El perraco de Dani Robles devora a pelo el pollón de Viktor Rom | Fucker Mate
Mientras Dani Robles se peinaba delante del espejo del cuarto de baño, su amigo Viktor Rom salía de la ducha con la toalla blanca enredada a la cintura, se acercaba a él demasiado para lo que acostumbran dos amigos, rebozándole por el cachete del culo una herramienta dura y enorme, haciendo que a Dani se le abriese el culo de gusto y le empezaran a flojear las piernas, y como cada mañana que lo dejaba quedarse a dormir allí, le gemía y le susurraba al oído guarradas tales como «déjame entrar en ese culito«, «hoy hay butifarra para comer» o «¿quieres desayunar porra con leche?«, con la intención de llevarlo de nuevo a la cama de la que habían salido hacía apenas unos minutos, aunque con otro propósito bien distinto al de dormir la mona.
– Va, tio, quita eso de ahí – le dijo Dani llevando una mano atrás para apartarlo y tocando sin querer un rabo descomunal que lo dejó flipando. Viktor vio la cara de sorpresa en el espejo. Alguna que otra vez ya le había visto la polla cuando meaba estando él delante, pero nunca empalmada y esa era la primera vez que se la tocaba.
– Te ha gustado, ¿eh? – le volvió a susurrar. – Vamos, ¿no piensas disfrutar de ella antes de que me vaya? Te haces el mojigato todas las mañanas que me quedo aquí, pero sé que se te moja el culito pensando en tenerla dentro.
Viktor se atrevió a meter la manaza por detrás de los pantalones de Dani. No pudo negar que le costó un poco porque siempre llevaba pantalones ceñidos y él tenía unas manos muy grandes, pero enseguida le cubrió la raja del culito y le metió la yema del dedo por el ojete, provocando un gemido que le supo a gloria, haciendo que el chaval se retorciese de gusto como si le hubieran metido una polla por primera vez.
– Y esto sólo es un dedito, imagínate la polla entera.
– No puedo, macho… – titubeó en tono bajito, con el gemido todavía en la boca disfrutando de aquel trabajo con el dedo y sintiendo cómo hacía fuerza con la mano para bajarle los vaqueros hasta los muslos dejándole el trasero al descubierto. – Sabes que lo tengo muy claro, que no me lo hago con los colegas.
– Tio, me voy a ir y a saber cuándo vuelvo – le dijo Viktor intentándolo una vez más, sabiendo que lo estaba haciendo dudar por primera vez. – Sé que lo tienes claro, pero el resto de la pandilla no tiene por qué enterarse de nada. Eres el último al que voy a ver antes de coger el vuelo. Follamos y nos callamos como putas. Me encantas, joder, no puedes dejarme marchar sin que seamos más amigos todavía, ya me entiendes.
De nuevo le acercó la polla con un caderazo y esta vez se la posó directamente contra la raja del culo. Nunca habían estado tan cerca, sus partes más ínitimas separadas por una simple toalla. Se conocían desde que eran unos enanos y todo lo habían hecho juntos. Recordó los cumpleaños, las fiestas, las risas. Entre los dos siempre había habido una conexión muy especial que nadie más entendía. Y ahora su amigo del alma se marchaba. Por primera vez iban a separarse demasiado tiempo.
– Vente al salón a desayunar – y Viktor soltó un grito de triunfo adelantándose a los acontecimientos, creyendo que lo de desayunar iba con otro sentido. Y tenía razón.
Sentados en el sofá, después de tomar el último sorbo del café, se miraron fijamente sin pronunciar palabra, Viktor se echó para atrás y empezó a desplegar la toalla para enseñarle eso que nunca antes había visto en plena potencia.
– Mira esto – le dijo Viktor mientras se lo comía a besos y Dani se la tocaba por primera vez piel con piel, agarrándola por la base tímidamente. – Chúpamela.
Y joder, menudo problemón se le creó en las pelotas a Viktor cuando, después de desearlo con tantas ganas durante tantos años, Dani le cubrió el cipote con los labios y comenzó a arrastrarle todas las babas por el pollón. Tuvo que evadir la mente a algún lugar inconcreto para no correrse de gusto y quedar como un picha floja delante de su colega. Hostia si hasta se le había nublado la vista por un momento. Por suerte se recompuso enseguida, aunque dudaba si entre tanta saliva, le había dejado un regalito en forma de leche primeriza.
