Alex Kof se las apaña metiendo su generoso y grueso pollón a pelo en el apretado culito de Kai Reynolds | Cocky Boys

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Dependiendo del tio que agarrara su miembro, Alex Kof seguía sorprendiéndose por el tamaño de su misil de largo alcance. Ahora que el jovencito Kai Reynolds se la tenía cogida por la base y apretada, podía apreciar la voluminosidad de su tremenda verga, jodidamente larga y gorda, llena de venas. En la mano de aquel chaval y con el cipote a punto de reventar de placer apuntando hacia su boca, lo único que quería Alex era disparar su leche y ensuciar esa carita tan guapa.

Aguantó los machos porque quería meterla dentro de su pomposo culito y reventarlo y también porque Kai se lo ganó a pulso haciéndole una mamada de garganta profunda. Cuando se tragó el cipote, creyó que ya se la había dejado bien rellenita, pero el pequeño cabronazo siguió agachando la cabeza y tragando rabo, haciéndole un hueco en el fondo de su garganta.

Sintió los labios besándole la base del rabo y los pelos de su cabeza sobre su estómago. Al sacarla, un mar de babas quedó colgando por su boca y por su barbilla, la cara roja y unas lágrimas aflorando en sus ojos. Fue entonces cuando Alex supo que Kai era uno de esos que se regalaban a un hombre sin miramientos y que podría hacer con él lo que quisiera.

Le dio la vuelta, le agarró el culete y lo puso sobre su pecho. El rabo y las pelotas calientes del chaval restregándose entre sus pectorales mientras Alex se las apañaba para adorar ese culito blanco y redondete, para abrirle las nalgas y empezar a preparar su agujero. No pudo resistirse mucho más. Le montó sobre sus piernas y se la fue clavando poco a poco, a pelete.

Apenas le había metido la punta, Kai se resistía a dejarse caer. Le miraba desde arriba con la boca abierta y los ojos abiertos, denotando lo grande que le parecía. Alex le ayudó. Le cogió del trasero y enculó desde abajo, tratándole con sumo cuidado pero sin dejar de metérsela, cada vez un poco más. Quizá dándole por culo sintiera un poco menos de respeto por su integridad.

Y así fue, por detrás siempre entraba mejor. Se estaba empezando de enamorar del chavalín, de su cuerpo menudo, de ese ojete tan estrecho que le daba tanto placer, de la forma en que su enorme pene forzaba la entrada de un culito que no podía tragar más y que sin embargo no se resistía. Lo remató bocarriba sin contemplaciones, aprovechando que Kai estaba a punto de correrse. El cuerpecito fibrado meciéndose a su son, castigándose a sí mismo con una buena paja. Kai gritó y se corrió encima.

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