Qué pasa en las oficinas que cuando llega el viernes, a medida que se va acercando la hora de salir, los empleados se ponen más contentos. La perspectiva de un finde triunfal por delante hace que el cuerpo produzca adrenalina suficiente como para desear comerse el mundo. A Leander le toca cerrar cada día, pero los viernes la tarea se le hace más fácil que nunca, hasta silba mientras apaga las luces de cada sala por la que va pasando.
Llega a una de ellas y ni se da cuenta de que Shane Jackson está trabajando, hasta que al apagar la luz, se da cuenta de otra que hay encendida en su mesa de trabajo. Cualquier otro día se habría enfadado y le habría pedido salir cuanto antes, pero la magia de los viernes le anima a entablar conversación con un chavalito bastante majo con el que no había coincidido apenas.
A medida que habla con él, le va gustando cada vez más su sonrisa y su carita guapa, hasta que acaba agarrándole por la corbata y pegándole un buen morreo para calmar las ganas. Al ver que es correspondido, desabrocha la bragueta del chaval, le saca el rabo y se lo pone tieso a bocados. Shane mira hacia abajo. Es la primera vez que un pelirrojo le come la polla y notar le roce del bigote y la barba en sus huevos y en su minga le llevan al punto de no retorno.
Shane le devuelve la jugada y se come su verga bien tiesa, dura y gorda, un pollón venoso y firme que le hace babear como una buena puta. Se baja los pantalones, se agarra firme con las manos a la pared en la que está la pantalla del proyector de la sala de reuniones y echa la vista atrás invitando al pelirrojo a apropiarse de su culete.
Leander mete los morros en su raja y cuando se levanta, después de enfundarse la polla en un condón, le mete un buen gancho por el culo, ajustándolo entre esas nalgas calentitas y blandas que no paran de apretarlo y llevarlo al límite.
Lo revienta a pollazos sobre la mesa en la que tantas veces han dado conferencias. Delante de ellos, montones de sillas rojas y vacías. Leander cierra los ojos y no para de imaginar que se llenan de tios viciosos pajeándose las pollas mientras miran ese espectáculo X, dejándose la lefa en los pantalones y camisas cuyas manchas después tendrán que aprender a disimular cuando lleguen a casa. Se sienta en una de ellas y deja que el chavalote salte encima con su gordo pollón clavado hasta los huevos. Se levanta y se saca toda la leche de esas pelotas cubiertas de pelos rojos, proteína para que el chavalote empiece el finde con energía.