La cosa era mutua, porque cuando fue Dani el que sintió todo el poder de la boca glotona de Viktor devorándole el agujero del culo como si fuera un náufrago recién rescatado al que pones un muslo de pollo recién cocinado en el plato, su rabo empezó a crecer sin medida y lo sintió casi como una follada de esas que le hacían correrse sin manos.
– ¿Me dejas hacer una cosa que he querido hacer siempre? – preguntó Viktor.
Dani asintió. Viktor le agachó, dejando la cara a la altura de su polla y el cabrón se la rebozó por toda la jeta, dándose gustito frotándola contra los pelos de la barba y el bigote. Todavía le quedaban más fantasías por cumplir, una de ellas follarle la boca hasta atragantarle, algo que hizo después de que Dani le lamiese con mucho vicio la polla y las pelotas.
– Ponte ahí que te quiero follar – le ordenó Viktor mirando hacia el sofá.
Como un niño bueno, Dani se recostó contra el respaldo mullidito, se abrió completamente de piernas y comenzó a tocarse el ano con los deditos sin dejar de mirar a Viktor, poniéndolo cachondo. Y vaya si lo consiguió. Como un perrito a cuatro patas con mucha hambre, fue a merendarle el ojete. Aquello era nuevo para los dos, algo así como experimentar un nuevo sentido en su relación de amistad. Nunca habían rebasado ciertas barreras y esa mañana las estaban cruzando todas. Y cuando digo todas es todas, porque no tenían condones en el piso y tampoco había tiempo de bajar a la farmacia a por una caja. O lo hacían ahora o ya no lo harían.
– Uaaaaaaaaa, ahí la llevas Dani – gimió Viktor penetrándole completamente a pelo, con Dani cogiéndole por los huevos con una mano y entrando en el lugar más apretado que había conocido.
Le tenía tantas ganas que se la metió hasta los huevos y menudo culazo tragón, se la comía enterita sin rechistar. Viktor le abrió el culito todavía un poco más, poniendo las piernas sobre sus brazos, separándolas a tope y depositándole el cipote en el agujero para reconducirla y volver a meterla. Pero joder con Dani, el tio no dejó pasar ni un segundo y ya la estaba cogiendo con la mano para impulsarla hacia adentro. Le metió una sarta de pollazos que le hicieron hasta sudar.
– No pares, no pares – le pedía Dani, que ya había perdido la estabilidad sobre el sofá y cada vez que le metía un pollazo le hacía resbalar un poco más.
– Te gusta ¿eh, cabrón? A esto se le llama «bareback«. – Y diciendo la palabra mágica, dejó que le viera la polla empalmada al completo fuera de su culo, engrasadita con la saliva que antes le había dejado encima, enorme y gigantesca. Tiempo suficiente para recrearle la vista al chaval, hacer que la desease y le enfiló la manguera de nuevo sin condón perforándole el ojete.
Tras la taladrada, durante un rato Dani le estuvo pajeando la polla con el culazo, dándole de comer al «hueco«, como le gustaba llamar a esa postura a Viktor. La mente perversa de Dani, que le estaba empezando a coger el gustillo al tema, imaginó una postura para llevar a Viktor al punto de corrida. Puso las piernas encima del sofá, el culo justo en el borde y el tronco superior gateando por el suelo.
Sabía que le iba a gustar verlo así, por los suelos implorando su polla, con un buen culazo al que Viktor no pudo resistirse, imponiendo sus manos y su bendición sobre él, bamboleándolo con las manazas como si fuera un flan delicioso. Puso ese par de globazos entre sus piernas y se los partió en dos.
– Sigue, ahí, sigue, sigue – repetía una y otra vez Dani, que a pesar de estar perdiendo el conocimiento por el gustazo que le estaba dando esa polla, por instinto pedía más. No había nada que le gustara más que perder el control de la situación, algo que demostraba cada vez que salían de fiesta y se emborrachaban. Y perder el control practicando sexo con un amigo, sabiendo que estaba incumpliendo sus propias reglas por primera vez, le dio un plus de gustirrinín.
Cuando ya no pudo más, Viktor le ordenó tumbarse en el sofá y le metió una ducha de lefa blanca. Recuperado y con la polla recién ordeñada, se colocó debajo del culo y se la metió hasta que Dani se soltó unos buenos chorrazos encima de los abdominales, lefa abundante que salía de su cipote como un manatial. Empapado de leche de arriba a abajo, Dani le dio a Viktor un beso de despedida. Pero Viktor no se marchó sin antes no tener un bonito recuerdo de su amigo en la boca. Se agachó, le chupó la polla y se relamió saboreando el semen que todavía le rezumaba por la raja.
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