Carlos Leao estrena a pollazos el culazo de Alvaro Fizz y le da de comer lefa | Fucker Mate

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Se lo contó un amigo que conocía a otro, que había un chaval en las redes sociales con montones de seguidores calentando al personal con un culazo que a Carlos Leao le encantaría para lo suyo, y se lo aconsejaban porque ellos sabían lo suyo, vamos, lo que tenía colgando entre las piernas, un pollón brasileño largo y grande de pura cepa al que le molaban los culos de todo tipo mientras pudiera destrozarlos a pelo a su antojo.

Empezó a postear sobre sus fotos y vídeos, primero dedicándole lindezas al principio del estilo «qué culo más bonito» y más tarde un poco más bestias como «te voy a empotrar la polla hasta los huevos«, hasta que los últimos días insistió tanto en que quedaran para follar, que el detonante para que Alvaro Fizz no tuviera lugar a dudas fue una foto que el brasileiro le envío en pelotas. Nada más ver el portento de tiarrón que era, morenito y con esa picha kilométrica que parecía ser todo un reto, se le despejaron todas las dudas.

En tu casa o en la mía. Al final en la camita de Carlos, donde este había cometido tantas y tantas fechorías. Un poco más tarde postearían alguna foto y puede que algún vídeo para todos los seguidores del chaval, quizá con su carita bañada en leche y la polla descargada. Era ponerse a imaginar demasiado sin saber cómo acabarían, no era la primera vez que Carlos se dejaba llevar si el otro le pedía una preñadita. Y él no iba a decir que no a eso. De momento, amasando ese culazo blanquito con sus grandes manazas, ya de seguro era la envidia de todos esos seguidores de internet, que tendrían que conformarse por ahora con brindarse una pajilla a la salud de los dos.

Cuando Alvaro empezó a sentir el aroma a polla brasileña rozándole el cuerpo de camino a su boca, se puso cerdaco. Aquello era descomunal, pero lo bueno es que la boca se le abrió solita y tragó como un campeón. Sabía que tenía una boquita para mamar buenos rabos y aún así se sorprendió de ser capaz de acoplar no sólo todo el glande dentro de su boca, sino un buen trozo de barra y encima envalentonarse y arrastrar la cabeza intentando tragársela hasta los cojones.

Salivó como una puta, se encaprichó del biberón el nene y a cuatro patas que se quedó empachándose de rabo gordo, llenándose la garganta ayudado por las manos del otro detrás de su cabeza y dejando un rastro de hileras de babas blanquitas cuando se la sacaba de la boca que deseaba pronto se convirtieran en otro jugo mucho más sabroso.

Que disculpen los seguidores de Alvarito si no pensó en ellos justo en el momento de su desvirgamiento a pelo, pero al sentir el capullo entrándole por el ojete se le nubló la vista y no pudo hacer otra cosa que dejar pasar aquel rabaco dentro, gemir y gritar del gustazo que le estaba dando. No tenían ni condones ni nada más, todo natural de la madre tierra incluída la saliva que actuaba a modo de lubricante improvisado y que Carlos se encargaba de suplir escupiendo desde arriba hacia su polla. Entraba tan justita y bien que no tardó Alvaro en coger confianza y meter una culeada hacia atrás.

El culito blanquito y guapo que tantas veces había disfrutado en las redes, ahora estaba entre sus piernas, totalmente abierto para registrar su polla. A Carlos le encataba tomar la medida a un buen trasero poniéndolo a cuatro patas, besando las sábanas de la cama y él de pie agujereando sin compasión, posando sus huevazos sobre la raja del culo una y otra vez, arrastrándola por completo todo lo larga que era dentro y fuera del agujero.

El culito siempre entre sus piernas, dominante, insuflándole vida con la polla. Entre las cuatro paredes ya empezó a resonar el rico chapoteo de los cojones galopando sobre el culo. Alvaro lo escuchaba, melodía para sus oídos, pero también los sentía golpeándole por detrás. Y estaban tan ricos, y eran tan grandes, cargaditos de rica leche para su ojete o donde él quisiera. Menudo meneito de caderas se traía el cabrón. Enchufado con semejante rabo, el hecho de ser follado adquiría otras dimensiones.

Lo de culear hacia atrás ya quedaba muy lejos. Quizá en algún momento le dejara volver a tomar las riendas, pero por ahora es que ni hacía el intento, porque lo tenía dominadito sobre la cama, poniéndole en las posiciones que le salían de la polla, con la mano sobre su cara empotrándosela contra las sábanas sin dejar que la levantara siquiera. Escuchaba sus gemidos que cada vez se iban haciendo más intensos y si eso continuaba así no quería ni pensar cómo de destrozado iba a dejarle el culo. Pero le encantaba. Como un vaquero domando al caballito, le puso los brazos hacia atrás en forma de riendas, las agarró y empezó a galoparle con el rabo dentro.

Lo de galopar encima de esa verga fue sólo un espejismo. No hubo metido ni un par de pajillas con el culo, cuando Carlos empezó a propinarle una empotrada desde abajo que duró bien poco, hasta que el brasileño se calentó de nuevo y se puso como loco a follarle de todas las maneras posibles. Parecía inquieto, buscando todos los posibles puntos de placer para ese culo y para su polla juntos.

Alvaro por fin miró a esa bestia cara a cara, mientras le blandía el culo con la polla, mientras le arrastraba los cojones por uno de los muslos. Pudo sentir cerquita el aliento de ese macho y le llovieron encima un par de escupitajos. Se sintió como una puta bien pagada con lo que se merecía, una clavada de polla en toda regla.

Tras aquella salvajada, llegó un nuevo intento de tomar las riendas del caballo y esta vez sí se dejó domar un poco. Alvaro comenzó a saltar haciendo resbalar su culo por cada centímetro de aquella gigantesca polla y le metió un pajote con las nalgas. Después de aquello, Carlos le puso sobre la cama, le elevó las piernas abriéndole el culo de par en par y se pegó el gustazo de follarle a lo grande.

Alvaro colocó las manos a cada lado de ese cuerpazo, notando su fuerza y el vaivén de caderas. Pronto las manos ocuparon otro lugar, su polla, cuando le sobrevino el gustillo de la corrida y se vino encima gimiendo y lefándose el tatu. La última parte seguro que la iban a adorar sus seguidores en las redes sociales cuando se echasen un selfie. El mismo selfie facial que le metió el brasileño cuando subió arrastrándose con el pollón cogido con la mano, aguantando la corrida hasta llegar a la boca del chaval, donde comenzó a verter toda su leche y le obligó a tragársela enchufándole el rabo hasta el fondo. Carlos le relamió después todo lo que se había quedado fuera del plato y con un salivazo enlechado se lo volvió a meter todo dentro de la boca, que con la comida no se juega.

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