todo el paquete. Enseguida se dio cuenta de la raíz del problema. Si se tiraba todo el rato empalmado de esa manera, con la polla super tiesa como la tenía ahora, era normal que al no descargar le dolieran las bolas.
Le sacó la pija por la bragueta y con mucho cuidado le dio un repasito con la lengua al cipote recorriéndolo en círculos. Ricky miró hacia abajo y lo que vio le encantó. Su compi de curro era bien guapete y verle ahí de rodillas lamiéndole la punta del rabo le ponía cachondo. No estaba acostumbrado a que se la mamaran con tanto cariño, así que cogió a Robbie de la cabeza a dos manos y le hizo tragar polla como un mamón. Le obligó a abrir la boca escupiéndole dentro, dándole saliva para después meterle el rabo hasta la tráquea.
Los huevos empezaron a dolerle, pero ahora era un dolor diferente, mezclado con posos de gustito. La leche estancada, sin duda se estaba empezando a mover en sus pelotas. Robbie le dio la espalda y se bajó los pantalones, prestándole su culazo precioso y suave para que la metiera dentro. Antes de ponerse un condón, Ricky masajeó la raja del culo y la entrepierna de Robbie con su larga tranca, haciendo que el chaval deseara su rabo más que nada.
Mientras se lo zumbaba a placer, Ricky era consciente de que el globito del condón empezaba a llenarse de precum. Podía sentir la leche brotando de sus pelotas, dirigiéndose hacia la salida, lentamente, aliviándole el dolor que llevaba aguantando varios días. Se la metió a Robbie sobre la mesa, bocarriba, dándose cuenta de que en esa oficina no era el único bien dotado. Menuda chorra tenía el cabrón, bien larga, una suculenta banana que no tenía desperdicio. Ricky, juguetón, le metió pollazos a posta para hacer que ese enorme rabo se meciera de lado a lado. Era agradable y casi hipnotizador ver el vaivén del pollón rebotando.
Dejó que se corriera encima, toda esa rica leche desperdiciada sobre la camisa blanca. Ricky ya estaba preparado para desatascar las tuberías y volver a ser el mismo de siempre. Se hizo un buen pajote sobre la mesa roja. Robbie se agachó, detrás de su culo de macho empotrador, mirando de cerca. Los problemas de Ricky, blancos y lechosos, terminaron sobre la mesa. Gimió de auténtico placer, con los cojones nuevos para acumular una nueva carga.